CHINA: Capitalistas sí, pero en partido único

El Partido Comunista de China debe abrirse a la nueva clase capitalista si desea permanecer en el poder, advirtió este viernes el presidente Jiang Zemin, en la inauguración del 16 Congreso del partido.

Los futuros gobernantes comunistas realizarán una reforma del régimen antidemocrático y autoritario, prometió Jiang, de 76 años, que en este congreso pondrá fin a su mandato de 13 años y cederá la jefatura del partido al actual vicepresidente Hu Jintao, en el marco de una renovación general de líderes.

Sin embargo, el presidente descartó una democracia multipartidaria al estilo occidental y aseguró que el partido no abandonará a los campesinos y obreros que lo llevaron al poder en 1949.

La clave para desarrollar una democracia socialista radica en ”mantener el liderazgo del partido” y asegurar que ”el pueblo sea el amo del país”, dijo a más de 2.000 delegados congregados en el Gran Salón del Pueblo, en Beijing.

Así, para mediados del siglo XXI, China surgirá como ”un país rejuvenecido y democrático”, agregó.

Aunque proyectó la reforma política en un futuro distante, Jiang urgió al Partido Comunista a reformar su ideología mediante la incorporación de representantes del capitalismo.

El congreso, que durará siete días, modificará la constitución para transformar lo que alguna vez fue un partido revolucionario de obreros y campesinos en un partido representante de la elite empresarial y burocrática de China.

Este apartamiento de la doctrina marxista abrirá el camino a la mayor transferencia de poder del partido en dos décadas, y a la primera transición pacífica de su historia.

Los cambios de poder en la China moderna han estado marcados por la violencia. Cuando Mao Zedong murió en 1976, los partidarios del líder reformista Deng Xiaoping protagonizaron un golpe militar y derrocaron a la radical ”Banda de los cuatro”.

El actual presidente Jiang llegó al poder en 1989 en medio de la sangrienta represión del movimiento por la democracia que se manifestaba en la plaza de Tiananmen y de la exclusión del líder liberal Zhao Zeyang.

Pero esta vez es diferente. Antes del comienzo del 16 Congreso este viernes, cerca de la mitad de los cargos de gobernadores provinciales y alcaldes ya habían sido renovados.

El sucesor designado de Jiang -el vicepresidente Hu, de 59 años- encabezará la cuarta generación de líderes comunistas. Hu también asumirá la presidencia del país durante la próxima sesión legislativa anual.

Sin embargo, se sospecha que Jiang permanecerá en la presidencia de la Comisión Militar Central, el puesto que el difunto Deng Xiaoping retuvo luego de abandonar la jefatura del partido.

Otra señal de que Jiang continuará gobernando desde ”detrás del trono” es que en los últimos meses situó en los cargos más altos del partido a sus más fieles seguidores.

Desde Zeng Qinghong, el jefe de personal del partido, a los antiguos jefes en Shangai y Beijing, Huang Ju y Jia Qinglin, todos tendrán un lugar en el todopoderoso Comité Permanente del Politburó del Partido Comunista, y a través de ellos el actual presidente seguirá ejerciendo su influencia luego de su retiro.

Aunque la mayoría de los chinos lo consideran indigno de comparación con los reverenciados líderes Mao y Deng, Jiang y su legado han tenido gran importancia en la transformación de China en los últimos 13 años.

Jiang logró hábilmente equilibrar todas las facciones políticas del partido, evitando oscilaciones excesivas tanto hacia la derecha como hacia la izquierda.

Así, superó la oposición de los más izquierdistas y consiguió la incorporación de China a la Organización Mundial del Comercio el pasado diciembre.

Pero frente al proceso de democratización de la antigua Unión Soviética y Europa oriental, Jiang equilibró en China la apertura económica iniciada por Deng en los años 70 con cambios políticos limitados.

En el plano internacional, Jiang rompió el aislamiento diplomático del país luego de la represión de 1989 y mejoró las relaciones con Estados Unidos. En octubre, coronó su mandato con una visita al rancho del presidente estadounidense George W. Bush en Texas.

En cuanto a la próspera Taiwan, que Beijing considera una ”provincia renegada”, evitó la acción militar promovida por algunos líderes del Ejército de Liberación del Pueblo para recuperar la isla.

Pese a todos los discursos contra el gobierno de Taiwan, en el próximo año ambas partes podrían reanudar los vínculos marítimos y aéreos por primera vez desde su separación en 1949.

Sin embargo, estos logros son opacados por la falta de tolerancia al disentimiento, señalan los críticos.

Además de haber encarcelado a todos los líderes del naciente Partido de la Democracia, el presidente deja atrás una profunda corrupción política.

Luego de su discurso de este viernes, que presentó un modelo para la ”China democrática en el siglo XXI”, la gran pregunta es si Jiang Zemin bendecirá desde las sombras la reforma política que no se atrevió a impulsar durante los 13 años que estuvo en el poder. (FIN/IPS/tra-en/ab/mlm/ip/02

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