La prensa europea suele referirse al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, como el texano tóxico, pero ese apelativo parece caberle aun mejor al nuevo líder del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, Tom DeLay.
DeLay es oriundo de Texas, al igual que Bush, y dirigía una empresa exterminadora de plagas antes de ser elegido diputado en 1985. Aún hoy suele atribuir a modelos computarizados diseñados por ambientalistas los pronósticos sombríos relativos al uso de pesticidas, el cambio climático y el agujero del ozono.
Colaborador cercano de Bush, DeLay se ubicó este mes como el más poderoso de los dirigentes republicanos, tras las elecciones legislativas del 5 de este mes en que el partido gobernante obtuvo la mayoría absoluta en las dos cámaras del Congreso.
La prensa estadounidense se ha concentrado desde entonces en el ascenso de la liberal del Partido Demócrata Nancy Pelosi, de la sudoccidental ciudad de San Francisco, a la conducción de la minoría en la Cámara de Representantes. Pero la designación de DeLay como su contraparte es aun más llamativa.
La decisión de asumir el liderazgo formal de la mayoría en la Cámara de Representantes deja en evidencia la disposición de DeLay de pasar al primer plano y, quizás, prepararse para suceder al propio Bush en la Casa Blanca en las elecciones de 2008.
Al contrario de Bush, DeLay es un auténtico cowboy (vaquero) del meridional estado de Texas, aunque haya aprendido a enlazar reses en Venezuela y no en aquel territorio estadounidense de tradición ganadera.
En su despacho exhibe dos látigos para toros, que suele tomar en sus manos cuando un periodista le pregunta cómo se las arregla para mantener la disciplina de los republicanos en la Cámara de Representantes.
También tiene una reputación y un temperamento opuestos a los de Bush. Muchos demócratas sienten simpatía personal por el presidente. Pero el adjetivo que más utilizan los demócratas y aun por muchos republicanos para calificar a DeLay es mean (malo).
The Hammer (El Martillo) y The Exterminator (El Exterminador) son algunos de sus apodos. Cuando se los recuerdan, sonríe con fruición.
El padre de DeLay era un buscador de petróleo independiente y alcohólico que se mudó con su familia de Texas a Venezuela cuando el actual legislador tenía nueve años. Allí, dijo, sufrió su primera revolución: la revuelta popular que acabó con la dictadura militar del general Marcos Pérez Jiménez.
Revolucionarios saquearon los hogares de sus amigos en Venezuela, a los que califica de caballeros (en español), y masacraron a personas y a animales causando total caos y destrucción completa.
Traje a mi país dos grandes lecciones de Venezuela. En muchos sentidos, son las lecciones del siglo XX. Primero, toda vida humana es sagrada y preciosa. Segundo, el poder, si no está restringido por los principios ni controlado por la responsabilidad, es una fuerza mala y horrenda, dijo.
Cuando tenía 12 años, el avión en que él y su familia viajaban de Venezuela a Texas se detuvo para cargar combustible en Cuba, inmediatamente después de la revolución de 1959 que encumbró a Fidel Castro en el poder.
Nos sacaron a mi madre, a mi hermana a mi hermano y a mí fuera del avión. Nos hicieron caminar por la pista de aterrizaje entre soldados hedientos con grandes armas y perros pastores alemanes y nos dejaron en una habitación durante más de tres horas, dijo DeLay en un programa de televisión.
No teníamos idea de lo que nos sucedería. Nunca lo olvidaré, agregó.
Estos acontecimientos personales alimentaron una perspectiva en que las fuerzas de la historia y de la política se dividen en malas y buenas. DeLay percibe la relación entre Estados Unidos y China y el conflicto entre palestinos e israelíes desde esa perspectiva.
DeLay encarna la Derecha Cristiana que domina el Partido Republicano desde la presidencia de Ronald Reagan (1981-1989): sureño, blanco, intenso, enojado y santurrón, con un profundo rechazo hacia las instituciones federales de gobierno, excepto en lo que se refiere a la seguridad nacional.
