Los alimentos se encarecerán en los próximos 23 años hasta quedar fuera del alcance de los más pobres si los gobiernos no toman acciones ya, a causa de la creciente demanda de agua, advirtieron este miércoles dos organizaciones internacionales especializadas.
El Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IPGRI) y el Instituto Internacional para el Manejo del Agua (IWMI) sostuvieron que las prácticas habituales en el sector podrían ocasionar la pérdida de 350 millones de toneladas anuales de comida en 2025, poco más que toda la cosecha de cereales de Estados Unidos en un año.
El informe Perspectiva mundial del agua para 2025: Previniendo una crisis inminente, detalla los resultados de complejas proyecciones realizadas mediante computadora sobre los posibles cambios en las políticas sobre uso de agua hasta ese año.
Sin embargo, el modelo no prevé el posible impacto del recalentamiento planetario ni de otros eventuales factores climáticos que también podrían afectar a regiones específicas, lo cual trazaría un escenario aun más pesimista.
La situación será, incluso, más grave si empeoran tendencias negativas como la declinante inversión en operación y mantenimiento en los sistemas y la infraestructura acuífera.
En ese caso, se debilitarán fuentes de agua clave de China, India, Asia oriental y Africa septentrional, y los precios internacionales de productos básicos alimentarios, como trigo, maíz y arroz, podrían hasta duplicarse.
A menos que cambien las políticas y las prioridades, no habrá suficiente agua en las ciudades, en los hogares, en el ambiente ni para el cultivo de alimentos, sostuvo el principal autor del informe, Mark Rosegrant, investigador del IPGRI.
El agua no es como el petróleo: no tiene sustituto. Si continuamos dando por sentado que no nos faltará, escaseará agua o comida o las dos cosas. En cualquier caso, los pobres serán los que sufrirán más, indicó.
El informe de más de 300 páginas fue publicado por el IPGRI y el IWMI, que integran una red de entidades nacionales e internacionales de investigación agrícola financiadas por el Banco Mundial, entre otros organismos.
El informe afirma que el mundo necesita políticas de largo plazo para maximizar el rendimiento agrícola, conservar el agua y establecer su modo de manejo y su precio con el objetivo de asegurar que se cumplan las necesidades alimentarias y sanitarias de los más pobres.
Obligar a los ricos a pagar por el agua los alentará a conservarla. Eso también serviría para obtener recursos con el fin de destinarla a ofrecer agua limpia y segura a los pobres, dijo el director de Ambiente y Tecnología de la Producción del IPGRI, Peter Hazell.
El informe también propone un aumento de la inversión en investigación agrícola y en infraestructura rural para aumentar la productividad del agua y del rendimiento de los cultivos alimentados con las lluvias, que representará la mitad del aumento de la producción alimentaria entre 1995 y 2025.
El aumento del uso mundial de agua en los hogares, la industria y la agricultura se calcula en al menos 50 por ciento para los próximos 20 años, debido, en parte, al rápido crecimiento de la población y a la urbanización de los países en desarrollo, indica el estudio.
La creciente competencia por el agua limitará severamente su disponibilidad para la irrigación, lo cual obstaculizará la producción de alimentos y elevará los precios, con un consecuente aumento de la desnutrición, según el informe, que calculó que muchos pobres del mundo en desarrollo ya gasta más de la mitad de sus ingresos para comer.
La falta del acceso al agua para cultivar es el principal obstáculo de cientos de millones de agricultores pobres en los países en desarrollo, sostuvo el director general del IWMI, Frank Rijsberman.
Si no se modifican las actuales políticas, el aumento de la producción alimentaria, dependiente del rendimiento de las cosechas, se reducirá, debido al declinante respaldo gubernamental a la investigación agrícola, a la infraestructura rural, a la irrigación y a los reservorios de agua.
Además, aumentará el bombeo de agua subterráneas, que, en muchos casos, excederá la capacidad de regeneración de las napas.
No aumentará el volumen de agua con valor ambiental, como el de los humedales que la retienen y purifican durante los periodos secos o conservan los bosques que reducen la erosión y cargan las napas freáticas. Mientras, los costos para el suministro de agua a hogares e industrias aumentarán con rapidez.
Los países pobres también sufrirán un aumento en la dependencia de sus importaciones de alimentos, que casi se triplicarán en el caso de Africa subsahariana. Incapaces de financiar esas importaciones, la desnutrición y el hambre aumentarán en muchos países pobres, según el informe.
Un moderado empeoramiento en la política mundial sobre agua ocasionaría una verdadera crisis, advirtieron el IPGRI y el IWMI.
En ese escenario, la producción mundial de cereales caería 10 por ciento, el equivalente a toda la cosecha de India en un año. Así, el precio del arroz aumentaría 40 por ciento, el del trigo, 80 por ciento, y el del maíz, 120 por ciento.
Para evitar la crisis, será necesario reducir el consumo de agua, según el estudio.
La crisis no es inevitable. El mundo puede consumir menos agua y obtener beneficios mayores. Pero debemos actuar ahora para lograrlo. Las estrategias requeridas no sólo insumen dinero y voluntad política, sino también tiempo, sostuvo Rosegrant. (FIN/IPS/tra-eng/jl/mj/dv en/02