EEUU: Derecha radical consolida control de política exterior

El general Colin Powell puede ser el secretario de Estado (canciller) más popular de la historia de Estados Unidos, pero es también uno de los más débiles.

Su debilidad se ha vuelto tan obvia que aun el diario The New York Times, uno de sus más acérrimos defensores, se vio obligado a publicar esta semana un artículo de tapa titulado ”Sitiado, escudriñado, Powell sigue marchando”.

El artículo da al lector la clara impresión de que las únicas razones por las que el moderado secretario de Estado no ha renunciado aún a su cargo son su sentido de lealtad y del deber como soldado y su valor como modelo para los afro-estadounidenses.

Pero el hecho es que, desde los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, Powell ha perdido casi todas sus batallas políticas: desde Medio Oriente hasta Corea del Norte, y desde el protocolo de Kyoto contra el cambio climático hasta la Corte Penal Internacional. Y sigue perdiéndolas.

Esta semana, por ejemplo, el gobierno de George W. Bush decidió reducir su aporte al Fondo de las Naciones Unidas para la Población pese a las objeciones del Departamento de Estado.

Además, la administración intentó, aunque sin éxito, frustrar un acuerdo en negociación por 12 años para fortalecer la aplicación de la Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura mediante inspecciones de funcionarios internacionales a centros de detención en los países signatarios.

Fuentes gubernamentales confirmaron también que Washington decidió retirar su apoyo -aunque débil y apenas en el discurso- a las fuerzas reformistas de Irán representadas por el presidente Mohammad Jatami, una posición largamente defendida por el Departamento de Estado.

En cambio, la administración de Bush descartó toda posibilidad de arreglo con el actual gobierno iraní a instancias de fuerzas pro-israelíes dentro y fuera del gobierno, aun desde antes del 11 de septiembre. Peor aun, parece que el Departamento de Estado ni siquiera fue consultado al respecto.

Los hechos de la última semana proveyeron más pruebas, por si eran necesarias, de que la política exterior estadounidense está controlada por una coalición de fuerzas centradas en el liderazgo civil del Pentágono (Departamento de Defensa), la oficina del vicepresidente Dick Cheney y, en menor grado, el Consejo de Seguridad Nacional.

Según Richard Holbrooke, ex embajador de Washington ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la visión del mundo de esas fuerzas marca ”una ruptura radical con 55 años de tradición bipartidaria que logró acuerdos y regímenes internacionales de gran beneficio para los estadounidenses”.

Los adherentes a esa visión incluyen dos altos funcionarios del Departamento de Estado que los asesores políticos de Bush le impusieron a Powell: John Bolton, subsecretario de Estado para Control de Armas y Seguridad Internacional, y Otto Reich, secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental.

Bolton declaró al diario The Wall Street Journal que ”el momento más feliz” de su servicio al gobierno fue cuando firmó la carta informando a la ONU que Washington renunciaba al Tratado de Roma para la creación de la Corte Penal Internacional, que juzgará crímenes contra la humanidad.

Mientras, la función de Reich parece consistir en mantener contentos a los cubanos anticastristas del estado de Florida.

La coalición que controla la política exterior consta de dos fuerzas ideológicas: los neoconservadores, un movimiento mayoritariamente judío cuyos adherentes son más fuertes en el Pentágono y en la oficina de Cheney, y la Derecha Cristiana, parte clave del electorado de Bush, que domina el liderazgo del gobernante Partido Republicano en la Cámara de Representantes.

Estas dos fuerzas coinciden en varios principios fundamentales. Aman al partido derechista Likud de Israel y odian a sus enemigos árabes e islámicos, mientras desprecian al multilateralismo, a la ONU y a las ”elites” europeas occidentales que critican a Israel o a Estados Unidos.

Además, consideran inevitable un enfrentamiento con China, creen que Estados Unidos es una nación ”excepcional” y una fuerza de redención moral, y por eso justifican la intervención activa en los asuntos de otros países y la defensa unilateral de sus propios intereses.

También creen que Washington debe mantener su incuestionable predominio militar para que siga siendo el máximo árbitro en los asuntos internacionales.

Un tercer componente de la coalición consiste en intereses más materiales.

Los principales fabricantes de armas esperan grandes beneficios económicos del aumento del gasto militar derivado de la ambiciosa ”guerra contra el terrorismo” y de un eventual conflicto con China.

Fuera del gobierno, las interconexiones entre las fuerzas de esa coalición (en particular dentro del Congreso, los medios de comunicación y varios grupos de expertos) se volvieron más claras desde el pasado 11 de septiembre.

Entre las organizaciones que las reúnen, se cuentan varios gabinetes de estrategia, en especial American Enterprise Institute (AEI), Project for a New American Century (PNAC), Center for Security Policy (CSP), Jewish Institute for National Security Affairs (JINSA) y Empower America.

Los directorios y el personal de todos estos exclusivos grupos de expertos están intervinculados.

Por ejemplo, esta semana se anunció que el vicedirector de PNAC, Tom Donelly, fue contratado por la gigantesca fábrica de aviones y armas de guerra Lockheed-Martin, que a su vez es patrocinadora de CSP y AEI.

Richard Perle, un ”académico” de AEI (del cual Bolton fue vicepresidente), es cofundador de JINSA, integra la junta de CSP y también es presidente de la Junta de Política de Defensa del Pentágono, un organismo asesor de alto nivel que promueve la invasión de Iraq.

Estos grupos también coordinan y difunden sus mensajes a través de medios de comunicación que comparten sus ideas, como las páginas editoriales del Wall Street Journal, el Weekly Standard del magnate Rupert Murdoch, The National Review, The Washington Times (perteneciente a la Iglesia de la Unificación, del coreano Moon), The New Republic y el canal de televisión Fox News, también de Murdoch.

Dos destacados columnistas que actúan como portadores de los mensajes de esas organizaciones son los neoconservadores Charles Krauthammer y Michael Kelly.

Desde que Bush hijo asumió la presidencia en enero de 2001, esos mensajes han estado dirigidos contra Powell y el clásico realismo de política exterior encarnado por el actual secretario de Estado y por el propio Bush padre, que fue presidente entre 1989 y 1993.

Aun antes de los ataques del 11 de septiembre, las fuerzas de la coalición de derecha estuvieron por detrás de una serie de ataques públicos a posiciones de Powell.

Los derechistas se rieron con satisfacción cuando Bush atacó la ”diplomacia luz de sol” de Corea del Sur hacia Corea del Norte, el mismo día en que Powell la alabó, y consideraron una traición el arreglo del secretario de Estado con China después de la detención de un avión espía estadounidense.

Sin embargo, los atentados de septiembre otorgaron a la coalición una fuerza incomparable contra las posiciones realistas promovidas por el Departamento de Estado y por el general retirado Brent Scowcroft, quien fuera asesor de seguridad nacional durante la presidencia de Bush padre.

Sólo una semana después de los ataques, el PNAC publicó una carta abierta en el diario The Washington Times y en el semanario Weekly Standard exhortando a Bush a ampliar la ”guerra contra el terrorismo” a Iraq, a la Autoridad Nacional Palestina de Yasser Arafat, al grupo fundamentalista islámico Hizbolá en Líbano, a Siria y a Irán.

Aunque el Departamento de Estado y expertos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) consideraron ese manifiesto absurdo y potencialmente desastroso, de hecho se ha incorporado a la agenda política de Washington. (FIN/IPS/tra-en/jl/mlm/ip/02

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe