ESTADOS UNIDOS: Iraq y Arabia Saudita en la mira

Estados Unidos se prepara para una nueva fase de su ”guerra contra el terrorismo”, mediante un ataque contra Iraq que le permita reemplazar al presidente Saddam Hussein, y el siguiente blanco puede ser Arabia Saudita.

La meta en Iraq sería similar a la de la ofensiva en Afganistán del año pasado, en la primera fase de la campaña de Washington: sustituir un régimen hostil por otro, aliado, en una zona estratégica del mundo musulmán, que en este caso posee 11 por ciento de las reservas mundiales conocidas de petróleo.

La ofensiva en Afganistán comenzó el 7 de octubre y logró al mes siguiente la derrota del movimiento Talibán, fundamentalista islámico, que controlaba la mayor parte del terrtorio afgano y albergaba al saudita Osama bin Laden, acusado por el gobierno estadounidense de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.

En enero, el presidente estadounidense George W. Bush afirmó que existe un ”eje del mal” formado por Corea del Norte, Irán e Iraq, aunque no acusó a sus gobiernos de estar relacionados con los atentados de septiembre, ni de apoyar de modo alguno al Talibán, a Bin Laden o a su organización, Al Qaeda (La Base).

El miércoles, el vicepresidente estadounidense Dick Cheney sostuvo que Washington no estará satisfecho hasta que se produzca un ”cambio de régimen” en Iraq.

Esa fue la respuesta de Cheney a intentos de distensión por parte del gobernante iraquí, quien había propuesto la visita a su país de una delegación de legisladores y técnicos estadounidenses, para que comprobaran que se le acusa sin base de desarrollar armas químicas, biológicas y nucleares.

El secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, había rechazado antes que Cheney esa invitación, a la cual calificó de ”broma”

En ese contexto, que incluye el trazado de nuevas líneas divisorias en Medio Oriente, adquieren especial significado los indicios de que funcionarios estadounidenses ven a Arabia Saudita como el próximo enemigo.

Riyadh ha sido durante años el principal aliado árabe de Estados Unidos, pero ahora se resiste a apoyar un ataque a su vecino Iraq, mejora sus relaciones con Irán y apoya al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat, cuyo relevo exige Bush para la creación de un Estado palestino.

El régimen saudita fue señalado como ”enemigo” y ”oponente más peligroso” de Estados Unidos en Medio Oriente, en un informe presentado el 10 de julio durante una reunión de altos asesores del Pentágono (Ministerio de Defensa), informó el martes el diario estadounidense The Washington Post.

Ese periódico citó acusaciones contra el gobierno saudita en ese informe a la Mesa de Política de Defensa, entre ellas la de ”apoyar a nuestros enemigos y atacar a nuestros aliados”, en alusión al conflicto entre el mundo árabe e Israel.

También se afirmó en el documento que la monarquía saudita es ”el núcleo del mal”, y que ”los sauditas están en todos los eslabones de la cadena del terrorismo internacional, desde el planeamiento y financiamiento hasta la conducción y ejecución, y desde la ideología a la instigación”, indicó el diario.

La Mesa de Política de Defensa está integrada por dos docenas de personas, entre ellas el ex secretario de Estado Henry Kissinger, el ex vicepresidente Dan Quayle, y los ex secretarios de Defensa James Schlesinger y Harold Brown, además de altos militares retirados.

El Pentágono no es responsable directo del informe, pero desde el 11 de septiembre funcionarios de Washington alientan sospechas contra sus históricos aliados, en especial desde que se descubrió que 15 de 19 ejecutantes suicidas de atentados en esa fecha eran sauditas.

Sin embargo, eso puede explicarse sin involucrar a Riyadh, por vínculos de Bin Laden con otros sauditas. Además, el líder de Al Qaeda, expulsado de su país y privado de su ciudadanía, es tan enemigo del gobierno saudita como del estadounidense.

Es posible que facciones belicistas del gobierno estadounidense prevean que controlar Iraq disminuirá la dependencia del petróleo saudita, que es cerca de 25 por ciento de las reservas mundiales conocidas.

Este viernes se realizó la primera reunión en Washington de todas las facciones iraquíes opositoras con el subsecretario de Estado, Marc Grossman, y el subsecretario de Defensa, Douglas Feith, con la intención declarada de preparar el ”cambio de régimen” en Iraq.

Seis días antes, el ministro de Relaciones Exteriores saudita, Saud al Feisal, visitó Teherán y enfatizó que Riyadh ”siempre se ha opuesto a cualquier ataque contra un país árabe o musulmán”.

El canciller reafirmó el miércoles que su país ”no permitirá a militares estadounidenses usar su territorio de ninguna forma para un ataque contra Iraq”.

Es interesante que el subjefe del Estado Mayor ruso, Aleksei Volkin, acusara el jueves a Riyadh de ”proteger a terroristas”, por sus ”leves” condenas a dos ciudadanos de la sudoccidental república rusa de Chechenia, donde actúa un movimiento separatista, que desviaron un avión ruso a Arabia Saudita.

Un ataque de Washington a Iraq causaría fuertes reacciones antiestadounidenses en el mundo musulmán, y en especial en países vecinos como Irán y Turquía.

Derrocar a Saddam puede conducir a un caos que desintegre Iraq, y a la creación de un Estado kurdo fronterizo con Turquía, desde el cual se apoyaría a insurgentes kurdos que combaten desde hace 18 años contra Ankara.

Teherán no desea un gobierno iraquí aliado de Washington en su frontera occidental, que lo dejaría cercado al sumarse a la presencia militar estadounidense del otro lado de sus fronteras orientales con Afganistán y Pakistán, en países de Asia Central y en naciones del Golfo.

Irán cuenta con más herramientas que otros países musulmanes para contrarrestar intereses estadounidenses en la región, ya que apoya al señor de la guerra Ismail Khan en Afganistán, a los grupos extremistas antiisraelíes Hizbolá y Hamas, y al iraquí Supremo Consejo Chiíta de la Revolución Islámica. (FIN/IPS/tra- eng/mh/js/mp/ip/02

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