La suerte de los subsidios a la agricultura que otorgan los países del Norte industrializado depende de negociaciones en la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero también de campañas de campesinos del mundo en desarrollo y otros grupos de la sociedad civil.
En las últimas semanas, el debate en la OMC ha tendido a bloquearse, mientras las movilizaciones aumentaban.
Persisten importantes discrepamcias entre los países que discuten una mayor liberalización del comercio mundial de productos agrícolas, que moviliza unos 500.000 millones de dólares anuales, admitió el ex embajador de Hong Kong Stuart Harbinson, quien preside esas negociaciones en la OMC.
Las deliberaciones de la OMC, con sede en Ginebra, son seguidas en forma crítica por organizaciones no gubernamentales (ONG) encabezadas por la británica Oxfam, la estadounidense Instituto para Políticas Agrícolas y Comerciales (IATP, por sus siglas en inglés) y la Red del Tercer Mundo, con sede en Malasia.
La directora del área de comercio del IATP, Sophia Murphy, criticó a Harbinson por tratar de reducir las diferencias entre las partes antes del 31 de marzo, plazo fijado para resolver la cuestión de los subsidios por la IV conferencia de ministros de Comercio de la OMC, que se realizó en Doha en noviembre de 2001.
Ese plan de Harbinson es irreal y socava el llamado espíritu de desarrollo de Doha, dijo Murphy, en referencia a la ronda internacional de negociaciones comerciales lanzada en esa conferencia.
Por otra parte, el retraso de las negociaciones para desmontar los sistemas de subsidios del Norte hace aumentar la presión de los sectores sociales del Sur en desarrollo perjudicados por ese proteccionismo.
En México, grupos campesinos pidieron la suspensión del capítulo agrícola del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), integrado también por Estados Unidos y Canadá.
El campo es una bomba de tiempo que podría explotar muy pronto, advirtió Rosario Robles, presidenta del Partido de la Revolución Democrática, la tercera fuerza política mexicana.
Los campesinos de México caminan hacia la muerte, pues hay una competencia comercial desleal desde Estados Unidos y un abandono del gobierno mexicano al campo, alegó Alberto Gómez, de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas.
En mayo, el gobierno de Estados Unidos fortaleció su proteccionismo agrícola al disponer que los productores rurales estadounidenses reciban 173.500 millones de dólares en subsidios durante los próximos 10 años.
Productores agrícolas de América Central alegaron que la experiencia mexicana en el TLCAN muestra la inconveniencia de acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, ya que desde que se firmó ese tratado en 1994, ha crecido en forma vertiginosa el déficit de México en el comercio internacional de productos agropecuarios.
El economista estadounidense Joseph Stiglitz, ganador del Premio Nobel de Economía en 2001, advirtió a los países de América Latina que no se beneficiarían de una asociación comercial con Estados Unidos, porque Washington no está dispuesto a levantar las barreras que impone a las importaciones.
Casi todos los países industrializados, miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) sostienen a sectores agrícolas ineficientes, sobre todo mediante restricciones al ingreso de productos competitivos de otras naciones, créditos a las exportaciones y otras medidas de apoyo interno, según la propia OCDE.
El costo de los subsidios, pagado por consumidores y contribuyentes de esos países, se elevó en 2001 a 311.000 millones de dólares, un monto que equivale a 1,3 por ciento del producto interno bruto de la OCDE, integrada por las naciones más ricas del mundo.
La Unión Europea (UE) paga en promedio un subsidio diario de dós dólares por cada vaca de los países que la integran, mientras 41,4 por ciento de los 1.100 millones de habitantes de India viven con ingresos inferiores a dos dólares por día, destacó Oxfam en un informe.
Los gobiernos de los países ricos insisten constantemente en que están comprometidos con la reducción de la pobreza mundial, pero mediante sus políticas comerciales saquean a los pobres para darle a los ricos, alegó la ONG.
Los aranceles a las importaciones, uno de los recursos proteccionistas del Norte, cuestan a los países del Sur unos 43.000 millones de dólares anuales, calculados en la hipótesis de que las importaciones del mundo industrializado aumentarían sin esos aranceles.
Pero los aranceles no son la única herramienta del proteccionismo, ni la más importante. Con el mismo criterio de cálculo, las pérdidas causadas al mundo en desarrollo por todas las barreras comerciales que impone el Norte suman más de 100.000 millones de dólares por año, o sea el doble del monto total anual de la asistencia al desarrollo.
Africa subsahariana, la región más pobre del mundo, pierde unos 2.000 millones de dólares por año debido a restricciones comerciales aplicadas por las naciones ricas. En los casos de India y de China, esa merma anual es unos 3.000 millones de dólares.
Algunas de esas barreras interpuestas por los países industrializados son exorbitantes. Japón, por ejemplo, impone a sus importaciones de arroz un arancel de 406 por ciento, según corroboró la OMC en octubre.
Ese altísimo arancele impide que accedan al mercado japonés países asiáticos que son eficientes en la producción de arroz, y en especial Tailandia.
Tailandia es uno de los países exportadores de productos agrícolas que integran el Grupo de Cairns, defensor de la liberalización del comercio en ese sector, cuyos planteos on resistidos principalmente por la UE, pero también por Japón, Corea del Sur, Noruega y Suiza.
El Grupo de Cairns advirtió que la actual negociación del acuerdo de agricultura es una de las últimas oportunidades que le quedan a los miembros de la OMC para corregir las injusticias del sistema multilateral de comercio.
El éxito de las negociaciones de la Ronda de Doha depende de los resultados favorables que se obtengan en el sector agrícola, afirmó (FIN/IPS/pc/mp/if dv/02