ISRAEL: Sharon, el izquierdista improbable

La imagen del primer ministro de Israel, Ariel Sharon, fue empujada hacia la izquierda por su rival dentro del conservador partido Likud, el canciller Benjamin Netanyahu, en las vísperas de las elecciones internas que se celebrarán este jueves.

La única preocupación de Sharon es que sus votantes tradicionales permanezcan en casa y no concurran a las urnas, dada la gran ventaja que las encuestas le atribuyen sobre Netanyahu. También su segunda victoria electoral en dos años, en los comicios generales de enero, parece asegurada.

La derecha, y en particular el Likud, ha obtenido gran respaldo popular durante la actual intifada (insurgencia popular palestina), iniciada en septiembre de 2001 cuando Sharon, entonces líder opositor, visitó la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén, gesto considerado una provocación por los árabes.

Sin embargo, la previsibilidad del proceso electoral deja entrever algunos cambios en el mapa político israelí.

La ya tradicional rivalidad entre Netanyahu y Sharon está ahora condimentada por desacuerdos sobre la creación de un estado palestino. Sharon sostiene que ese objetivo es posible, aunque sólo después del cese total de la violencia, mientras su rival se niega siquiera a considerar la eventualidad.

”No creo que un estadista pueda oponerse al establecimiento de un estado palestino”, afirmó el primer ministro. Netanyahy, por su parte, afirmó que la mera discusión del asunto fortalecerá al ala palestina más radical, que, según él, interpretará cualquier gesto israelí como una recomensa a los atentados contra Israel.

Los principales colaboradores de Sharon acusaron a Netanyahu de dañar con su prédica las posibilidades electorales del Likud en las elecciones de enero.

El canciller, que como primer ministro firmó entre 1996 y 1998 dos acuerdos con la Autoridad Nacional Palestina que preside Yasser Arafat, procuró presionar al primer ministro desde la derecha. Como consecuencia, pintó un improbable retrato de un Sharon izquierdista.

Netanyahu llegó a comparar a Sharon con el candidato del opositor Partido Laborista a primer ministro, el general retirado Amram Mitzna, quien propone la inmediata retirada de las fuerzas armadas israelíes y de los asentamientos judíos de Cisjordania y Gaza para abrir paso a una negociación de paz con Arafat.

La posición de Mitzna es considerada tan extrema en el ambiente político israelí que el Likud se considera la única opción para los votantes de centro, que constituyen la mayoría del electorado.

Pero la visión que Sharon tiene sobre un estado palestino difiere mucho de la de Arafat, e incluso de la predominante en la comunidad internacional.

El gobernante propone entregar inicialmente a la Autoridad Nacional Palestina apenas 40 por ciento de Cisjordania para la constitución de un estado desmilitarizado cuyas fronteras estarán controladas por el ejército israelí.

Aun así, el respaldo dentro del Likud a algún tipo de estado palestino es una señal de que la sociedad israelí desarrolló a lo largo de los años un consenso al respecto.

La derrota anticipada de Netanyahu es atribuida por los expertos al aislamiento que le deparó su rechazo a esa posibilidad y su giro a la derecha, tanto dentro del mapa político israelí como dentro de su propio partido.

De todos modos, a pesar de todos los esfuerzos de Sharon por ubicarse en el centro para apuntalar su imagen de estadista, sus instintos están todavía profundamente arraigados en la derecha. Por ejemplo, su única respuesta al actual ciclo de violencia entre Israel y Palestina es el uso de la fuerza.

En los últimos dos años, Sharon se ha resistido constantemente a formular propuestas políticas a los palestinos, así como a negociar una solución mientras persista la violencia. También continúa apoyando a los colonos judíos en Cisjordania y Gaza, lo que dificulta cualquier diálogo.

Sharon destacó su buena relación con Estados Unidos y con el presidente George W. Bush como parte de su mensaje centrista, y sugirió que el vínculo podría resultar dañado con Netanyahu al frente del gobierno israelí, pues la creación de un estado palestino es parte de la propuesta de paz de Washington.

El primer ministro israelí también ha enfatizado que su amistad con Bush le permitirá ”combatir el terrorismo sin interferencia externa”.

La seguridad es su carta de triunfo. A pesar de dos años de violencia sin precedentes, muchos israelíes aún perciben a Sharon como garantía de paz y calma, una imagen que él cultivó en la campaña electoral de 2001.

La posibilidad de que el electorado israelí se vuelque a Mitzna en enero parece improbable, pues su Partido Laborista aún no se recuperó del fracaso del ex primer ministro Ehud Barak en las negociaciones de paz con Arafat. La intifada es hija de ese fracaso.

Por otra parte, muchos integrantes del Partido Laborista desacreditan a Mitzna, a quien consideran un dirigente paloma (pacifista) dispuesto a cometer un suicidio político.

La sociedad israelí se debate en una inexplicable dicotomía entre seguir a la derecha en materia de seguridad y moverse a la izquierda en asuntos políticos como la creación de un estado palestino. Como la seguridad continúa siendo la preocupación prioritaria, el triunfo de la derecha en enero parece asegurado. (FIN/IPS/tra-eng/fb/ss/mj/ip/02

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