Las esperanzas de reconciliación entre los rivales India y Pakistán se desvanecieron con la cancelación de la cumbre de la Asociación de Asia Meridional para la Cooperación Regional (SAARC), que iba a celebrarse a mediados de enero en Islamabad.
Técnicamente, fue Pakistán el que anunció la medida este mes, en su carácter de país anfitrión, pero en realidad fueron India, y por influencia de ésta, el pequeño Bhután, que echaron a pique la conferencia.
Islamabad y Nueva Delhi se culpan mutuamente por la anulación de la cumbre regional.
La cancelación reducirá las probabilidades de SAARC de transformarse en un bloque económico o comercial, pero paradójicamente, le costará más a India a largo plazo que a cualquier otro de los siete países miembros.
La medida también decepcionó a la comunidad internacional, que solicita desde hace tiempo a los dos rivales el inicio de un diálogo para restaurar sus relaciones diplomáticas y sus comunicaciones, rotas hace exactamente un año.
La esperanza de un deshielo de las relaciones bilaterales aumentó luego de las elecciones relativamente libres y justas celebradas en el estado indio de Jammu y Cachemira en septiembre y octubre pasados.
Además, Nueva Delhi anunció en noviembre que desmovilizaría los 700.000 soldados que acumuló en la frontera desde el 13 de diciembre de 2001, cuando un escuadrón suicida de extremistas islámicos, con el presunto respaldo de Islamabad, atacaron el parlamento indio.
Desde entonces, ambos países desplegaron en conjunto un millón de soldados en la frontera común y llegaron en abril y mayo pasados al borde de su cuarta guerra desde la fundación de Pakistán en 1947, pero esta vez con armas nucleares.
La escalada militar le costó a India más de 2.000 millones de dólares, o el doble de su presupuesto total de educación, y Nueva Delhi no logró ninguno de sus objetivos declarados, sobre todo el fin permanente y verificable del apoyo de Islamabad al terrorismo transfronterizo.
India acusa a Pakistán de entrenar y financiar a los militantes islámicos que luchan desde 1989 por la autodeterminación de Cachemira, el único estado indio de mayoría musulmana, al igual que la población pakistaní.
Pakistán, que controla los otros dos tercios de la región de Cachemira, afirma que sólo brinda a los separatistas apoyo moral y diplomático.
El gobierno de India está frustrado porque su gran despliegue militar del último año no logró las metas pretendidas y resiente que Pakistán explote su condición de estado de primera línea en la campaña internacional de Estados Unidos contra el terrorismo para seguir apoyando a los separatistas cachemiros a través de la frontera.
Sin embargo, parece que Nueva Delhi está descargando su frustración en el lugar equivocado, porque SAARC es un foro multilateral cuya carta de constitución impide la discusión de disputas bilaterales.
En 1999, India también había cancelado una cumbre de SAARC luego de un conflicto no declarado con Pakistán en la zona de Kargil, sobre la línea divisoria de Cachemira.
Pero esta vez, Nueva Delhi no comunicó a la secretaría del bloque, como en aquella ocasión, que no asistiría a la conferencia, y en cambio arguyó que no se le había comunicado la fecha de la cumbre, aunque sí le fue comunicada, en septiembre.
Luego, a través de declaraciones de varios funcionarios, India condicionó su asistencia al progreso hacia el establecimiento de un Tratado de Libre Comercio de Asia Meridional, y más tarde, al fin del apoyo de Pakistán al terrorismo transfronterizo.
En materia económica, Nueva Delhi acusa a Islamabad de tratar de eludir su compromiso de permitir más importaciones de India y otorgarle tratamiento de nación más favorecida, en virtud de un acuerdo de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Por otra parte, Pakistán y Bangladesh arguyen que India está forzando el ritmo de la liberalización comercial y que las normas de la OMC les permiten postergar la concesión del estatuto de nación más favorecida bajo circunstancias excepcionales.
Bangladesh puede arguir que es uno de los países menos desarrollados del mundo, mientras Pakistán sostiene que ese estatuto es una cuestión ajena a SAARC.
Este tipo de disputas siempre han existido dentro del bloque regional, pero ahora India las saca a luz por dos razones muy específicas.
En primer lugar, las autoridades indias se resisten a visitar a Islamabad y estrechar la mano del presidente pakistaní Pervez Musharraf, al menos hasta que ponga fin al terrorismo transfronteriza.
Musharraf, por su parte, desea condicionar la normalización de las relaciones bilaterales a un diálogo sobre el estatuto de Cachemira, que India se niega a entablar.
El segundo motivo es que, a criterio de Nueva Delhi, SAARC es dispensable. Como dijo un portavoz de la cancillería: La esencia de SAARC es la cooperación económica; si uno de sus miembros obstruye este proceso, todo el foro pierde valor.
La razón de fondo es que India quisiera competir en las grandes ligas mundiales en virtud de las dimensiones de su economía, la capacitación del sector más educado de su población y su relativo éxito en la industria de la informática.
Nueva Delhi preferiría hacer negocios con superpotencias como Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, y también con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), considerablemente más dinámica y atractiva que SAARC.
Sin embargo, India se engaña, porque pese a su tamaño (tiene 1.000 millones de habitantes), ni se acerca a las dimensiones económicas de China, cuyo superávit comercial con Estados Unidos excede todas las exportaciones indias.
Además, India alberga la mayor población de pobres del mundo y 350 millones de analfabetos. Sus exportaciones de programas de computación representan apenas uno por ciento del comercio mundial, y el crecimiento del producto interno bruto, cercano a seis por ciento a mediados de los años 90, ha disminuido.
Más importante, India ha tenido dificultades para entablar relaciones con cualquier otro bloque regional, y sus vínculos económicos con la antigua Unión Soviética, alguna vez muy estrechos, se deterioraron sustancialmente.
Por tanto, la obstrucción del camino de Asia meridional hacia la formación de un bloque regional próspero sólo perjudicará a India y condenará a los 1.300 millones de habitantes de la región al aislamiento económico, el atraso social y los conflictos políticos. (FIN/IPS/tra-en/pb/js/mlm/ip-if/02