El secretario de Estado (canciller) de Estados Unidos, Colin Powell, tuvo un regreso triunfal al primer plano de la política exterior luego de un largo período de marginación por el secretario de Defensa Donald Rumsfeld y el vicepresidente Dick Cheney.
La aprobación unánime el viernes último de una resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que omite la autorización de una acción militar unilateral contra Iraq -aunque le advierte sobre graves consecuencias si no acepta las condiciones de desarme- marcó una bienvenida para Powell y otras palomas de la administración de George W. Bush.
La línea de las palomas es moderada y tiende a evitar toda acción militar unilateral, al contrario de los halcones, que promueven la supremacía internacional a través de la fuerza.
Entre los aliados de Powell se cuentan miembros de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y altos oficiales del Pentágono (Departamento de Defensa), cuyas relaciones con Rumsfeld y sus asesores, nunca buenas, se deterioraron de manera marcada en los últimos meses.
Fuera del gobierno, personalidades asociadas con George Bush padre y el propio ex presidente (1989-1993) parecen haber jugado un papel clave en la reducción de la influencia de los unilateralistas del Pentágono y la oficina de Cheney.
El avance de las palomas no se limita a la resolución de la ONU sobre Iraq. También parecen haber ganado terreno en otros asuntos, como Corea del Norte y, en menor grado, China, con la cual Rumsfeld reanudó a regañadientes intercambios militares de alto nivel en la última semana, luego de 18 meses de interrupción.
En cuanto a Corea del Norte, el gobierno se comprometió a buscar una respuesta multilateral, basada en consultas con los países vecinos, a la admisión de Pyongyang de que está desarrollando armas nucleares.
Además, Washington se negó a declarar nulo del Acuerdo Marco entre Estados Unidos y Corea del Norte de 1994, como reclaman desde hace tiempo los halcones del Congreso legislativo.
Sin embargo, la batalla por el control de la política exterior dista de estar terminada, y las victorias de Powell pueden resultar efímeras.
La Asamblea Nacional iraquí rechazó el martes la resolución del Consejo de Seguridad, pero dejó la decisión final en manos del presidente.
Tanto Powell como Bush señalaron que la Asamblea no es un parlamento en serio y hay que esperar lo que decida el presidente Saddam Hussein, que tiene plazo hasta este viernes para recibir de vuelta a los inspectores de armas.
Pero Bush dejó claro que no cree que Saddam Hussein cumpla con las condiciones de la resolución del Consejo de Seguridad, aun si las acepta en el papel.
El mandatario ya aprobó un plan militar para invadir Iraq y aprovechará cualquier incumplimiento como pretexto para lanzar ese ataque, posiblemente sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, aunque insiste en que prefiere una resolución pacífica de la cuestión del desarme y redujo sus referencias públicas a su meta del cambio de régimen en Bagdad.
Pero el hecho de que Bush haya aceptado los argumentos de Powell para solicitar al Consejo una nueva resolución sobre las inspecciones y acordado varios elementos clave luego de ocho semanas de debate representó un revés para los halcones.
Es imposible ignorar que las semanas de negociaciones del Departamento de Estado debilitaron la posición del presidente, no en forma terminante, pero sí preocupante, comentaron William Kristol y Robert Kagan en la publicación neoconservadora Weekly Standard.
Uno de los aspectos más perturbadores del actual proceso es que está pasando el control de la política exterior de las manos del presidente Bush a las de personas que, por decir lo menos, no tienen interés en promover el cambio de régimen en Iraq, arguyeron los autores en una nota editorial titulada La trampa de la ONU.
El aparente retorno de Powell es notable porque en agosto el ex general estaba contra las cuerdas, y había perdido batalla tras batalla en los debates internos desde los atentados del 11 de septiembre en Washington y Nueva York.
Desde el retiro de Estados Unidos del Tratado sobre Misiles Antibalísticos con Rusia y de la nueva Corte Penal Internacional hasta el respaldo del gobierno a la demanda de Israel de expulsar del poder palestino a Yasser Arafat, todas fueron batallas perdidas para el canciller.
¿Qué sentido tiene pelear, a menos que se gane ocasionalmente?, preguntó Philip Gordon, un partidario de Powell del grupo de expertos Brookings Institution.
A fines de agosto, Rumsfeld y Cheney ridiculizaron públicamente la propuesta del canciller de proponer al Consejo de Seguridad de la ONU una nueva ronda de inspecciones de armas en Iraq, a la que calificaron de peligrosa y una pérdida de tiempo.
Sin embargo, Powell obtuvo el respaldo público de importantes personalidades, muchas de ellas integrantes de la administración de Bush padre.
Uno por uno, Brent Scowcroft, James Baker, Lawrence Eagleburger y el general retirado Norman Schwarzkoft -respectivamente, el consejero de seguridad nacional de Bush padre, dos ex cancilleres y el comandante de la guerra del Golfo- arguyeron que el actual presidente debía promover una nueva ronda de inspecciones en el Consejo de Seguridad.
Bush padre no se pronunció sobre la política hacia Iraq, pero criticó duramente los esfuerzos de los halcones del Pentágono por presentar a Arabia Saudita como patrocinadora del terrorismo, convirtiéndola en un potencial blanco de acciones militares luego de Iraq.
Mientras, analistas de inteligencia y comandantes militares disidentes filtraron información para dejar a los halcones en situación embarazosa.
Además de revelar planes detallados para una ofensiva contra Iraq, fuentes de inteligencia no identificadas refutaron una y otra vez las afirmaciones del gobierno de que Saddam Hussein estaba vinculado con la organización terrorista Al Qaeda, del saudí Osama bin Laden.
Kristol y Kagan lamentaron la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, a la que calificaron de el último intento contra el derrocamiento de Saddam, mientras Danielle Pletka, del grupo de expertos neoconservador American Enterprise Institute, describió los últimos hechos como la política de Bush I contra Bush II. (FIN/IPS/tra-en/jl/ml/mlm/ip/02