DESARROLLO: Indígenas detienen fuga de tesoro amazónico

Los indígenas de la Amazonia venezolana lograron retener uno de sus mayores tesoros a través de la base de datos Biozulua, en la que investigadores estatales recogieron conocimientos ancestrales sobre la biodiversidad de esa vasta zona.

”Los pueblos, comunidades y organizaciones indígenas demandamos que se paralice la comercialización de esa base de datos hasta que definamos su uso, ya que ese conocimiento nos pertenece por derecho consuetudinario”, dijo a IPS Tito Poyo, de la etnia ka'riña y secretario del Consejo Nacional Indígena de Venezuela (Conive).

Más aún, se trata de ”un conocimiento tradicional indígena que tiene un componente sagrado y cosmogónico”, señaló otro dirigente indígena, el piaroa Daniel Guevara, defensor de que la base de datos sea entregada por el gobierno a las comunidades indígenas que la nutrieron.

Biozulua, ”escondite de la vida” en lenguas indígenas, recoge ”casi 1.000 registros de recursos vegetales, animales y minerales utilizados desde tiempo inmemorial por 24 comunidades de las 19 etnias de la Amazonia venezolana”, explicó a IPS el investigador Iñigo Narbaiza.

El proyecto ”contiene información sobre el uso en cada comunidad de especies botánicas en forma de medicinas, alimentos, como fibras, para construcción, artesanías o fines religiosos, y un inventario de lombrices, arañas, insectos y otros animales, así como de arcillas y otros minerales”, agregó Narbaiza.

La base Biozulua ”surgió a mediados de la década del 90, al constatarse que parte del conocimiento tradicional indígena se estaba perdiendo y como una forma de que las comunidades lo recuperasen”, dijo Ramiro Royero, coordinador del banco de datos y de la estatal Fundación para el Desarrollo de las Ciencias en Venezuela (Fudeci).

Los investigadores de Fudeci ”constatamos que los grupos indígenas perdían conocimientos una vez que los jóvenes emigraban a pueblos y ciudades”, apuntó.

”Por ejemplo, en un área remota una mujer utiliza un remedio natural para aliviar su dolor menstrual, pero en el pueblo su misma gente compra un medicamento industrial, porque le resulta más fácil”, explicó.

”Como resultado de este trabajo de años de observación, fotografías, grabaciones y entrevistas a shamanes (médicos in dígenas), tenemos el que, quizás, sea único banco de datos sobre la medicina tradicional existente en la cuenca amazónica”, añadió Royero.

Apenas cinco por ciento de las plantas amazónicas han sido estudiadas ”y los beneficios potenciales para la comunidad médica son enormes”, indicó el experto.

El estado de Amazonas, ubicado en el extremo sur venezolano y donde nacen los ríos Orinoco y Negro, afluente éste del Amazonas, es un territorio de 175.000 kilómetros cuadrados habitado por 120.000 personas, casi 50.000 de las cuales son indígenas.

La zona está vedada a la explotación minera y tiene 5,3 millones de hectáreas de parques nacionales.

Venezuela, según el informe presentado en la Cumbre de la Tierra, realizada en 1992 en Río de Janeiro, es uno de los 10 primeros países en diversidad biológica, con 650 tipos de vegetación, más de 15.900 especies vegetales, 332 de reptiles, 1.195 de peces, 328 de mamíferos y una gran cantidad aunque imprecisa de invertebrados.

Puerto Ayacucho, capital de Amazonas, albergó en noviembre una reunión entre representantes indígenas y de organismos de ciencia del Estado, que patentizó criterios diversos respecto del uso de Biozulua.

”Cuando una semilla se saca de su ambiente se muere a mitad de camino y lo mismo puede pasar con el conocimiento indígena. Si esa base de datos no queda en manos de sus propietarios, nunca va a germinar”, aseveró el anciano piaroa Andrés Guevara, quien ha expuesto sus conocimientos en auditorios de Canadá, Colombia y Estados Unidos.

Según María Rodríguez, abogada de Fudeci, ”hay dos cosas que no están en discusión, como es la titularidad del Estado venezolano de la base de datos y que los conocimientos contenidos en el banco son de las comunidades indígenas”.

”Queremos que los indígenas se sientan tranquilos, porque esa información se está protegiendo desde el gobierno, pues no hay un solo permiso para divulgarla. Los científicos (de Fudeci) han firmado cartas de confidencialidad”, agregó Rodríguez.

Poyo dijo que, tras reuniones con pueblos de Amazonas, el Conive ”exige que se paralice toda la investigación de Biozulua hasta tanto se reglamente su uso, con participación de las comunidades”, sobre lo que parece haber consenso.

La vicepresidenta de la Asamblea Nacional (Congreso legislativo), Noelí Pocaterra, de la etnia wayúu, señaló que ”para esa y otras materias hemos establecido en el parlamento una comisión de participación, garantías, deberes y derechos indígenas”.

Los indígenas, de 34 etnias que habitan sobre todo zonas de frontera, suman 532.000 personas en este país de 23,2 millones de habitantes, según el censo de 2001.

El parlamento se apresta a elaborar una nueva ley sobre el asunto con base en un proyecto en el cual ”el Estado reconoce el derecho a la propiedad intelectual colectiva de los conocimientos, innovaciones y prácticas propias de los pueblos y comunidades indígenas”.

Los pueblos indígenas ”percibirán no menos de 20 por ciento de las utilidades resultantes del aprovechamiento comercial de los recursos genéticos” de las zonas que habitan, según el proyecto.

Narbaiza advirtió otro ángulo del problema y es que muchas de las plantas y otros recursos registrados en Biozulua están presentes también en otros países de la cuenca amazónica, como Brasil, Colombia, Ecuador y Perú, ”que podrían adelantarse en la explotación comercial de esos recursos o ser presa de la piratería”.

Sobre la comunidad científica y los pueblos indígenas de Venezuela gravita el caso de la ayahuasca, planta de la Amazonia patentada como suya por el laboratario estadounidense Loren Miller y que tiene en pie de guerra a la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica, de la que forma parte el Conive. (FIN/IPS/hm/dm/sc en/02

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