La sucesión de Saddam Hussein en la presidencia de Iraq es motivo de enfrentamientos dentro del gobierno de Estados Unidos, como casi todos los asuntos de política exterior.
Por un lado, los "halcones" encabezados por el secretario (ministro) de Defensa Donald Rumsfeld y el vicepresidente Dick Cheney promueven a Ahmed Chalabi, líder del opositor Congreso Nacional Iraquí (CNI).
Por otro, expertos en Medio Oriente del Departamento de Estado (cancillería) y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) apoyan a ex militares que mantienen cierta influencia en el ejército iraquí, el principal de los cuales es el general Nizar al-Jazraji.
La división en Washington persiste, aunque las dos partes acordaron el pasado verano boreal copatrocinar reuniones entre dirigentes de las distintas facciones opositoras iraquíes, para forjar un frente unido antes de lanzar una acción militar dirigida a derrocar a Saddam Hussein.
En las últimas dos semanas, ambas partes sufrieron reveses, mientras fuerzas militares estadounidenses se concentran alrededor de Iraq y funcionarios de inteligencia regresan al norte de ese país, de mayoría kurda, por primera vez desde que Bagdad derrotó en 1996 al CNI, que contaba con apoyo de la CIA.
Washington confiaba en la realización esta semana de una reunión entre los principales líderes opositores iraquíes en Bruselas.
Pero enfrentamientos entre distintos grupos, originados por el reclamo del CNI de que se invitara a cientos más de sus partidarios, obligaron a postergar por tres semanas la reunión y a cambiar la sede a Londres, si el gobierno británico lo aceptaba, informaron funcionarios del Departamento de Estado.
Aunque el Departamento de Estado y la CIA consideraron esa postergación como una victoria sobre Chalabi, tuvieron su propio revés el martes, cuando un juez de Dinamarca acusó de crímenes contra la humanidad al general Nizar al-Jazraji, ex jefe del Estado Mayor del ejército iraquí.
Jazraji, considerado por el Departamento de Estado y la CIA como el mejor candidato a suceder a Saddam Hussein, es sospechoso de haber participado en 1988 en la campaña de Anfal, en las postrimerías de la guerra entre Iraq e Irán, cuando unos 200.000 kurdos fueron muertos, algunos mediante armas químicas.
Este militar iraquí de definición nacionalista, que abandonó su país en 1995, negó las acusaciones.
De todos modos, el incidente fortaleció la posición de Chalabi, quien no oculta su deseo en convertirse en una suerte de Hamid Karzai, el político elegido por Washington para hacerse cargo de la presidencia de Afganistán luego del desalojo del poder de las milicias islámicas radicales Talibán el año pasado.
Pero existen marcadas diferencias entre Chalabi y Karzai. El iraquí es un rico banquero educado en Estados Unidos cuya aristocrática familia de ascendencia chiíta huyó de su país cuando la monarquía fue abolida en 1958, y vivió en el exilio durante casi toda su vida adulta.
Cercano al fallecido rey Hussein de Jordania hasta 1989, cuando debió abandonar ese país acusado de fraude bancario, comenzó a ser considerado por Washington como alternativa a Saddam Hussein cuando creó el CNI en 1992.
Chalabi se define como nacionalista consagrado al respeto de los derechos humanos, al respeto de la ley y a una estructura federal para Iraq que garantizaría autonomía para las diferentes regiones y etinas.
Su imagen creció en el Congreso legislativo estadounidense, que aprobó en 1998 la Ley de Liberación de Iraq, por la que el gobierno suministró casi 100 millones de dólares a organizaciones opositoras, en especial al CNI.
Su prestigio creció aun más gracias al apoyo de los denominados "neoconservadores", identificados con los "halcones" del gobierno de George W. Bush y también con el derechista partido israelí Likud, al que pertenece el primer ministro Ariel Sharon.
Incluso el presidente de la Junta de Políticas de Defensa del Pentágono (Departamento de Defensa), Richard Perle, es amigo de Chalabi hace 20 años.
La cercanía de Chalabi con esas fuerzas políticas en Washington es atribuida por expertos al temor de que un eventual gobierno suyo termine debilitándose por lo que neoconservadores califican de "eje Organización para la Liberación de Palestina-Siria-Iraq- Irán".
Por eso, el líder iraquí procura incorporar a Bagdad en una alianza entre Israel, Jordania y Turquía.
Además, según los neoconservadores, la instauración de un régimen democrático en Iraq pondría en acción una serie de levantamientos populares contra gobiernos autocráticos como los de Arabia Saudita, Egipto, Irán y Siria.
Pero el Departamento de Estado y la CIA, respaldados por militares de alto rango retirados con experiencia en Medio Oriente, cuestionan abiertamente ese punto de vista, y concentran sus críticas en el propio Chalabi.
A pesar de que el líder del CNI se considera demócrata, otros dirigentes de la organización suelen quejarse de su tendencia a centralizar el poder en su persona.
Los principales componentes del CNI, organizaciones kurdas y chiítas del grupo Revolución Islámica en Iraq, con sede en Irán, que juntas poseen 100.000 guerrilleros, se apartaron de la coalición en reiteradas ocasiones y finalmente se unieron al Acuerdo Nacional Iraquí creado por ex militares y espías vinculados con la CIA.
El estilo personal de Chalabi le ha creado fama de poco confiable. El principal asesor sobre Medio Oriente del secretario de Estado (canciller) Colin Powell, general Anthony Zinni, ha sido particularmente extravertido al referirse al CNI como "esos muchachos de traje de seda y relojes Rolex que viven en Londres".