El triunfo del candidato oficialista Roh Moo Hyun en las elecciones presidenciales de Corea del Sur constituye un importante revés para la política de mano dura de Estados Unidos hacia Corea del Norte y para sus planes militares en Asia.
Roh, del gobernante Partido Democrático del Milenio, se autoproclamó vencedor en los comicios del jueves al obtener 49,1 por ciento de los votos, frente a 46,8 por ciento de su principal competidor, Lee Hou Chang, del opositor Gran Partido Nacional.
Las elecciones surcoreanas fueron las terceras en los últimos meses en las que la política exterior y militar de Washington es el asunto central de la campaña y en las que pierden los candidatos más identificados con la estrategia del gobierno de George W. Bush.
Corea del Sur pasó a ser otro país clave en la lucha contra el llamado eje del mal (Corea del Norte, Irán e Iraq) en el que la mayoría de los votantes se oponen a la campaña de Estados Unidos contra el terrorismo. La mismo ocurrió en Alemania y Pakistán.
El independiente Centro de Investigación Pew para el Pueblo y la Prensa realizó una encuesta que reveló un importante aumento del sentimiento antiestadounidense en la mayor parte del mundo y, en especial, en países aliados de Washington como Corea del Sur, Pakistán y Turquía.
Estamos viendo el fenómeno que esperábamos. Cuando se tiene una actitud imperialista como la del actual gobierno (de Bush), el resultado es la unión del sentimiento antiestadounidense en el mundo, sostuvo Chalmers Johnson, analista experto en asuntos de Asia oriental de la Universidad de California.
Roh es un abogado y activista de derechos humanos que defendió la política de acercamiento hacia Corea del Norte, por la cual el actual presidente de Corea del Sur, Kim Dae Jung, ganó el premio Nobel de la Paz en 2000.
El ahora presidente electo mantuvo esa postura aun luego de que Pyongyang revelara que continuó trabajando en secreto en su programa de desarrollo de armas nucleares, violando un acuerdo con Estados Unidos.
Lee, por su parte, señaló en la campaña que Kim había fallado en su intento de acercarse a Corea del Norte y propuso adoptar una política más a tono con los intereses de Washington.
Bush había humillado al presidente surcoreano en marzo de 2001, cuando lo recibió en la Casa Blanca, y denunció que el líder norcoreano, Kim Jong Il, no era confiable tras aclarar que no continuaría las negociaciones con Pyongyang iniciadas por su antecesor, Bill Clinton (1993-2000).
Washington aseguró en octubre que Corea del Norte violó el acuerdo de 1994, por el cual se había comprometido a poner fin a su programa nuclear a cambio de ayuda petrolera y humanitaria para afrontar sus severa crisis económica.
El gobierno de Bush suspendió de inmediato entonces los envíos de crudo y presionó a Corea del Sur y a Japón para que hicieran lo mismo con la entrega de alimentos.
Roh dijo en su campaña electoral que era contrario a la política de mano dura de Bush y advirtió que revisará las relaciones con Estados Unidos, al tiempo que mantendrá e incluso intensificará el acercamiento con Corea del Norte.
Yo no tengo ningún sentimiento antiestadounidense, pero tampoco me voy a inclinar ante los estadounidenses, subrayó Roh.
El resentimiento popular contra Estados Unidos aumentó en Corea del Sur luego de que en noviembre un tribunal militar absolviera a dos soldados estadounidenses que habían atropellado a dos adolescentes surcoreanas durante ejercicios militares en una aldea al norte de Seúl.
La decisión del tribunal hizo que estudiantes de todo el país realizaran manifestaciones contra el gobierno de Bush y la presencia de 37.000 soldados estadounidenses en territorio surcoreano.
Estados Unidos, concentrado con sus preparativos para una posible ofensiva militar contra Iraq, tardó en reaccionar y finalmente la semana pasada el subsecretario de Estado, Richard Armitage, pidió perdón en nombre de Bush, aunque no logró apaciguar la indignación popular.
Querían ver al presidente (Bush) pidiendo disculpas, señaló Don Oberdorfer, especialista en política e historia coreana de la estadounidense Escuela Johns Hopkins de Estudios Internacionales Avanzados.
El resultado de las elecciones surcoreanas fue otra derrota para los llamados halcones del gobierno de Bush, a quienes un triunfo de Lee hubiera favorecido, entre otras cosas, para la puesta en práctica de su ansiado plan de consolidación de su presencia militar en todo el área del océano Pacífico.
No hay duda que ellos habrían estado mucho más cómodos con Lee, señaló Oberdorfer.
Lo mismo ocurrió hace cuatro meses en Alemania con la victoria del canciller (jefe de gobierno) alemán Gerhard Schroeder sobre el conservador Edmund Stoiber. Schroeder atacó con dureza a Estados Unidos en su campaña y expresó rechazo a los planes de ese país para invadir Iraq.
Bush estaba tan molesto con las declaraciones de Schroeder, que no sólo se negó a felicitarlo por el triunfo, sino que congeló por un mes los contactos a nivel ministerial entre ambos países.
En Alemania y Corea del Sur hay un creciente sentimiento antiestadounidense, y los políticos lo aprovechan para llegar a la presidencia. Esto revela cómo el poder de Washington causa miedo y odio en muchos países que eran aliados, dijo Charles Kupchan, analista del Consejo de Relaciones Exteriores, con sede en Nueva York.
Eso ocurre en particular en países con fuerte cultura democrática, porque al pueblo de esas sociedades no le gusta que los hermanos mayores les digan qué tienen que hacer, observó, por su parte, Oberdofer.
En Pakistán, si bien no tiene una larga tradición democrática, ocurrió algo similar.
Una colación de grupos radicales islámicos afines al movimiento Talibán, que gobernó gran parte de Afganistán y fue derrocado por Estados Unidos en 2001, ganó dos legislaturas de provincias claves en los comicios de octubre, una muestra del fuerte rechazo popular a la belicosa política exterior de Washington.
Si siguen habiendo elecciones en otras partes del mundo en las que ganen los candidatos antiestadounidenses, debemos tomar nuestras canicas e irnos a casa, dijo Kupcham, autor del libro The End of the American Era (El fin de la era de Estados Unidos).
En su libro, Kupchman advirtió que el unilateralismo y las ambiciones mundiales de los halcones de Washington no podrán mantenerse por mucho tiempo. (FIN/IPS/tra-eng/jl/ml/rp/ip/02