Rara vez DeLay realiza declaraciones o pronuncia discursos sin atacar a la elite de los pocos privilegiados que están decididos a desacreditar y, en última instancia, reemplazar las tradiciones estadounidenses esenciales. Asimismo, considera difícil no odiar al ex presidente Bill Clinton (1993-2001).
¿Aceptará este país la visión mundial de posmodernismo, humanismo, materialismo, sexismo, naturalismo o cualquier otro 'ismo'? ¿O avanzaremos hacia una visión mundial bíblica que diga que Dios es el Creador, que el hombre es pecador y que salvaremos el país cambiando el corazón y la mente de los estadounidenses?, preguntó en 1999, ante una conferencia de la Coalición Cristiana.
Su residencia se encuentra en un campo de golf en Sugar Land, en las afueras de Houston, y asiste a una iglesia de la localidad cuyo pastor es apodado Rambo. Sus adversarios aseguran que no ha visitado a su madre ni hablado con ella desde 1999, aunque vive a apenas 15 kilómetros de su casa.
Cuando el ex diputado Newt Gingrich renunció en 1998, DeLay pudo haber sido elegido fácilmente para sucederlo en la presidencia de la Cámara de Representantes y como líder de los diputados republicanos.
Pero, consciente de que su imagen de extremista lo convertían en un blanco fácil del Partido Demócrata, apoyó al ex entrenador de lucha libre Dennis Hastert como presidente de la Cámara y al también texano Dick Armey como líder de la mayoría republicana.
Por esas mismas motivaciones, DeLay tuvo un papel muy discreto en la campaña electoral de 2000, en la que Bush conquistó la presidencia exhibiendo una imagen de moderación para captar a los votantes independientes. Pero el presidente ya no oculta su afinidad con los republicanos más conservadores.
Así, quedó clara la gran compatibilidad ideológica entre el legislador y el presidente, patente en asuntos como la relación entre el Estado y las iglesias, las regulaciones ambientales y los conflictos en Medio Oriente.
George W. está diciendo las mismas cosas que nosotros, sólo que nosotros las decimos de diferente modo. W. no usa palabras como 'Gestapo' para referirse a la Agencia de Protección Ambiental, dijo DeLay al diario The Washington Post apenas cuatro meses después de la investidura de Bush.
Pero Bush y DeLay están unidos por algunas características personales, además de por la ideología.
Bush es apenas dos años mayor que DeLay. Cuando eran jóvenes, ambos eran notorios juerguistas, evitaron el reclutamiento para combatir en la guerra de Vietnam, tuvieron problemas con el alcohol y una errática carrera empresarial y fueron acusados de operaciones turbias.
Los dos están casados en únicas nupcias con mujeres que parecen más aplomadas que ellos, son cristianos reconfirmados en su fe, iniciaron su carrera política a una edad relativamente avanzada, se destacaron como recaudadores de donativos electorales y mostraron compasión por los niños maltratados y marginados.
Bush y DeLay, por otra parte, tienden a ver el mundo en términos de blanco contra negro y del bien contra el mal.
Ha llegado el momento de abandonar la pretensión vacía de que podemos ayudar a la región (de Medio Oriente) como mediadores cuando Israel se está resistiendo contra una campaña de muerte, dijo este año en un acto público en Fulton, Missouri.
China sufre una tiranía comunista que pretende oprimir a Taiwán, según DeLay, quien también rechaza el entreguismo al mal que personifican los presidentes Saddam Hussein, de Iraq, y Yasser Arafat, de Palestina, y el líder de la organización radical islámica Al Qaeda, Osama bin Laden.
A pesar de la creciente capacidad de los regímenes de terror y de las organizaciones del mal, Europa vende puerta por puerta excusas para la inacción, dijo en agosto.
DeLay no tiene dudas en que Estados Unidos ha sido la mayor fuerza mundial del bien, gracias a los principios básicos que son la raíz de nuestra excepcionalidad: nuestra fe en Dios, nuestra creencia en la santidad de la vida humana, nuestra aceptación de una moralidad absoluta y nuestra certeza de que, en última instancia, somos responsables de nuestros actos. (FIN/IPS/tra-eng/jl/mj/ip/02