La administración estadounidense de George W. Bush será la único responsable de sus eventuales fracasos, ya que las elecciones del martes dejaron al gobernante Partido Republicano el control de las dos cámaras legislativas.
El partido de Bush logró consolidar su mayoría en la Cámara de Representantes y reconquistar el Senado, cuyo control había perdido en mayo de 2001, cuando el entonces senador republicano moderado James Jeffords se declaró independiente.
Analistas atribuyeron el fracaso del Partido Demócrata a que sus candidatos no se atrevieron a lanzar una oposición más decidida ante Bush, quien goza de gran popularidad personal. El razonamiento se refuerza por el triunfo el martes de los demócratas más liberales y la derrota de los más moderados.
Pero el dominio de Bush sobre el Congreso tiene bemoles. A partir de ahora, el presidente, que procurará la reelección en 2004, no podrá acusar a una mayoría legislativa renuente a sus pedidos si la economía empeora o si fracasa la guerra contra el terrorismo que declaró el año pasado.
Los republicanos aumentaron su presencia legislativa con al menos tres escaños adicionales en la Cámara de Representantes y dos en el Senado. Todavía está por verse si el escrutinio definitivo consolida aun más la mayoría republicana. La mayoría de los senadores electos serán investidos en enero.
Bush es el primer presidente del Partido Republicano que domina las dos cámaras legislativas desde el primer periodo de Dwight Eisenhower (1953-1957). Eso significa que la aprobación de leyes y la designación de jueces bloqueadas en el Senado desde hace meses tendrán ahora un trámite acelerado.
El senador electo del centrooccidental estado de Missouri, Jim Talent, del Partido Republicano, podría, de acuerdo con las normas de ese estado, ocupar de inmediato el escaño perdido por la demócrata Jean Carnahan.
De ese modo, los republicanos no tendrán que esperar hasta enero para gozar de su mayoría en el Senado, sino apenas hasta la semana próxima.
Como consecuencia de las elecciones, en que se renovaron 34 escaños de los 100 que componen el Senado, habrá 51 senadores republicanos, 46 demócratas y uno independiente. Dos escaños, del meridional estado de Louisiana y del septentrional de Dakota del Surr, aún no fueron determinados.
En la Cámara de Representantes, cuya integración se renovó en su totalidad, el Partido Republicano obtuvo 227 escaños —nueve más de los necesarios para la mayoría absoluta— y el Demócrata, 203. Habrá un diputado independiente y cuatro aún están por definirse.
Por otra parte, los republicanos obtuvieron 20 de las 36 gobernaciones en disputa. Acudieron a las urnas 39 por ciento de los 77 millones de ciudadanos habilitados para el voto.
La nueva composición del Congreso también significa una menor resistencia a los planes de guerra de la Casa Blanca para derrocar al presidente de Iraq, Saddam Hussein. La mayoría de los senadores demócratas autorizaron a Bush a emplear la fuerza militar, pero también expresaron fuertes reservas.
Se viene la guerra. Comenzará a procesarse en los próximos dos meses. Estas elecciones ponen al presidente en una posición mucho más fuerte para orquestrarla, dijo el analista republicano de la cadena televisiva CNN Tucker Carlson.
El triunfo republicano en las elecciones legislativas también rompió la tendencia a que el partido gobernante pierda terreno en los comicios de la mitad del periodo presidencial. La última vez en que el partido gobernante ganó escaños fue en 1934, durante la presidencia del demócrata Franklin Delano Roosevelt.
El presidente logró una gran victoria, admitió el ex vicepresidente Walter Mondale, del Partido Demócrata, derrotado en el septentrional estado de Minessota tras ingresar en la campaña electoral hace apenas una semana para sustituir al senador Paul Wellstone, muerto en un accidente aéreo.
El triunfador en ese estado fue el republicano Norm Coleman, a pesar de que Wellstone gozaba, de acuerdo con las encuestas, de una cómoda mayoría hasta su muerte.
Bush, que recaudó mucho más dinero para esta campaña electoral que ningún otro presidente en ejercicio, participó en persona en las actividades proselitistas republicanas en las últimas dos semanas, durante las cuales visitó los estados donde la ventaja de su partido no era clara.
Analistas atribuyen el éxito republicano a que sus candidatos mostraron preocupación por asuntos tradicionalmente manejados por el Partido Demócrata, como la seguridad social y la reducción del costo de los servicios médicos.
Bush, por su parte, se refirió en los actos de campaña al supuesto peligro de los arsenales de Iraq y a la guerra contra el terrorismo, lo cual, según encuestadores, ayudó a numerosos indecisos a definir su voto por candidatos republicanos.
En cambio, los candidatos demócratas no mostraron un mensaje coherente a su electorado tradicional, en particular a las minorías étnicas y a los obreros, que no acudieron a las urnas en una cantidad suficiente como para asegurar una mejor votación, aun en estados donde están acostumbrados a ganar.
En el sudoriental estado de Georgia, por ejemplo, el demócrata Max Cleland perdió su escaño en el Senado, y un republicano, Sonny Perdue, conquistó por primera vez desde 1872 la gobernación.
Los demócratas no lograron movilizar al electorado negro de los estados del Sur, que fue clave en sus triunfos a lo largo de la historia.
Los republicanos acudieron a las urnas en grandes cantidades, y los demócratas no, sostuvo el director de la no gubernamental Campaign for America's Future, Robert Borosage. El Partido Demócrata tuvo una estrategia equivocada, pues apeló a los votantes independientes y no a sus propios simpatizantes, explicó.
Por paradoja, los demócratas más moderados obtuvieron peores resultados que quienes manifiestan más abiertamente su liberalismo, como el senador Tom Harkin, del central estado de Iowa, quien mantuvo su escaño a pesar de que el propio Bush acudió a apoyar al candidato republicano.
Algo similar ocurrió en Minessota. Wellstone, el más izquierdista de los senadores demócratas, gozaba de una amplia mayoría, de acuerdo con las encuestas, pero el escaño que dejó vacante al morir no fue recuperado por su correligionario Mondale, caracterizado por su moderación.
Esta es una derrota del ala acomodaticia del Partido Demócrata. Si un candidato apoya al presidente al recortar impuestos y en sus planes de guerra contra Iraq, ¿qué diablos está pensando?, se preguntó el ex colaborador del presidente Bill Clinton y actual comentarista de CNN Paul Begala.
Otro colaborador de Clinton, James Carville, advirtió que los demócratas están pagando el precio de no ejercer una oposición firme a Bush. No ofrecemos una alternativa. Nos sentamos con el gobierno más proempresarial de la historia, con una situación económica mala y mal manejada, explicó.
Como consecuencia, según analistas, se avecina una renovación del liderazgo demócrata, comenzando por el líder del partido en el Senado, Tom Daschle, criticado por haber acordado con Bush la autorización de una guerra contra Iraq poco antes de las elecciones.
Los demócratas liberales dirán que no se luchó son suficiente fuerza. Los moderados dirán que influyeron factores técnicos y financieros, y que tal vez los candidatos eran malos. Veremos mucha discusión dentro del Partido Demócrata, dijo el analista político Stuart Rothemberg a CNN. (FIN/IPS/tra-eng/jl/mj/ip/02