EEUU-ARABIA SAUDITA: Familia real saudí cae en desgracia

La familia real de Arabia Saudita se convirtió de uno de los más estrechos aliados de Estados Unidos en un potencial enemigo con actitudes ”ambiguas” hacia el terrorismo desde que Riyad le negó a Washington su apoyo para la campaña militar contra Iraq.

A la acusación inicial de que las autoridades saudíes no hacen lo suficiente por reprimir a los grupos extremistas radicados en su territorio, se agregó esta semana el cargo de financiación de los terroristas que perpetraron los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.

Una de las víctimas del cambio de actitud de Washington es el príncipe Bandar bin Sultan, embajador de Arabia Saudita ante Estados Unidos, que en los años 80 era un aliado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en la lucha contra el comunismo.

El director de la CIA en ese entonces, William Casey, lo recibía en su casa como huésped de honor en banquetes de políticos conservadores que celebraban la ”Doctrina Reagan”, y el propio presidente Ronald Reagan (1981-1989) lo invitaba a cenar en la Casa Blanca.

Ahora, medios de prensa y poderosos senadores acusan a la esposa de Bandar de respaldar el terrorismo, Riyad es acusada de ”ambigüedad” en la guerra contra el grupo extremista islámico Al Qaeda, y proliferan los llamados en Washington a derrocar a la familia real saudí.

Peor aún, varias personalidades que trataban a Bandar como héroe en la presidencia de Reagan y recuerdan esos años como la época de oro de la política exterior estadounidense sostienen ahora que el reino saudí debería ser tratado como enemigo jurado de Washington.

Además, esas personalidades pretenden transformar al principal proveedor de petróleo de Estados Unidos en blanco de una renovada ”Doctrina Reagan” para derrocar a regímenes hostiles.

Esta semana, medios de prensa de Washington informaron que la princesa Haifa al-Faisal, esposa de Bandar, autorizó pagos regulares durante cuatro años a dos familias saudíes establecidas en el estado de California.

Trascendió que una de esas familias ayudó a dos de los 15 secuestradores saudíes que perpetraron los atentados del 11 de septiembre a encontrar alojamiento.

Sin embargo, no existe ninguna prueba de que Bandar, su esposa o las familias que recibieron los fondos supieran que los dos hombres formaban parte de Al Qaeda, la organización acusada de perpetrar esos atentados.

Pese a esto, los últimos informes de prensa desataron una nueva ola de acusaciones relacionadas con la falta de colaboración de la familia real saudí en la guerra contra el terrorismo.

Frank Gaffney, presidente del derechista Center for Security Policy y ex funcionario del Pentágono (Departamento de Defensa) bajo la presidencia de Reagan, opinó que las donaciones hechas por la esposa de Bandar son una señal más de lo que llamó ”el doble juego saudí”.

Según Gaffney, ese doble juego consiste en ”declarar su apoyo a Washington en la guerra contra el terrorismo y por otro lado proveer a Al Qaeda y otras redes terroristas los fondos y otros tipos de ayuda indispensables para sus operaciones internacionales”.

Otros ”halcones” de Washington, como el senador republicano John McCain y el demócrata y ex candidato a la vicepresidencia Joseph Lieberman, consideraron ”muy grave” la supuesta falta de investigación de los vínculos entre Riyad y grupos terroristas por parte de la CIA y el Buró Federal de Investigaciones (FBI).

”O los saudíes tienen que cambiar o nuestra relación con Arabia Saudita cambiará radicalmente”, advirtió Lieberman.

Para mediados de esta semana, incluso la Casa Blanca (presidencia), que había insistido públicamente en que Riyad sigue siendo un aliado de Washington, manifestó su insatisfacción con el desempeño del reino saudí en la guerra contra el terrorismo.

La administración de George W. Bush llegó a considerar la emisión de algún tipo de ultimátum formal relacionado con la represión de los miembros y patrocinadores de Al Qaeda en Arabia Saudita.

Analistas de países árabes atribuyeron la nueva hostilidad de Washington hacia Riyad a la intención de presionar al renuente régimen saudí con el fin de que se una a la campaña de Estados Unidos para derrocar al gobierno de Iraq.

Por ahora, el ”matrimonio de conveniencia” entre Estados Unidos y Arabia Saudita sigue en pie, y la familia real saudí cuenta todavía con amigos leales en este país, como el ex presidente George Bush (padre) y el actual secretario de Estado (canciller) Colin Powell.

Powell reconoció que Estados Unidos presionó a Riyad para que impidiera las donaciones de fondos que pudieran canalizarse hacia organizaciones terroristas, pero afirmó que las relaciones bilaterales siguen siendo ”sólidas”. (FIN/IPS/tra-en/jl/ml/mlm/ip/02

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