La discriminación de que son víctimas las mujeres negras de Brasil se ve incrementada en los casos en que contraen sida, a lo cual se debe agregar la pobreza que afecta a la mayoría de ellas.
El hecho de ser portadora de VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) significa un mayor rechazo de la sociedad a mujeres que ya son discriminadas por el color de su piel y por la condición femenina, que persiste como factor de desigualdad social.
Fue muy pesado descubrir el contagio hace cinco años, cuando mi hijo menor tenía sólo seis meses de vida y comenzó a mostrar síntomas de sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), contó a IPS Kelly Cristina Termiano.
Sólo entonces ella descubrió ser portadora del VIH heredado de su marido, fallecido algunos meses antes de meningitis y, probablemente, sin saber que se había contagiado debido al uso de drogas inyectables.
Madre desde la adolescencia, Termiano ya tenía seis hijos a los 26 años, cuando conoció la tragedia. Solamente el menor fue contaminado, el cual hoy vive bien sin síntomas del sida.
Termiano nació en Florianópolis, capital del meridional estado de Santa Catarina, donde sufrió una acentuada discriminación, porque en el sur de Brasil la población negra es relativamente menor que en las otras regiones y más oprimida.
Su infancia y juventud estuvieron marcadas por pocas relaciones de amistad, limitadas a las personas de su mismo color de piel, por la entrada prohibida en los clubes y por ver a los suyos humillados al ser llamados monos y a algunas negras intentando emblanquecer por vergüenza.
El miedo al prejuicio y a la vida con sida me llevaron a la bebida y a la droga, recordó Termiano. Si por ser negra ya me discriminaban, imagínate con sida, señaló.
Pero luego, por presión de la familia, que amenazaba expulsarla de su casa si no buscaba ayuda especializada, adhirió al Grupo de Apoyo y Prevención del Sida (GAPA), gracias a lo cual pasó a tratarse con los medicamentos antirretrovirales distribuidos por el gobierno y trabajando como voluntaria.
El GAPA, una red organizada en todo el país, le dio un sentido de vida, reconoció Termiano, quien mantiene a su familia gracias a una pensión del marido muerto, que era funcionario de la universidad pública local.
Como voluntaria actúa en el programa Despierta mujer del GAPA, contando su experiencia de vida y divulgando informaciones para prevenir el VIH y superar los prejuicios.
Muchas mujeres negras ocultan su propio contagio por temor a la pérdida del empleo y de amistades, aumentando el riesgo de la epidemia, observó.
El VIH no distingue las personas por la etnia o color de piel, pero la epidemia de sida se desarrolla en un contexto social que sí es racista y por eso presenta riesgos y consecuencias distintas para negros y blancos, explicó el antropólogo Osmundo de Araujo Pinho, investigador de la Universidad de Campinas, del meridional estado de Sao Paulo.
Las estadísticas revelan que la epidemia crece principalmente en las capas más pobres de Brasil y a un ritmo más acentuado entre las mujeres.
Eso quiere decir que la población negra es la más afectada por esa tendencia, ya que es la más pobre y menos escolarizada del país por razones históricas, argumentó Pinho, coordinador de proyectos para Poblaciones Excluidas del GAPA en el nororiental estado de Bahia.
Las mujeres negras aparecen como las más vulnerables por esas tendencias de feminización y pauperización del VIH y también por la identidad negra impuesta por el pensamiento blanco hegemónico, que solo valora el cuerpo y atribuye a los afrodescendientes mayor sensualidad y atributos sexuales.
Esa imagen contribuye a provocar mayores situaciones de riesgo para negros y negras, observó Pinho.
Por su parte, el sicólogo Odonel Ferrari Ferrano comprueba cada día esa dura realidad en la práctica, como coordinador general del Centro Franciscano de Lucha contra el Sida (Cefran), en Sao Paulo.
Los afrodescendientes son mayoría entre las 300 personas contaminadas que la institución atiende por semana, aseguró Ferraria Ferrano a IPS.
Las mujeres negras constituyen el grupo que sufre mayor exclusión social, sumando el racismo y la mayor dificultad para obtener ingresos, comentó.
Por lo general las mujeres sufren mayor desempleo que los hombres, pero las negras afrontan mayores problemas porque son jefes de familia en mayor cantidad, destacó.
Ferraria Ferrano apuntó que el VIH agrava los prejuicios y hace más difícil obtener un trabajo, por eso una gran parte pasa entonces a valorizar la enfermedad para jubilarse precozmente.
La pensión aparece como única forma de obtener un ingreso, aunque muy bajo, pues en general el salario es el mínimo nacional, que equivale hoy a unos 55 dólares.
Eso exige comprobación médica de invalidez o un conjunto de enfermedades vinculadas al sida, como tuberculosis, toxoplasmosis y otras. El Cefran, existente hace ocho años, ayuda a desarrollar fuentes de ingresos, como organización de cooperativas de servicios, además de asistir a los portadores de VIH.
En Porto Alegre, capital del meridional estado de Río Grande del Sur, la Asociación Cultural de Mujeres Negras, fundada en 1991 para luchar contra el racismo, encara el problema con charlas sobre derechos ciudadanos y prevención del sida, además de la distribución de condones.
La secretria de la Asociación, Luana Castro, informó que también se realizan cursos, se organizan grupos de artesanas y en las llamadas Rondas de la Ciudadanía se promueven actividades culturales para elevar la autoestima de los negros, como clases de capoeira para los niños y niñas.
La capoeira es una danza desarrollada por afrodescendientes en Brasil, que en su origen era una forma de lucha corporal de los esclavos.
La Asociación busca también articular un movimiento nacional. Para eso promoverá un encuentro de mujeres negras de todo el país contra las enfermedades transmisibles sexualmente y sida, a realizarse del 29 de noviembre al 1 de diciembre en Porto Alegre. (FIN/IPS/mo/dm/he hd/02


