Formas de pago alternativas como el trueque se propagan en las comunidades rurales de Japón, que encuentran en el intercambio de servicios una forma de afrontar el desempleo y la crisis económica.
Cuando Takayuki Miyamoto necesitaba ayuda para arreglar el techo de su casa en la septentrional aldea de Hokkaido, pagó por el servicio con un kurin, que obtuvo al colaborar con la reparar la vivienda de otra persona.
El nombre de este medio de pago o moneda procede de Kuriyama, una aldea de unas 15.000 habitantes. El kurin se obtiene al realizar cualquier tipo de servicio, desde dar clases de idioma hasta hacer mandados para los ancianos.
La red de trueque mediante el kurin, lanzada en septiembre y que ahora cuenta con unos 70 miembros en diferentes localidades de Japón, es una de las tantas conformadas en este país como salida para hacer frente a las dificultades financieras.
El uso de formas de pago alternativas, en forma de fichas o de cupones, es cada vez más requerido frente al dinero en efectivo y ya hay más de 130 de esas monedas regionales circulando en Japón, dijo el activista Shinicho Kondo, de la organización EcoMoney Network, que promueve el trueque.
Cuando Japón era rico, todos querían hacer ganancias. Ahora que estamos en caída, volvió a atenderse el importante papel que juegan las comunidades para la vida, explicó Kondo.
En Tama, una localidad al oeste de Tokio, se usa el comos, moneda cuyo nombre procede de comunidad, y rige un sistema de intercambio lanzado en junio de 2000 que ya integra a más de 100 miembros.
Los miembros de cada red cuentan con catálogos donde se anotan los servicios ofrecidos.
Los 90.000 habitantes de la localidad de Yamato, cerca de la capital, participan en el sistema de intercambio denominado Asociación de Compras Yamato Nijodori, que cuenta además con una feria especial administrada por los propios residentes.
La unión de comunidades mediante el intercambio de servicios ha demostrado ser una forma efectiva de afrontar la negativa situación económica, explicó el investigador Naruhito Saito, del Banco para el Desarrollo de Japón.
Gracias a este sistema de intercambio de servicios, las personas con habilidades latentes pueden ponerlas en práctica. Una vez que demuestran estas habilidades, se animan a embarcarse en nuevas oportunidades de negocios y empresas, añadió Saito.
Expertos también señalan que gracias al intercambio de servicios la población fortalece sus valores tradicionales, los vecinos y comunidades se preocupan unos por otros y colaboran para superar los tiempos de crisis.
Es como un sistema de seguridad, pues la rápida urbanización y el materialismo erosionó la fortaleza de las comunidades, dijo Kondo.
Por su parte, Saito dijo que estas personas perdieron confianza en el dinero común y ahora están convencidas de que las monedas comunitarias pueden jugar un papel clave para mantener su forma de vida.
El éxito este sistema sustenta a modestas empresas. En la localidad de Chiba, cerca de Tokio, donde unos 540 residentes y 50 negocios adoparon el uso de cacahuetes como moneda alternativa, las ventas aumentaron cinco por ciento.
Las monedas locales al margen del yen son una forma de fuga de capitales. Si aumentan ampliamente como medio de pago entre los ciudadanos, su circulación podría derivar en un incremento del poder de gasto regional, adviritó el experto Noriko Hama, del Instituto de Investigación Mitsubishi.
Pero no todos están dispuestos a usar las monedas alternativas más allá de las comunidades, y muchos dudan si en realidad este medio de pago cambiará el comportamiento de la sociedad japonesa o si sólo son una moda pasajera en tiempos difíciles.
No estoy desechándolas, pero todavía tengo dudas sobre si funcionarán en Japón, donde el espíritu de solidaridad no es igual al de Occidente, señaló un comerciante que se unió a una red de intercambio.
Las personas aquí pertencen a un grupo y no se abren a otra comunidad con distintos intereses. Eso haría que las monedas alternativas tengan corta vida, afirmó. (FIN/IPS/tra- eng/sk/aag/js/rp/dcl-mj/if dv/02