La tradición secular de India quedó en entredicho tras la victoria en el occidental estado de Gujarat del partido nacionalista hindú Bharatiya Janata (BJP), acusado de alentar la violencia contra la comunidad musulmana.
El BJP, liderado por el jefe de gobierno de Gujarat, Narendra Modi, obtuvo 51 por ciento de los votos y 70 por ciento de los escaños en el parlamento estadual en las elecciones del 12 de este mes, según el escrutinio definitivo, conocido el domingo.
Desde fines de febrero, militantes hindúes cometieron en Gujarat los peores actos de persecución contra una minoría religiosa en la historia independiente de India, que dejaron a 2.000 musulmanes muertos y obligaron a 500.000 a abandonar sus hogares.
Según la colectividad musulmana, el principal impulsor de la violencia fue el propio Modi, cuyo partido encabeza la coalición que ejerce el poder en este país de 1.043 millones de habitantes.
El BJP triunfó en Gujarat a pesar de que su rendimiento en materia social y económica fue desalentador. Los problemas se agudizaron en los últimos cinco años, a medida que el crecimiento del producto se reducía de siete a uno por ciento anual.
Pero esos problemas pasaron a un segundo plano en la campaña electoral, ante el odio religioso entre hindúes y musulmanes alentado por numerosos candidatos del BJP.
Por otra parte, la de Gujarat fue la primera victoria en una elección estadual o local del BJP en los últimos cuatro años.
A lo largo del año, la policía del estado hizo muy poco para reprimir a los fanáticos hindúes que mataron y violaron a musulmanes e incendiaron y destruyeron sus propiedades, en lo que activistas consideraron una política de limpieza étnica similar del ex presidente Slobodan Milosevic en Yugoslavia.
Por otra parte, los fiscales del estado tampoco hicieron mayores esfuerzos por llevar a los culpables de la matanza ante la justicia.
Modi basó su campaña electoral sobre el odio religioso. Su estrategia fue exitosa: el BJP obtuvo su mayor ventaja en las regiones central y septentrional, donde se registraron este año los peores actos de violencia contra los musulmanes. Allí, el BJP obtuvo 52 de los 65 escaños en disputa.
Al lograr la reelección, Modi marcó el renacimiento de un hinduismo combativo que dejará a su correligionario del BJP y primer ministro indio, Atal Bihari Vajpayee, en una posición comprometida ante los 180 millones de no hindúes del país.
Pero, por otro lado, Modi dio al BJP la esperanza de ganar las elecciones nacionales previstas para 2004, a pesar de la pérdida de popularidad causada por su mal desempeño económico y social. El partido podría recurrir a la fórmula de Gujarat: alentar el odio contra las minorías para ganar el voto de la mayoría hindú.
El año próximo se celebrarán elecciones locales en siete estados, incluido Delhi, donde se hubica la capital.
La violencia en Gujarat estalló el 27 de febrero, cuando una turba de musulmanes mataron a 59 hindúes al incendiar en la localidad de Godhra un tren lleno de fieles que regresaban desde Ayodhya, donde exigían construir un templo en el sitio en que hasta hace 10 años había una mezquita del siglo XVI, demolida por fanáticos hindúes.
Luego se registró la matanza de 2.000 musulmanes en represalia. Activistas de derechos humanos y dirigentes musulmanes pidieron la renuncia de Modi, a quien acusaron de no actuar contra los agresores hindúes. Vajpayee, en cambio, respaldó siempre al jefe de gobierno de Gujarat.
Las apelaciones al sentimiento hindú pronunciadas por los dirigentes del BJP restaron efecto a las condenas a la matanza de hindúes en la estación ferroviaria de Godhra pronunciadas por destacados representantes de la comunidad musulmana, que representan a nueve por ciento de la población del estado.
El BJP emitió reiterados llamados a priorizar la identidad hindú sobre el pluralismo y el multiculturalismo.
El opositor y secular Partido del Congreso, que gobernó India durante la mayor parte de la vida independiente del país, fue cuestionado porque su líder, Sonja Gandhi, nació en Italia.
Modi dividió el escenario político indio. La amplia mayoría de los partidos, incluidos varios que participan en la coalición nacional encabezada por el BJP, quieren que abandone el poder en Gujarat. Pero Vajpayee le mostró su apoyo.
En los discursos que pronunció en la campaña en Gujarat, Vajpayee sostuvo que la violencia religiosa no debería ser un motivo de debate electoral. Pero Modi apareció en carteles proselitistas retratado con un tren en llamas a sus espaldas.
Mientras, el viceprimer ministro indio Lal Krishna Advani y varios candidatos del BJP en Gujarat no tuvieron empacho en referirse a la masacre de los hindúes en la estación de trenes de Godhra o a apoyar la campaña po la construcción de un templo hindú en Ayodhya, donde antes había una mesquita.
Además, los candidatos del BJP hicieron abundantes alusiones al orgullo hindú y demonizaron a la comunidad musulmana y a Pakistán, el rival de India en Asia sudoriental, de mayoría islámica.
La oficial Comisión Electoral de India trató de contener el extremismo. Prohibió algunos avisos y carteles y emitió advertencias contra la apelación a cuestiones religiosas en la campaña, pero no pudo controlar todos los discursos.
La campaña del BJP tuvo como consecuencia una polarización política trazada según la pertenencia religiosa. Los únicos hindúes que se animan a caminar por los guetos musulmanes de la amurallada ciudad de Ahmenabad, otrora próspero centro textil, son periodistas.
Una encuesta realizada por una revista dirigida por simpatizantes del BJP indicó que casi tres quintas partes de los entrevistados de Gujarat no quieren tener como vecinos a practicantes de una religión que no sea la suya. (FIN/IPS/tra- eng/pb/rdr/js/mj/ip hd cr/02