Los vaivenes del conflicto político entre Cuba y Estados Unidos afectan otra vez a miles de familias cubanas repartidas entre ambos países, que viven pendientes de las escasas posibilidades de reencuentro temporal.
Esas familias fueron víctimas en el pasado de la politización absoluta del proceso emigratorio, que impedía la comunicación entre los cubanos residentes en Estados Unidos y sus familiares en la isla. Ahora sufren la inclusión de Cuba entre los países que Washington considera promotores del terrorismo.
Una lista confeccionada al respecto por el Departamento de Estado (cancillería) estadounidense ubicó en mayo al gobierno de Fidel Castro junto a Irán, Iraq, Libia, Corea del Norte, Sudán y Siria.
La acusación, rechazada por La Habana, no tiene nada que ver con la realidad de Teresa Díaz, una mujer de 68 años que recorrió los 570 kilómetros que separan su ciudad, Camagüey, de la capital, para hacer sus gestiones de viaje.
La odisea para Díaz comenzó al presentarse por primera vez ante la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA) y terminó cuando le negaron la visa. No pude viajar, pero al menos ya salí de eso, comentó Díaz al abandonar la sede diplomática.
Otra fue la suerte de una mujer de 74 años que, tras pasar airosamente la entrevista en la SINA, ahora deberá esperar unas ocho semanas para que los funcionarios estadounidenses le devuelvan el pasaporte y continuar entonces sus trámites de viaje ante las autoridades cubanas de migración.
Así, para una madre cubana pasar una temporada con su hijo radicado en Estados Unidos se ha vuelto más engorroso y costoso de lo que era antes del 1 de agosto, cuando comenzaron a regir las nuevas normas de seguridad de Washington.
Las medidas estadounidenses incluyen la ampliación de los extensos formularios de solicitud y, en caso de conseguir el visto bueno del funcionario consular de la SINA, el envío del pedido de ingreso a ese país para su confirmación en Washington.
Los solicitantes deben pagar 65 dólares por la entrevista, se les conceda o no visa de ingreso, un gasto que ascenderá a 100 dólares a partir del 1 de enero. Pero los interesados pueden haber gastado una cifra similar antes de esa instancia, sólo para ingresar al consulado.
Hace un año, cuando viajó mi hermana a Miami le daban la visa a casi todos los viejitos. Ahora, de 100 personas que entran cada día, dan unas 20 o 30 visas cuando más. Si miras a tu alrededor, casi todos somos personas mayores, dijo Díaz a IPS.
A este ritmo, entre 2.000 y 2.500 personas piden visa de ingreso a Estados Unidos cada mes en la SINA. Muchas de ellas son mayores de 60 años y sólo desean pasar un tiempo con hijos, nietos o hermanos.
Este problema afecta a los familiares de los más de un millón de cubanos exiliados en Estados Unidos, una cantidad importante de los cuales cuenta con ciudadanía estadounidense, y se agudiza cuando se trata de habitantes del interior de Cuba.
Díaz viajó acompañada de una sobrina, tuvo que rentar una habitación por 10 dólares diarios y, cuando llegó a la SINA, se encontró que ya se estaban haciendo las listas para entrar a la sede diplomática el 4 de diciembre.
Ni podíamos quedarnos hasta esa fecha, así que mi sobrina terminó pagando 70 dólares por un turno a un 'colero'. Ese mismo día, los turnos subieron a 90 y 100 dólares. Botamos menos dinero, explicó la mujer.
Los coleros son las personas que controlan la cola (fila). Se dan 100 turnos para cada día y yo creo que hay tantos coleros como turnos, comentó un hombre, de 45 años, quien tras días de observación decidió que su única salida era comprar el turno.
Por lo general, los coleros viven cerca de la SINA y casi todos sacan pasaporte para poder justificar su presencia en el lugar. Cada cierto tiempo, la policía decide organizar la cola y nos fastidia la jugada, contó a IPS una joven colera.
Sin embargo, los períodos de organización suelen ser pasajeros y a menudo se puede escuchar a algún policía diciendo que están allí para controlar la entrada a la SINA, pero no para organizar la fila.
Por estos días, el negocio está buenísimo. La colera entrevistada por IPS opina que la gente está apurada por pasar la entrevista antes del aumento de precios del 1 de noviembre y porque teme que las cosas se pongan más difíciles.
Llevo más de dos años en esto y he llegado a vender los turnos en 150 dólares. Yo no subo los precios, la gente me ofrece más cada día, añadió la joven.
Al igual que ella, otros especuladores rondan la SINA cobrando un dólar o 20 pesos cubanos por llenar los formularios de cuatro páginas, que es un verdadero dolor de cabeza para las personas mayores de 60 y 70 años.
Entre más de 50 preguntas, el solicitante debe responder si ha estado preso, ha vendido droga o ha sido drogadicto, ha sido proxeneta o se ha prostituido, además de señalar si ha tratado de entrar a Estados Unidos para realizar actividades terroristas o subversivas.
Debe mencionar qué países visitó en los últimos 10 años, sus últimos dos empleadores antes del actual, todas las instituciones de enseñanza a las que haya asistido o asiste y datos precisos de sus familiares en ambos países.
Asimismo, se le pregunta si tiene alguna habilidad o entrenamiento especial en armas de fuego, explosivos, dispositivos nucleares, biológicos o químicos y si ha estado en un conflicto armado ya sea como participante o víctima.
Pasada esa prueba de fuego, las personas que reciben la visa tienen que esperar el regreso de su pasaporte para solicitar su permiso de salida de Cuba ante las autoridades locales, para lo cual invertirán otros 150 dólares y varias semanas de espera.
En ese tiempo, pueden gestionar la carta de invitación, un documento legalmente certificado que exige la Dirección de Inmigración para otorgar el permiso de salida y que cuesta 160 dólares o 140 dólares. La diferencia es si se elabora en Estados Unidos o en Cuba.
Sólo la pueden poner residentes en Estados Unidos o ciudadanos de ese país. Si se hace allá puede demorar en llegar a Cuba por lo que muchas personas prefieren pagar 50 dólares a algún estadounidense radicado aquí para que le haga el favor, explicó Magda González, una abogada habanera.
El pasaje entre La Habana y Miami, que cuesta 300 dólares, puede comprarse sólo al final de esta cadena de trámites.
Los viajeros cubanos no tienen derecho a reservar espacios en los vuelos y para comprar el pasaje deben presentar el pasaporte en orden. Entre una cuestión y otra, cada uno gasta unos 1.000 dólares para un viaje que dura menos de una hora.
Aquí se sabe cuándo se empiezan las gestiones, pero nunca cuando se terminan. Mucho menos puede alguien planificar cuándo va a viajar, precisó González. (FIN/IPS/da/dm/pr/02