Las conductas violentas, un flagelo universal que se cobra cada año más de 1,6 millones de vidas, están ocultas por un manto de reserva, de tabúes y de sentimientos de inevitabilidad que la Organización Mundial de la Salud (OMS) se propone descorrer.
Con ese propósito, la OMS elaboró su primer informe sobre la violencia y la salud, divulgado este jueves, que expresa la preocupación de esta agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por un fenómeno que se extiende sin excepción por todos los países y todas las comunidades.
La violencia figura entre las principales causas de muerte en el mundo para la población de 15 a 44 años, y es responsable de 14 por ciento de los fallecimientos entre los hombres y de siete por ciento entre las mujeres.
El informe de la OMS indica que la mitad de las víctimas de la violencia corresponden a casos de suicidio, 30 por ciento a homicidios, y el restante 20 por ciento, a muertes relacionadas con la guerra.
Además de los decesos, la violencia tiene otras consecuencias importantes para la salud pública, como traumatismos, efectos psicológicos, trastornos funcionales, problemas reproductivos como la transmisión del VIH/sida, enfermedades de transmisión sexual a las mujeres violadas y embarazos, entre otras.
Al costo humano, la violencia suma una carga financiera que en algunos países se eleva hasta cinco por ciento del producto interno bruto (PIB), precisó uno de los autores del informe, Etienne Krug, director del Departamento de Prevención de los Traumatismos y la Violencia de la OMS.
Los gastos en servicios de salud ocasionados por la violencia ascendieron en Colombia a cinco por ciento del PIB, en Brasil, a 1,9 por ciento, en El Salvador, a 4,3 por ciento, en México, a 1,3 por ciento, en Perú, a 1,5 por ciento y en Venezuela, a 0,3 por ciento, según un estudio promovido entre 1996 y 1997 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
En Estados Unidos, un estudio de 1992 estimó los costos directos e indirectos de las heridas causadas por armas de fuego en 126.000 millones de dólares.
En la provincia de New Brunswick, en Canadá, el costo de cada muerte por suicidio superó los 849.000 dólares estadounidenses.
La inequidad es un factor que se encuentra presente en los lugares que registran los picos más altos de violencia, apuntó el científico Alexander Butchart, integrante del equipo de la OMS dedicado a la prevención de la violencia.
Por otra parte, la tasa de decesos relacionados con la violencia en los países de bajos ingresos duplicó en 2000 la de los países de altos ingresos, aunque se verificaron variaciones entre regiones y dentro de los mismos países, aclaró Butchart.
Krug aclaró que la estimación de la violencia basada sobre estadísticas delictivas omite enormes cantidades de violencia, como la que se registra en los hogares, con abusos contra los niños, violencia contra las mujeres y abusos contra los ancianos. En muchos países esas acciones no constituyen delitos, dijo.
A la misma categoría pertenecen muchas formas de la violencia en la escuela y también la violencia autoinfligida y el suicidio.
La tasa de suicidio en 2000 se elevó a 18,9 por cada 100.000 personas entre los varones y a 10,6 entre las mujeres. En los homicidios, la tasa de ese año fue de 13,6 por cada 100.000 para varones y de cuatro en las mujeres.
Esos índices varian por regiones. En Africa y en América, la tasa de homicidios fue casi tres veces superior que la de suicidios. En cambio, en Asia sudoriental y en Europa, los suicidios duplicaron con creces a los homicidios.
En la región del Pacífico occidental, la tasa de suicidios superó casi seis veces la de homicidios.
El informe de la OMS describe el fenómeno en sus diferentes ámbitos, como la violencia en la familia que se ensaña con niños, mujeres y ancianos.
También se concentra en la violencia en las comunidades (denominada violencia juvenil en el informe), y a las formas organizadas o colectivas de la violencia.
Krug citó que en algunos países 70 por ciento de las mujeres declararon haber sufrido violencia a manos de sus maridos o compañeros.
En otros países, más de 30 por ciento de las mujeres informaron de que sus primeras relaciones sexuales fueron forzadas. Veinte por ciento de los hombres sufrieron la misma experiencia.
No son solamente delitos contra las mujeres, son también contra los hombres, insistió Krug.
Las estadísticas que acompañan el informe de la OMC indican que en 1997, 69 por ciento de las mujeres entrevistadas en Managua, capital de Nicaragua, dijeron haber sido sometidas a la violencia por sus compañeros.
En Papúa-Nueva Guinea, ese porcentaje ascendió a 67 por ciento en 1982. En Holanda, un estudio de 1986 determinó que 21 por ciento de las mujeres fueron atacadas físicamente por sus parejas, y 11 por ciento soportaron abusos físicos graves.
Con relación al abuso sexual perpetrado por un compañero íntimo, 7,7 por ciento de mujeres de Estados Unidos declararon haber sufrido, entre 1995 y 1996, intentos o consumación de sexo forzado.
Ese índice se elevó en 2000 a 10,1 por ciento en Sao Paulo, principal ciudad industrial de Brasil, y a ocho por ciento en todo Canadá en 1993.
Respecto a los efectos de la globalización, el informe de la OMS explica que ha acarreado beneficios pero también obstáculos a la prevención de la violencia.
En la columna del haber se anota el aumento de la información originado por la globalización, que ha permitido mejorar el alcance y la calidad de los datos recolectados sobre la violencia.
En los lugares donde la globalización ha elevado los niveles de vida y ha ayudado a reducir las desigualdades, son mayores posibilidades de que las intervenciones económicas favorezcan la dismiución de los conflictos dentro y entre los estados.
En contraste, las sociedades que ya presentaban altos niveles de inequidad y experimentan una ulterior profundización de la brecha entre ricos y pobres como resultado de la globalización, asistirán probablemente a un incremento de la violencia interpersonal, según el estudio.
El informe observa, asimismo, que la eliminación de las limitaciones al funcionamiento de los mercados y los crecientes incentivos a las ganancias pueden conducir a un acceso más libre al alcohol, las drogas y las armas de fuego.
El estudio reconoce que no corresponde sólo a la OMS la tarea de afrontar el problema de la violencia y propone encarar la cuestión con otros sectores.
Entre las recomendaciones, la OMS llama a los países a establecer planes de acción multidisciplinarios o multisectoriales. La mayoría de los países carecen de un instrumento de esas características, lamentó Krug.
Por otra parte, a pesar de los avances alcanzados en la recolección de datos, todavía existen lagunas de información. Por ejemplo, se dispone de muy pocos datos sobre los suicidios en Africa, dijo el funcionario de la OMS.
Ante esa deficiencia, la institución exhortó a obtener mayor información de las causas de la violencia y, en particular, de los programas de prevención que tienen éxito.
Al mismo tiempo que difundió el informe este jueves, la OMS lanzó una campaña que se extenderá por lo menos durante 18 meses, para trabajar con los países y con organizaciones no gubernamentales en la aplicación de las recomendaciones del estudio sobre la violencia y la salud. (FIN/IPS/pc/mj/he/02