RELIGION-PAKISTAN: Las madrasas entre dos fuegos

Cuatro ministerios de Pakistán discuten la reforma de las escuelas religiosas islámicas (madrasas), detenida por las presiones contradictorias del clero, que exige autonomía, y de los gobiernos occidentales, que las consideran un semillero de extremistas.

Enviar al menos a un hijo varón a una de las 10.000 madrasas existentes en este país de 140 millones de habitantes es una tradición de las familias pobres en áreas rurales, en parte porque esas escuelas son gratuitas y brindan alojamiento y alimentación a sus estudiantes.

Así, las madrasas cuentan con entre uno y 1,7 millones de alumnos. El gobierno militar de Pervez Musharraf procura desde el año pasado mejorar la eduación que se brinda en ellas y, al mismo tiempo, alentar la inscripción en escuelas seculares.

Algunos estudiantes de religión también reclaman más materias. Abdul Ghafar, de 14 años, asiste a la madrasa Shah Faisal Jamai Islamia, donde aprende a interpretar el Corán y aplicar sus enseñanzas en la vida cotidiana. Pero también considera necesario estudiar inglés y ciencias.

El proceso de reformas iniciado por el gobierno se aceleró al influjo de Occidente luego de los atentados del 11 de septiembre contra Estados Unidos, atribuidos a militantes islámicos, pero luego se detuvo.

El Ministerio del Interior calculó que entre 10 y 15 por ciento de las madrasas tienen vínculo con organizaciones extremistas nacionales y extranjeras.

Mientras, un informe del Banco Mundial difundido en junio estimó que entre 15 y 20 por ciento de las madrasas brindan adiestramiento militar o canalizan a sus estudiantes a organizaciones dedicadas a esa actividad.

Los responsables de las escuelas religiosas ”tienen ciertas reservas sobre el futuro y la autonomía” de sus instituciones, dijo, luego de renunciar a comienzos de este mes, el ministro de Religión Mehmood Ghazi.

La dimisión de Ghazi fue atribuida a presiones de clérigos musulmanes. El gobierno no promulgó entonces una ley que daba cauce a la reforma, y luego postergó por tiempo indefinido la implementación de la norma.

Este mes se incorporó a la reforma el ministerio del Interior, que se sumó así a los de Relaciones Exteriores, de Religión y de Educación.

También a comienzos de este mes se instaló un comité integrado por tres representantes del gobierno y seis ulemas (académicos islámicos) para revisar el proyecto de ley, pero no se impuso un plazo para sus deliberaciones.

La iniciativa del gobierno prevé el registro, la regulación y la uniformización de los programas de estudio en las escuelas religiosas, así como el control oficial de las donaciones recibidas por las madrasas desde el extranjero y del ingreso de estudiantes mayores de 18 años.

El proyecto también preveía incluir en los programas de estudio de las madrasas cursos de inglés y de ciencias, con manuales y profesores aportados por el gobierno, así como la prohibición de la enseñanza de principios que inciten al odio o al extremismo religioso.

Pero los clérigos musulmanes no aceptarán restricciones a la independencia de las madrasas, advirtió ante el comité el portavoz de la Alianza de Escuelas Religiosas, el muftí Munibur Rahman.

Reformar la educación religiosa no es una tarea simple en este país musulmán. Algunas madrasas se cierran tanto a la influencia exterior que están más allá de cualquier reforma, afirmó el director de la gubernamental Fundación Nacional del Libro, Ahmad Faraz, considerado el principal poeta nacional.

”Esas madrasas deberían ser abolidas, y también debería darse a los estudiantes de las escuelas seculares la opción de cursar asignaturas de carácter religioso”, afirmó Faraz, cuyo organismo es el encargado de elaborar los manuales de estudio.

Muhammar Mazhar, un taxista de 45 años, envió a su hijo mayor a escuelas seculares y al menor a una madrasa (escuela religiosa islámica), pues pensaba que así gozaría de la bendición de Dios.

Hoy, el menor, de 15 años, sabe de memoria largos pasajes del Corán, el libro sagrado musulmán, pero no tiene ningún conocimiento que pueda servirle para ganarse la vida en el futuro. El mayor, de 20, cursa el primer año de contaduría, una profesión bien pagada en este país.

Un funcionario del área de la educación afirmó que el diseño de las reformas se remonta a 2000, pero aclaró que su implementación, paradójicamente, se retrasó debido a la presión de Occidente, donde la visión predominante es que esas escuelas alientan la militancia violenta.

El International Crisis Group (ICG), organización académica financiado por gobiernos de Occidente y Asia oriental y por fundaciones occidentales, advirtió en julio que la reforma de las madrasas no es una cuestión de extremismo sino educativa.

”Las madrasas tienen una larga historia en Pakistán y en las sociedades musulmanas en general. Tienen propósitos sociales importantes y es razonable que el gobierno las modernice y las adapte, no que las elimine”, indica un informe del ICG titulado ”Madrasas, extremismo y militares”.

Sin embargo, el ICG recomendó que la asistencia exterior dirigida al sector educativo de Pakistán se destine a reconstruir el sistema secular, en decadencia hace tres décadas.

”La militancia (violenta) es solo una parte del problema de las madrasas. El fenómeno de la 'jihad' (guerra santa) es independiente de las madrasas, y la mayoría de los 'jihadistas' no asistieron a esas escuelas”, aseguró la organización.

”Las madrasas que respaldan la jihad tienen el papel de reclutar” militantes de movimientos violentos, agrega el informe.

”La mayoría de las madrasas no imparten entrenamiento ni educación militar, pero siembran la semilla del extremismo en la mente de los estudiantes”, concluyó el ICG. (FIN/IPS/tra-eng/ni- js/js/mj/ed ip/02

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