Turquía ocupa por varias razones un lugar muy especial en los planes de Estados Unidos para lanzar un ataque militar contra Iraq y derrocar al presidente Saddam Hussein.
En primer lugar, porque Turquía es el único país con población de mayoría musulmana en la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Además, Ankara mantiene desde hace años una buena relación con Israel y es hostil con las naciones árabes, lo cual ha permitido ganarse la confianza de funcionarios de origen judío que rodean al vicepresidente estadounidense, Dick Cheney, y al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.
De hecho, el presidente de la Mesa de Política de Defensa de Estados Unidos, Richard Perle, y el subsecretario para Políticas de Defensa, Douglas Feith, aconsejaron hace cinco años al partido derechista israelí Likud crear un eje entre Israel, Jordania y Turquía para mantener el equilibrio de poder en Medio Oriente.
También el apoyo de Turquía resulta vital para un posible ataque estadounidense contra Iraq, pues un segundo frente por el norte de ese país es considerado necesario por los estrategas militares de Washington para complementar la principal ofensiva terrestre que se realizaría en su mayor parte desde Kuwait.
Por otra parte, los aeropuertos turcos son imprescindibles para la campaña aérea en caso de desatarse el conflicto bélico.
Otro factor de importancia para Washington es el hecho de que Turquía celebre elecciones democráticas regulares, ya que esa característica será utilizada al momento de persuadir al resto del mundo, en particular a Medio Oriente, de que la intención de atacar a Iraq es para liberarlo del despotismo.
A la luz de todo esto, Turquía puede ser visto como un ejemplo para el mundo musulmán, al decir de uno de los halcones más fuertes del Pentágono (sede del Departamento de Defensa), el subsecretario de Defensa, Paulo Wolfowitz, para quien la invasión a Iraq traerá la democracia al mundo árabe.
Wolfowitz, en su última visita realizada la semana pasada a Ankara, intentó convencer al nuevo gobierno del primer ministro Abdulá Gul para que permita que decenas de miles de soldados de Estados Unidos usen territorio turco para lanzar la ofensiva contra Iraq.
El funcionario estadounidense elogió en más de una ocasión la democracia turca e incluso invitó al presidente del gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AKP), Recep Tayyip Erdogan, a reunirse la semana próxima en Washington con el mandatario estadounidense, George W. Bush.
Erdogan, un devoto musulmán cuyo partido se diferencia del resto por defender sus raíces islámicas, no puede desempeñar cargos públicos por haber violado la constitución laica al ensalzar el Islam en un discurso político.
Como un mensaje para todos los países árabes que dudan de las intenciones altruistas de Washington, la presencia de Erdogan en la Casa Blanca intentará demostrar que la campaña antiterrorista de Bush no tiene nada que ver con un choque de civilizaciones, dijeron portavoces del gobierno estadounidense.
Nuestra reacción ante el resultado de las elecciones del mes pasado en Turquía (en las que triunfó el AKP) demuestran en forma clara este punto, dijo el director del equipo de Planeamiento de Políticas del Departamento de Estado, Richard Haass.
El AKP demostró que la identidad musulmana puede ser democrática, transparente y compatible con el mundo moderno, apuntó Haass.
Por su parte, Wolfowitz dijo a periodistas turcos que la esencia de lo que creemos es que la gente debe ser libre para determinar su propio futuro, y Turquía es una prueba de que la democracia también funciona para los musulmanes.
Muchos analistas se sorprendieron por el informe del periódico estadounidense The Washington Post sobre el viaje de Wolfowitz a Ankara. En ese artículo se señalaba que Turquía ya tiene decidido respaldar a Estados Unidos en su plan contra Iraq.
La Constitución de Turquía establece que el despliegue de tropas extranjeras en el territorio debe ser aprobado antes por el parlamento, pero diplomáticos occidentales aseguraron que en este caso los pedidos de Estados Unidos fueron aprobados por el Consejo de Seguridad Nacional turco, señaló el diario.
Más aun, cuando el canciller turco, Yasar Yaquis, indicó que los soldados estadounidenses operarán en territorio de su país sólo si la acción militar es aprobada por el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, simplemente intentaba convencer a la opinión pública local.
El apoyo turco ya está asegurado, dijo Wolfowitz luego de reunirse con autoridades de ese país, entre las que se contaban altos mandos del ejército.
Los militares de Turquía pueden respaldar una eventual ofensiva militar, pero la población rechaza la idea de colaborar con Washington, según las encuestas realizadas durante la visita de Wolfowitz por el Centro de Investigación para el Pueblo y la Prensa, con sede en Washington.
Una consulta hecha en noviembre indicó que 83 por ciento de los turcos preguntados se oponen a que tropas estadounidenses usen bases de su país para atacar a Iraq. La abrumadora mayoría también dijo no creer que los planes de Washington sean por una causa justa.
Menos de uno cada tres encuestados respondieron que aprobaban la campaña internacional antiterrorista liderada por Bush, mientras tres de cada cuatro consideran que la política exterior de Washington no tienen nunca en consideración los intereses de las otras naciones.
Apenas 30 por ciento de los consultados tiene una imagen favorable de Estados Unidos, una notable caída de 22 puntos porcentuales respecto del año pasado, según la investigación. Turquía es así el cuarto país de entre 44 estudiados que muestra mayor rechazo a Washington, detrás de Egipto, Pakistán y Jordania.
Los resultados de esa encuesta sirven para ilustrar la brecha entre lo que le estamos pidiendo a los países que hagan y lo que ellos quieren que hagamos nosotros, observó Madeleine Albright, ex secretaria de Estado estadounidense.
Albright fue funcionaria del gobierno demócrata de Bill Clinton (1992-2000) (FIN/IPS/jl/rp/ip/02