América Latina y el Caribe debe adoptar un nuevo modelo de comercio agrícola, que otorgue más importancia a la promoción de los productos y a las nuevas demandas de los consumidores, según el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
Estudios técnicos del IICA consideran necesaria una agresiva estrategia para modificar la mentalidad de los dirigentes del sector en la región y demostrar que la agricultura es rentable.
Si yo tuviera una varita mágica lo primero que haría sería cambiar los ministerios de Agricultura de América Latina y el Caribe para convertirlos en centros de agronegocios, que promuevan la inserción de sus países en el competitivo mundo globalizado, dijo a IPS el director del IICA, Chelston Brathwaite.
Muchos sectores agrícolas de la región están fuera del mercado mundial porque sus productores lo que hacen es vender a empresas transnacionales, que finalmente son las que se benefician, comentó.
Una investigación realizada por este organismo de la Organización de Estados Americanos y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe señala que los productos más dependientes del comercio internacional tuvieron un escaso crecimiento en la última década.
El algodón, el trigo, el café, la caña de azúcar, el banano y las uvas son algunos de esos productos que en los años 90 retrocedieron o, en el mejor de los casos, apenas crecieron uno por ciento anual.
No podemos seguir dedicados simplemente a productos primarios, tenemos que darles valor agregado y para eso debemos buscar nichos específicos en el mercado mundial, agregó Brathwaite, representante de Barbados.
La agricultura representa 7,8 por ciento del producto interno bruto (PIB) de los países de América Latina y el Caribe, pero especialistas del IICA aseguraron que el impacto económico real de este sector en la economía regional es mucho mayor, debido al encadenamiento que genera con otras actividades.
En América Latina y el Caribe viven más de 500 millones de personas que todos los días necesitan comer, por eso tenemos que entender que la agricultura es un buen negocio y que en esta actividad hay mucho dinero, precisó Brathwaite.
Sostuvo, además, que la región debe aprovechar su biodiversidad para satisfacer a nuevos consumidores en el mundo, como aquellos que piden productos altamente especializados.
A modo de ejemplo, Brathwaite señala que los agricultores latinoamericanos dedicados al cultivo de café deberían especializarse en modalidades orgánicas o con sabores diferentes para afrontar la caída de los precios de este producto en el mercado internacional.
La población rural de América Latina y el Caribe asciende en la actualidad a 124 millones de personas, que equivale a 25 por ciento de los habitantes de la región, 10 puntos porcentuales menos que en los años 80.
Esa tendencia a abandonar las zonas rurales incide de modo directo en la capacidad de producción agropecuaria, pues se reduce en mayor medida la población económicamente activa en el sector.
El IICA entiende que se debe aprovecharse el nicho de los consumidores globales que exigen alimentos sin agroquímicos o que beneficien la salud.
No estamos invirtiendo en tecnología para el sector agropecuario, mientras que los países ricos invierten mucho, y si lo hacen por algo será, apuntó Brathwaite. Estados Unidos invierte por día cerca de un millón de dólares en su sector agrícola.
Carlos Gómez, un agricultor costarricense de 28 años, coincidió con Brathwaite en que es posible dar valor agregado a nuestros productos.
Nuestro principal producto es la piña y ya no se la vendemos a las (empresas) transnacionales, pues hemos logrado venderlas directamente a supermercados en Gran Bretaña, explicó a IPS Gómez, gerente ganadero de la empresa familiar Ganadera La Flor, dedicada a varias actividades agrícolas.
Este joven, que estudió economía y mantiene su vocación de agricultor, comentó que la empresa diversificó su actividad para agregar al cultivo de piña la producción de abonos orgánicos y áreas forestales.
El mercado va hacia eso y nosotros estamos demostrando que la agricultura no es sinónimo de retraso ni de pobreza, muchos de nosotros hemos estudiado y manejamos nuestra producción como ejecutivos, agregó.
Sin embargo, admitió que los gobiernos latinoamericanos deben invertir más en investigación y en tecnología, pues muchas veces los campesinos carecen de un apoyo verdadero.
En tanto, Mario Seixas, el representante brasileño en el IICA, aseguró a IPS que, si fuera agricultor, me dedicaría a un producto como el de las flores, que tiene muchas ventajas.
Seixas destacó que la producción de flores no requiere de grandes extensiones de tierra y, generalmente, en este sector se trabaja con contratos previos, que aseguran la buena remuneración del productor.
Lo que tenemos que hacer es capacitar más a los agricultores para que encuentren sus propios nichos de mercado, e implementar una campaña para demostrar que la agricultura no es sinónimo de pobreza, añadió. (FIN/IPS/nms/dm/dv/02