PERU: Ilusoria promesa de erradicación de trabajo infantil

El combate contra las peores formas de trabajo infantil es una de las 10 condiciones que debe cumplir Perú para el ingreso sin aranceles de sus productos en Estados Unidos, pero los expertos creen que ese requisito no será completado.

La Ley de Promoción Comercial Andina y Erradicación de Drogas, de Estados Unidos, que estará en vigencia durante cinco años, beneficia también, en forma condicionada, a Bolivia, Colombia y Ecuador.

Las contrapartidas exigidas por Washington son en su mayoría soluciones favorables para empresas estadounidenses en litigios que mantienen con los gobiernos de esos cuatro países andinos.

En el caso peruano, la última condición es ”continuar, hasta donde sea viable, los esfuerzos para combatir las peores formas de trabajo infantil, dando particular atención a los niños que trabajan”.

El 1 de octubre salieron del puerto de El Callao, cercano a Lima, las primeras exportaciones al amparo de esa norma, pero la cláusula sobre trabajo infantil ”es una declaración lírica”, dijo a IPS la socióloga Vilma Barcelli, trabajadora social de una empresa privada.

En los próximos cinco años, la práctica que se quiere combatir ”aumentará, como lo demuestran cifras del Ministerio de la Mujer y la Familia”, aseguró.

El gobierno peruano suscribió en 2000 la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, que prohíbe el trabajo de menores de 14 años en América Latina, Africa y Asia, y el de los menores de 15 años en el resto del mundo.

Todos los partidos del país apoyan ese compromiso, pero hay quienes piensan que cumplirlo en forma inmediata es imposible y puede resultar contraproducente.

Según algunos, ”impedir que los niños trabajen agravará la situación de pobreza de sus familias, mientras no cambien las condiciones socioeconómicas del país”, explicó Barcelli.

Esa objeción fue planteada por padres de familia, grupos juveniles y organizaciones no gubernamentales en enero de 2001, durante la discusión parlamentaria del proyecto para prohibir el trabajo de menores de 14 años.

”Deberían consultarnos a nosotros, para saber si estamos de acuerdo en que nos prohíban trabajar”, afirmó entonces Lisandro Cáceres, quien tenía 13 años y encabezó una marcha del Movimiento Nacional de Niños y Adolescentes Trabajadores (MNNAT).

”Creo que quieren promulgar esa ley para ponerse a tono con los demás países. Por último, si quieren promulgarla, tendrían primero que resolver el problema de la pobreza de nuestros padres, y asegurar que no falte nada en nuestros hogares”, arguyó.

Tras la aprobación de ese proyecto, integrantes del MNNAT solicitaron autorizaciones para ser eximidos de la prohibición, y una fuente del Ministerio de Trabajo indicó que esos permisos fueron otorgados en 242 casos, ”garantizando que se respeten los derechos” de los niños involucrados.

La proporción de peruanos de 8 a 14 años que trabajan es casi uno de cada cuatro, y el trabajo infantil es más frecuente en áreas rurales, en tareas de siembra, cosecha, riego y cuidado de animales compartidas por las familias, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Según fuentes oficiales, cerca de 42 por ciento de los peruanos de 13 a 16 años trabajan, y de ellos, uno de cada tres no concurre a la escuela.

”Uno de los impactos negativos más graves del trabajo infantil se produce en la educación”, señaló el jefe de la unidad para el área andina de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Eduardo Araujo.

De los niños latinoamericanos que trabajan, sólo 50 por ciento concluyen la educación primaria y menos de 20 por ciento la secundaria”, destacó.

Ante las dimensiones del problema, las autoridades peruanas han decidido encarar primero la eliminación de trabajos peligrosos que ”ponen en peligro el bienestar físico, mental y moral del niño, ya sea por la propia naturaleza de la actividad o por las condiciones en que se realiza”.

En Lima, con apoyo de la OIT, se eliminó el trabajo infantil en la fabricación artesanal de ladrillos, a cambio de empleo seguro para sus padres, y en la actualidad se promueve un plan similar para la industria picapedrera de la zona norte de la capital.

Lo más grave es el trabajo infantil en minas artesanales y lavaderos de oro, por el número de niños que involucra y por las condiciones extremadamente penosas en que se realiza.

No hay datos oficiales sobre cuántos niños trabajan en minas de la franja costera sobre el océano Paífico y de la región de la sierra, al oeste de la anterior, o en los lavaderos de oro de la sierra y de la selva sudoriental, pero Doris Portocarrero, del Grupo de Iniciativa Derechos del Niño, opinó que son más de 50.000.

Las minas artesanales son yacimientos abandonados por las empresas que los explotaban, debido a disminución de la calidad del mineral extraído o de la rentabilidad. En la actualidad, las explotan ex empleados de esas empresas, junto con sus familias.

Hijos pequeños de esos trabajadores son conocidos como ”niños topo” y tienen a su cargo la penosa tarea de penetrar en las galería más estrechas, para trabajar con martillo y cincel.

En los lavaderos de oro de las selvas de Madre de Dios trabajan niños campesinos de las sierras andinas, casi en condiciones de esclavitud, prisioneros de deudas por los alimentos y vestimentas que reciben. Muy pocos llegan a pagar esas deudas.

”Los niños mineros no van a la escuela, y como crecerán sin educación, tendrán que heredar la ocupación familiar, que a su vez transmitirán a sus descendientes, y así se perpetuarán las penosas condiciones de su vida”, comentó Portocarrero.

Muchos niños mineros padecen desnutrición crónica, anemia y tuberculosis, indicó la investigadora María del Carmen Piazza, de la OIT, a cargo de un estudio sobre la situación de esos trabajadores infantiles en los meridionales departamentos de Puno, Madre de Dios, Ayacucho e Ica, y en el noroccidental de La Libertad.

”Su esperanza de vida no llega a los 50 años. En las frías zonas de la partes elevadas de las sierras andinas, sufren de enfermedades respiratorias agudas, reumatismo y artritis, y en las calurosas zonas de la selva, donde están los lavaderos de oro, hay una alta incidencia de males diarreicos”, expresó.

En cuanto a las niñas, se calcula que son más de 100.000 las que trabajan como empleadas domésticas, con jornadas de 12 a 16 horas diarias, y con un atraso escolar promedio de cuatro años. (FIN/IPS/al/mp/if hd/02

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