El encuentro de este martes en Washington entre el izquierdista presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el conservador mandatario de Estados Unidos, George W. Bush, no será un duelo de adversarios.
Lula y Bush sostienen ideologías y visiones encontradas en muchas cuestiones políticas y económicas.
Pero las relaciones de Lula, líder del Partido de los Trabajadores (PT) con el mundo o, más precisamente, la reacción de muchos líderes internacionales conservadores a su ascenso, cambió radicalmente desde que fue electo para gobernar Brasil el 27 de octubre.
El gobierno de Estados Unidos y los mercados financieros internacionales, que emitían antes de las elecciones señales desfavorables al candidato, provocando reiteradas depreciaciones de la moneda brasileña, adoptaron una nueva actitud después que se confirmó su triunfo.
Antes de viajar a Washington, Lula se reunió en Sao Paulo con el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Horst Koehler, quien se manifestó impresionado con el compromiso del presidente electo de enfrentar los problemas sociales, sosteniendo políticas económicas prudentes.
Washington está inclusive dispuesto a colaborar con el programa social hambre cero, que será prioridad del futuro gobierno brasileño, y cuya meta es lograr que en cuatro años todos los ciudadanos del país tengan garantizadas tres comidas diarias, según anunció Lula.
Los opuestos se entienden cuando se trata de relaciones internacionales que ponen en juego tanto intereses comunes como divergentes, dijo a IPS Clovis Brigagao, director del Centro de Estudios Americanos de la Universidad Candido Mendes, de Río de Janeiro.
Lula y Bush podrán entenderse sin problemas, pese al unilateralismo que adoptó la política internacional estadounidense después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, sostuvo el experto.
Estados Unidos no cometería la tontería de exigir al gobierno Lula apoyo a sus políticas unilaterales, con el argumento de combatir el terrorismo, pues interesa a Bush restablecer buenas relaciones con América Latina, bajo el liderazgo responsable de Brasil, opinó Brigagao.
La realpolitik, el pragmatismo exigido en la política exterior, impone el canje de concesiones. Pero Brasil ya hizo muchas, y eso le da a Lula gran poder de negociación para reclamar reciprocidad, evaluó Brigagao, añadiendo que el estadista se hace en esas gestiones.
Brasil aplicó las recomendaciones impulsadas por Washington, el FMI y el Banco Mundial, como la apertura comercial, las privatizaciones y el ajuste fiscal. Además firmó el Tratado de No Proliferación de armas nucleares, otra exigencia de las grandes potencias del Norte industrial.
Lula y sus asesores económicos ya dejaron claro que negociarán con dureza el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), adoptando en la defensa de los intereses brasileños la misma firmeza de Estados Unidos.
La integración comercial hemisférica será uno de los puntos centrales del diálogo con Bush este martes.
La posición brasileña ante Estados Unidos está bien fundada por la presencia en Washington del embajador Rubens Barbosa, y eso ayuda a Lula, estimó Brigagao.
Barbosa promovió en los últimos años un detallado estudio del proteccionismo estadunidense, dirigido exactamente contra los productos más competitivos de Brasil, como jugo de naranja, acero, azúcar y tabaco. Con todo, Estados Unidos es el principal social comercial del país sudamericano.
Después de su visita a Estados Unidos, Lula viajará a México, donde se reunirá el miércoles con el presidente Vicente Fox, y finalizando sus giras diplomáticas anteriores a la asunción del cargo, el 1 de enero.
La semana pasada el mandatario electo estuvo en Argentina y Chile, en señal de la prioridad que atribuye al Mercado Común del Sur (Mercosur) y a la integración de América del Sur.
Pero en esa cuestión, modificó el propósito de la asociación con los países vecinos, señalando que pretende una integración política y estratégica, más allá del comercio.
En esas condiciones sugirió la posibilidad de una incorporación de Chile como miembro pleno del Mercosur, aunque no obligado a adoptar el arancel externo común del bloque.
Las diferencias en las políticas arancelarias del Mercosur y Chile son el principal obstáculo a su ingreso al bloque. Mientras Chile aplica aranceles uniformes de seis por ciento a todos los productos, el Mercosur varía de cero a 35 por ciento, con un promedio de 14 por ciento.
Pero la plena integración interesa a ambas partes, por el poder que daría a sus negociaciones internacionales.
A juicio de Brigagao, el gobierno Lula deberá seguir los lineamientos de política exterior del actual gobierno de Fernando Henrique Cardoso, aunque con alteraciones de tono.
La misma se refiere, sobre todo, a la construcción de la integración sudamericana, que está en marcha, aunque lenta, desde la cumbre que reunió a doce presidentes del subcontinente en Brasilia, hace dos años.
La política exterior de Brasil adquirió un carácter propio, con cierta autonomía respecto de los partidos que se turnan en el ejercicio del poder, y es conducida por una cancillería profesional, considerada uno de los cuerpos técnicos gubernamentales menos afectados por los cambios de gobierno. (FIN/IPS/mo/dcl/ip/02