El tratamiento para las mujeres portadoras del virus del sida debe ser distinto al de los hombres, pues las diferencias hormonales, de peso y orgánicas entre los géneros determinan una eficacia dispar de los medicamentos.
Las últimas investigaciones científicas también indican que las diferencias entre el organismo femenino y el masculino marcan un disímil avance del VIH y, en consecuencia, afectan la respuesta a la terapia antirretroviral, desarrollada sobre la base de estudios a portadores hombres.
Las mujeres a las que se detecta por primera vez el VIH (virus de inmunodeficiencia humana) tienen una carga viral en la sangre tres veces menor que los hombres en la misma condición, pero esa diferencia no reduce el avance de la enfermedad, según un estudio de la estadounidense Escuela de Medicina Johns Hopkins.
En efecto, las mujeres portadoras desarrollan el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) en la misma proporción que los hombres a pesar de la menor carga viral inicial, según la investigación, realizada por los científicos Timothy Sterling y Thomas Quinn.
Todavía no sabemos con claridad la causa de la diferencia en la carga viral temprana. La cuestión debe ser objeto de mayor investigación, dijo Sterling.
La terapia antirretroviral, diseñada en 1995, combina varias medicinas que combaten directamente el VIH y enlentecen su réplica en las células humanas. El tratamiento redujo de manera considerable el desarrollo del sida en los portadores del virus y la mortalidad por esta causa.
El descubrimiento de la diferencia entre la carga viral inicial de hombres y mujeres tendrá importancia para determinar la dosificación de los distintos medicamentos que componen el cóctel de la terapia antirretroviral.
Estudios anteriores en hombres demostraron que la carga viral inicial permite calcular el ritmo de la progresión del sida, pero el nuevo estudio deja en evidencia que ese criterio no sirve para calcular el avance del VIH en las mujeres, dijo Quinn.
Las mujeres sometidas al estudio presentaron también un nivel más alto en la sangre de células CD4, linfocitos o glóbulos blancos que combaten las denominadas enfermedades oportunistas, que aprovechan una depresión inmunológica como la originada por el sida para atacar el organismo del paciente.
La presencia de células CD4, que son también uno de los principales objetivos del ataque del VIH, sirve también para calcular la salud del sistema inmunológico de una persona.
Por otra parte, un estudio del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH) indica que las mujeres necesitan ajustar con mayor frecuencia que los hombres la dosis de los medicamentos que componen el cóctel antirretroviral.
Esta investigación reveló también que las mujeres tienen más posibilidades de sufrir síntomas severos de la presencia del VIH en su organismo.
Según otro estudio, las mujeres sufren más efectos colaterales de la terapia antirretroviral que los hombres, entre ellas complicaciones neurológicas y lipodistrofia, disfunción del metabolismo que tiene entre sus consecuencas una alteración de la distribución del tejido adiposo (grasa) en el cuerpo.
Considerando la complejidad de la combinación de los antirretrovirales y la falta de información, es sumamente necesario afinar el uso de estos medicamentos en las mujeres, dijo la investigadora Debra Johnson, de la unidad de pruebas clínicas de la Universidad del Sur de California.
La dosificación, absorción, eficacia y toxicidad son afectadas por diferencias hormonales, de peso y de composición del organismo entre hombres y mujeres, advirtió Johnson.
Buena parte de las investigaciones para responder estas preguntas son desarrolladas por el Estudio Interagencias Femenino del VIH (WIHA), una iniciativa del NIH lanzada en 1993 que estudia la situación de 2.600 mujeres y que planifica incorporar otras 1.100 en breve.
El WIHA investiga las características particulares de la infección del VIH en las mujeres, entre ellas el impacto de las medicinas y de las hormonas en la carga viral y la presencia de enfermedades como hepatitis C, papiloma y lipodistrofia, así como la salud reproductiva.
Este estudio representa la cara actual de la epidemia del sida, dijo el experto Carl Dieffenbach, del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, uno de los organismos que participan en el WIHA. Ochenta por ciento de las participantes del proyecto pertenecen son negras y de origen latinoamericano.
La introducción de los tratamientos antirretrovirales redujo drásticamente la mortalidad femenina por sida, que pasó del tercer lugar entre las causas de muerte de mujeres a la quinta entre 1995 y 1999.
Pero la caída de la mortalidad fue mayor entre los hombres, en parte porque, según los estudios, de 80 a 85 por ciento de las mujeres con VIH se someten a las terapias antirretrovirales, cuando esa proporción asciende a entre 90 y 95 por ciento de los pacientes masculinos.
Dieffenbach atribuyó la diferencia a circunstancias culturales, como el hecho de que las mujeres tengan mayor responsabilidad en el cuidado de los hijos y del hogar.
Según el investigador, los efectos colaterales de la terapia a menudo impiden a las mujeres atender esas tareas, que, por otra parte, obstaculizan el cumplimiento estricto del complicado tratamiento, con numerosos medicamentos que deben ser ingeridos a distintas horas.
A veces, sus vidas son tan complicadas que no pueden seguir el tratamiento sin interrupciones, las que fortalecen la resistencia del VIH a las medicinas, dijo Dieffenbach.
Las investigaciones revelaron que las mujeres son más proclives que los hombres a interrumpir el tratamiento, posiblemente porque sufren más los efectos colaterales.
Es probable que la mayor incidencia de efectos secundarios se deba a que la dosificación está calculada para una masa corporal más magra. Estamos investigando una dosificación específica para las mujeres, dijo Dieffenbach.
Una de las grandes victorias en la lucha contra el sida fue el desarrollo de medicamentos como la nevirapina y la zidovudina, que desde 1991 redujeron 80 por ciento el contagio del VIH de madre a hijo durante el parto y que cada vez están más disponibles, incluso en las zonas más pobres del mundo. (FIN/IPS/tra- eng/ks/an/ml/mj/he/02