El gobernante Partido Republicano de Estados Unidos apela hace 40 años a una discreta estrategia electoral que le ha permitido ganar el voto de los racistas blancos, advierten activistas de derechos humanos y políticos liberales.
El Partido Republicano evitó un recrudecimiento de las acusaciones de racismo en su contra al designar al senador Bill Frist como su líder en la cámara alta en sustitución de Trent Lott.
En un esfuerzo por mantenerse en el cargo, Lott mostró a lo largo de dos semanas una conversión del supremacismo blanco a la defensa de los derechos civiles de los negros, más propia del opositor Partido Demócrata.
La controversia, saldada con la renuncia de Lott el viernes, tendrá un gran impacto en los votantes tradicionales del Partido Republicano, mayoritariamente blancos.
Frist, de 50 años, es un cirujano que trabajó como voluntario en Africa, pero sus antecedentes en el Congreso legislativo en materia de derechos civiles de los negros son virtualmente idénticos a los de Lott.
El nuevo líder de la mayoría republicana en el Senado procede de Tennessee, un estado del Sur (la región sudoriental del país), tradicionalmente segregacionista.
También es sureño el próximo líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, Tom DeLay, de Texas, el mismo estado de donde es originario el presidente George W. Bush.
El predominio blanco y sureño dentro del Partido Republicano es la culminación de un proceso que comenzó en 1964 con la candidatura presidencial del senador Barry Goldwater, de Arizona, quien había rechazado la Ley de Derechos Civiles contra la segregación de los negros hasta entonces vigente en el Sur.
Goldwater fue aplastado en las urnas por el presidente Lyndon B. Johnson (1963-1969), pero ganó en varios estados sureños. Fue el primer candidato no demócrata que lo logró desde 1948, cuando el senador Strom Thurmond se separó del Partido Demócrata y se postuló al frente del racista Partido de los Derechos de los Estados.
La debacle para Lott comenzó, precisamente, cuando se manifestó orgulloso por el apoyo que los votantes de Mississippi dieron en 1948 a la prédica segregacionista de Thurmond, el senador más viejo del país, en una ceremonia de homenaje cuando cumplió 100 años.
Quiero dejar claro esto sobre mi estado. Cuando Strom Thurmond se postuló a presidente, nosotros (en Mississippi) lo votamos. Estamos orgullosos de eso. Si el resto del país hubiese seguido nuestro ejemplo, tampoco hubiésemos tenido todos estos problemas durante todos estos años, señaló Lott en su discurso.
Los sureños manifestaron un sólido sentimiento antirepublicano aun antes de la Guerra Civil (1861-1865), cuando ese partido, encabezado por el presidente Abraham Lincoln (1861-1865), era identificado con la campaña para abolir la esclavitud.
Como consecuencia, los demócratas mantuvieron una sólida mayoría en el Sur desde que las tropas del gobierno se retiraron en 1877, cuando quedaron supuestamente garantizados los derechos civiles y al voto de los negros emancipados.
Pero de inmediato, cuando los blancos recuperaron el control de los gobiernos locales y estaduales, impulsaron la aprobación de leyes que dificultaron la integración social de los negros y su ejercicio del derecho al voto.
Eso cambió gradualmente sólo después de que Thurmond se separó del Partido Demócrata en 1948, en protesta por las propuestas de ley contra el linchamiento y por las gestiones del entonces presidente Harry Truman para la integración de negros en las Fuerzas Armadas.
El legislador, que se jubilará en enero tras 48 años en el Senado, representó en 1948 a los llamados Dixiecrats, demócratas disidentes opuestos a la política integracionista del presidente Harry Truman (1945-1953).
Luego de su fracaso electoral, Thurmond se afilió al Partido Republicano y conquistó un escaño por el sudoriental estado de Carolina del Sur.
Los años 60 fueron el punto de quiebra. Liderados por el presidente Johnson, los demócratas y los republicanos liberales, la mayoría procedentes del Norte, impulsaron leyes que fortalecieron la autoridad federal en el Sur y la integración de los negros.
Una versión ampliamente aceptada indica que Johnson, él mismo un sureño de Texas, dijo a su secretario de prensa, Bill Moyers, después de firmar la Ley de Derechos Civiles en 1964: Bill, creo que hemos entregado el Sur al Partido Republicano por mucho tiempo.
Fue el presidente Richard Nixon (1969-1974), del Partido Republicano, quien vio en el voto de los blancos opositores a la integración de los negros una oportunidad de romper el predominio demócrata en el Sur.
Nixon introdujo a los racistas blancos en una coalición con los empresarios que tradicionalmente votaron al partido, dijo el ex senador republicano Linwood Holton, de Virginia.
Lo que luego se conoció como estrategia sureña fue lo que le dio la victoria a los republicanos en sucesivas elecciones.
Para ganar el voto de los racistas blancos del Norte y del Sur sin hacer apelaciones explícitas, Nixon y los siguientes candidatos republicanos a la presidencia utilizaron términos en clave, como ley y orden, derechos de los estados y la oposición a la acción afirmativa (discriminación positiva).
Ronald Reagan (1981-1989) abrió su campaña presidencial en 1980 defendiendo los derechos de los estados en contraposición con el fortalecimiento del sistema federal, para aludir a Mississippi, donde un jefe de policía participó en el asesinato de tres activistas por los derechos civiles en 1964.
Reagan negó entonces que el crimen tuviera como objetivo el movimiento integracionista.
Ocho años más tarde, George Bush (1989-1993), padre del actual presidente, recordó a los votantes que un negro condenado a prisión y en libertad gracias a un programa apoyado por su rival, el demócrata Michael Dukakis, había violado a una mujer blanca. Bush aseguró que su crítica no tenía vínculo con la raza del delincuente.
En la campaña de 2000, el actual presidente George W. Bush insistió en que él era un republicano diferente, imagen que alentó con su promesa de designar a dos negros en su gabinete, Colin Powell como secretario de Estado (canciller) y Condoleezza Rice como consejera de Seguridad.
Pero en las elecciones internas republicanas en Carolina del Sur, Bush defendió la inclusión del pabellón confederado (el usado por las tropas sureñas durante la Guerra Civil del siglo XIX) en la bandera del estado, lo cual, según su rival, el moderado John McCain, tenía connotaciones esclavistas.
Bush realizó ese discurso en la Universidad Bob Jones, una institución cristiana fundamentalista que hasta hace pocos años prohibía la formación de parejas interraciales.
Las disimuladas apelaciones a la derecha racista han sido el sucio secretito del Partido Republicano durante cuatro décadas, observó el profesor de historia Joseph Crespino, de la Universidad George Mason, en una columna publicada por el diario The New York Times antes de la renuncia de Lott.
La historia de las apelaciones raciales no se esfumará aunque los republicanos remplacen al señor Lott, escribió Crespino.
La renuncia de Lott, aunque bienvenida, no tiene efecto sobre la arraigada mentalidad segregacionista de los republicanos. Frist muestra una mejor imagen, pero las políticas republicanas continúan siendo antinegras, sostuvo el director de la organización no gubernamental Africa Action, Salih Booker. (FIN/IPS/tra-eng/jl/mj/ip hd/02


