Científicos temen que la construcción en marcha de varios gasoductos en Bolivia acabe por completo con una especie de maní silvestre, cuya explotación podría mejorar la alimentación de los pobres de América Latina, Africa y Asia.
Es vital que estos antiguos familiares del maní, que están en medio de proyectos de gran escala, sean recolectados, estudiados y conservados antes de que se pierdan para siempre, dijo a IPS el botánico David Williams, del Instituto Internacional de Plantas y Recursos Genéticos con sede en Cali, Colombia.
No sería una pérdida sólo para Bolivia, que tiene soberanía sobre sus recursos genéticos, sino también para los productores y consumidores de maní de todo el mundo, en especial en los países pobres de Africa y Asia, donde el maní es aun más importante como medio de subsistencia que en América del Sur, afirmó Williams.
El maní o cacahuete es producido en 108 países. En América del Norte y Europa se lo usa como bocadillo, en postres o para hacer mantequilla, pero en Asia y Africa se lo utiliza fundamentalmente para hacer un aceite que es la principal fuente de proteínas.
Noventa por ciento del maní se produce en países pobres, en particular de áreas con poca frecuencia de lluvias.
La planta del maní es atacada por pestes y enfermedades que pueden reducir en gran medida la cosecha, según expertos de Future Harvest, una red de centros de investigación agrícola en 16 países y con sede central en Washington.
La red fue organizada por el Grupo Consultivo Internacional para la Investigación Agrícola (Cgiar), creado a su vez por el Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Los investigadores de la red sostienen que la especie antigua de maní hallada en Bolivia es más resistente a las enfermedades y a las sequías, y que su utilización permitiría a los granjeros reducir el uso de pesticidas y aumentar las cosechas.
Sabemos que hay muchas plantas de maní silvestre para ser recolectadas en el Chaco (región selvática central compartida por Argentina, Bolivia y Paraguay), y sabemos que están amenzadas, afirmó Williams, quien participó de una expedición a la zona en 1994.
Los científicos concluyeron que en el Chaco se cruzaron y combinaron dos clases de plantas cuyo origen se remonta a unos 6.000 años, y de esta mezcla salió el antecesor del cacahuete que se conoce hoy.
Williams llama a esta especie el santo grial de la evolución del maní y sostiene que hay entre 15 y 20 clases diferentes de cacahuete en el Chaco que todavía no han sido estudiadas.
Si usamos genes de esta especie, más resistente a la sequía y a las pestes, ayudaríamos a los productores de Africa y Asia, afirmó el director general del Centro Internacional de Investigación en Trópicos Semiáridos con sede en Hyderabad, India, William Dar.
La construcción de gasoductos en Bolivia en los últimos tres años motivó el desplazamiento de muchas personas a la zona en que abunda esta planta, donde construyeron casas y granjas.
Este desplazamiento de personas, además de la maquinaria para construir los gasoductos, perjudicó a comunidades indígenas que han vivido por miles de años en el Chaco y en el Chiquitano, el último bosque tropical seco intacto del mundo.
Los indígenas se movilizaron contra la construcción de los gasoductos y pidieron al gobierno boliviano que prohibiera cualquier intromisión extranjera en la zona, por lo que Williams y otros investigadores no han podido obtener una licencia para recolectar las plantas o al menos para adquirir una muestra.
Las empresas Shell y Enron Corporation construirán una nueva red de ductos que transportarán gas boliviano a Brasil, con una inversión total de 2.000 millones de dólares.
El Banco Mundial apoyó el proyecto con otros 310 millones, a pesar de las fuertes críticas de las organizaciones ambientalistas Amazon Watch y Amigos de la Tierra Internacional y del Instituto de Estudios Políticos, con sede en Washington.
Estas organizaciones divulgaron el mes pasado un informe sobre el impacto ambiental de los gasoductos en Bolivia, señalando que las empresas constructoras causaron estragos en el bosque Chiquitano y no compensaron a unas 38 comunidades indígenas de la zona.
Mientras, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), rama regional del Banco Mundial, aprobó la semana pasada un préstamo de 132 millones de dólares para la construcción de un gasoducto entre Bolivia y Argentina, el Yabog II.
Tanto el BID como el Banco Mundial realizaron estudios sobre el impacto ambiental de los proyectos, pero ninguno consultó al CGIAR respecto de los eventuales efectos sobre el maní silvestre.
No se han dado cuenta de la importancia de las especies de maní silvestre en la zona. Este asunto es, incluso, poco conocido por la mayoría de los ambientalistas y por los biólogos que no están vinculados a la investigación agrícola, señaló Williams.
Pero además del maní, la zona es rica en piña (ananá), ají picante y otras variedades vegetales silvestres, señaló el experto.
El instituto de Williams ayuda al gobierno de Bolivia a documentar la cantidad y variedad de sus especies de flora para incluirlas en sus programas nacionales de conservación ambiental.
Pero Williams y el CGIAR todvía insisten en que se les permita recolectar lo antes posible muestras de la especie de maní amenazada, que serían también entregadas a organizaciones bolivianas de investigación y al Departamento de Agricultura de Estados Unidos. (FIN/IPS/tra-eng/jl/rp/en/02