El hasta ahora principal representante de Estados Unidos ante América Latina, Otto Reich, sufrirá en el fin de semana largo que sigue al Día de Acción de Gracias una persistente jaqueca por la inestabilidad de su poder.
El paladín de la línea dura contra el presidente cubano Fidel Castro, aclamado por la derecha de la isla exiliada en Miami, esperaba que el presidente George W. Bush volviera a postularlo al cargo de secretario de Estado asistente para el Hemisferio Occidental, el puesto que ocupó hasta la semana pasada.
Pero Bush no lo hizo. Expertos en política internacional observaron que la permanencia de un connotado derechista como principal representante de Washington ante América Latina sería contraproducente cuando las urnas marcan un giro de la región hacia la izquierda.
El 22 de este mes expiró su inusual designación interina, para la cual Bush apeló hace un año a sus potestades extraordinarias durante periodos de receso en el Senado con la finalidad de eludir la oposición del opositor Partido Demócrata a ratificarlo en el cargo.
Los republicanos recuperaron el control del Senado tras las elecciones legislativas de este mes. Pero Bush no aprovechó la oportunidad para volver a solicitar la venia de Reich, quien nació en Cuba y se exilió en Estados Unidos siendo adolescente a causa del triunfo en 1959 de la revolución de Castro.
La labor de Reich como secretario de Estado adjunto no mereció cuestionamiento alguno, al menos público, de parte de Bush ni del secretario de Estado (canciller) Colin Powell, quien se había opuesto inicialmente la designación.
Pero la Casa Blanca tampoco dijo una palabra sobre sus intenciones de volver a proponer la designación al Senado, un silencio que originó un indisimulable malestar entre los cubano- estadounidenses, comunidad fundamental para la victoria electoral de Bush en noviembre de 2000.
El 22 de este mes, cuando expiró el peculiar nombramiento de Reich, Powell lo designó enviado especial a América Latina, cargo que aceptó el martes. El portavoz del Departamento de Estado, Richard Boucher, admitió ante la prensa que no podía describir con precisión la tarea que desempeñará el funcionario.
Reich no estuvo presente durante la visita que la semana pasada realizaron Powell y varios otros miembros del gabinete de Bush a México, donde se reunieron con sus homólogos del gobierno de Vicente Fox.
Y el miércoles se supo que el nuevo presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, el republicano Richard Lugar, pidió a la Casa Blanca de manera reservada que designara a otro candidato en lugar de Reich como secretario de Estado adjunto para Asuntos Hemisféricos.
La crisis que vive América Latina obliga al gobierno de Bush a proponer un líder muy, muy fuerte y que logre la confianza de los dos partidos políticos estadounidenses, dijo Lugar, cuya Comisión sería la encargada de tramitar el eventual nombramiento.
Por otra parte, dos legisladores cubano-estadounidenses del Partido Republicano que el martes llamaron públicamente a solicitar de nuevo la venia para Reich, Illeana Ros-Lehtinen y Lincoln Díaz Balart, cancelaron en Miami una conferencia de prensa en la que preveían referirse al asunto.
El voto cubano en el meridional estado de Florida fue fundamental para la victoria este mes del gobernador Jeb Bush, hermano del presidente, recordó el director del Centro por una Cuba Libre, Frank Calzón, en un memorándum dirigido a a varios amigos en el gobierno.
Calzón, también ex director de la Fundación Nacional Cubano- Americana, se preocupó de repartir a la prensa su memorándum, en el cual advertía que el no nombramiento de Reich será celebrado en La Habana.
Al parecer, el gobierno, dividido en dos bandos con profundas divisiones ideológicas en materia de política exterior, tiene dificultades para decidir qué cara presentar a América Latina en los dos años que restan hasta las elecciones presidenciales.
Por un lado, la designación definitiva de Reich reafirmaría el apoyo derechista a Bush, en especial en el sur de Florida, fundamental para su elección en 2000, pero también la firmeza de un presidente al cual no le agrada admitir errores.
Por otra parte, los últimos triunfos electorales de la centroizquierda en Brasil y en Ecuador, el desencanto con las políticas económicas neoliberales, el colapso de Argentina y las negociaciones para el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) llevan a medir las apuestas de Washington con cuidado.
La región se mueve hacia la izquierda populista y Reich es un derechista intransigente. Su obsesión con Cuba y con mantener el embargo comercial de 42 años contra la isla no es compartida por ningún líder latinoamericano, dijo el experto Bill Goodfellow, del Centro para la Política Internacional con sede en Washington.
Los gobiernos del Hemisferio Occidental temen que su obsesión dificulte el abordaje de asuntos más urgentes, afirmó Goodfellow, quien cuestionó a Reich en reiteradas ocasiones desde los años 80.
El dirigente encabezaba entonces la Oficina de Diplomacia Pública del presidente Ronald Reagan (1981-1989), que, según una agencia de inteligencia del gobierno, resultó ser una operación encubierta e ilegal dirigida a recoger respaldo estadounidense para la oposición armada a la revolución sandinista en Nicaragua.
Su participación en esas operaciones le restó el apoyo de los demócratas el año pasado, lo que obligó a Bush a designarlo por un decreto especial.
Pero los cuestionamientos a Reich también se refieren a su desempeño como secretario de Estado adjunto. Sus declaraciones tras el fallido golpe de Estado contra el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, hicieron pensar a muchos que el gobierno estadounidense apoyaba a los empresarios y militares insurgentes.
El propio funcionario recomendó a embajadores latinoamericanos invitados a su oficina a promover el respaldo al nuevo gobierno venezolano, que se disolvió 48 horas después, cuando Chávez regresó al poder.
Reich aseguró luego que nunca apoyó el golpe ni lo alentó de modo alguno.
Al mismo tiempo, el funcionario es un firme defensor del neoliberalismo, que pierde cada vez más peso en el mapa político latinoamericano.
Reich criticó a Argentina por no liberalizar aun más su economía, cita a El Salvador como modelo, sin tomar en cuenta que las remesas de los emigrados en Estados Unidos es lo que mantiene a flote al país, y cuestiona a los hacendados estadounidenses que procuran exceptuar los productos alimenticios del embargo a Cuba.
Reich es un mal vendedor del libre comercio, sostuvo el periodista William Finnegan en un extenso artículo publicado el mes pasado por la revista New Yorker.
Sus obsesiones también le ocasionaron problemas políticos internos a Bush.
Cuando una delegación de productores agropecuarios y políticos estadounidenses visitó La Habana este año, Reich recomendó públicamente a uno de los viajeros, el gobernador del nororiental estado de Minnesota Jesse Ventura, que no se involucrara en actos de turismo sexual.
Ventura, que no pertenece al Partido Republicano ni al Demócrata, exigió una disculpa, no a Reich, sino directamente a la Casa Blanca. (FIN/IPS/tra-eng/jl/mj/ip/02