(Arte y Cultura) PINTURA-COLOMBIA: Una exposición imposible

La muestra itinerante de 106 pinturas de la Colección Rau, de Alemania, que llegó por primera vez a América para recalar en la Casa de Moneda de la capital colombiana, carga seis siglos de arte universal y una novelesca historia de intrincados trámites.

El embajador francés en Colombia, Daniel Parfait, calificó la Colección Rau de ”exposición imposible” a fines de 2001, cuando las gestiones para traerla iniciadas un año y medio atrás por el Museo Nacional de Colombia se desplomaron junto con las torres gemelas de Nueva York, en los atentados del 11 de septiembre.

”Desde entonces las pólizas para garantizar la colección contra actos terroristas se volvieron indispensables, pero a la vez imposibles de conseguir”, explicó la directora del museo colombiano, Elvira Cuervo.

Poner a viajar por varios países obras insustituibles del arte universal, como la Colección Rau, será cada vez más difícil, ”no sólo para Colombia sino para cualquier país”, comentó.

Pero ese no fue el único obstáculo que encontró la muestra itinerante en su camino hacia la Casa de Moneda, ubicada en el barrio colonial bogotano de La Candelaria.

Otro golpe al proyecto fue la muerte el 2 de enero del médico filántropo alemán Gustav Rau, quien ya había aceptado que Colombia fuera el primer país americano en recibir una exposición que sólo había estado en Tokio, en la ciudad holandesa de Rótterdam, en la italiana Bérgamo, y en las alemanas de Colonia y Munich.

Los promotores de la muestra tuvieron que convencer a los funcionarios del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) de Alemania, heredero de la colección, de que la exposición enfrentaría en Colombia ”los mismos riesgos que en cualquier otra parte”.

Sin embargo, la ruptura en febrero de las negociaciones de paz entre el gobierno y las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y la ola de atentados que le sucedieron provocó que ”la exposición fuera cancelada en siete oportunidades”, relató Cuervo.

Una vez superados esos tropiezos, la muestra debió esperar que el Banco de la República (central) de Colombia se comprometiera a pagar las pólizas del seguro de las pinturas.

Además, los costos de la exposición de aproximadamente un millón de dólares fueron asumidos en 22 por ciento por empresas estatales y 78 por ciento restante por firmas privadas.

Así, tras sortear todos esos obstáculos, tres comisarios de la policía colombiana recibieron la colección a comienzos de junio en Bérgamo, para trasladarla a París en un aparatoso operativo terrestre de seguridad, que incluyó santos y seña y otros detalles propios de una película policial.

La Colección Rau fue transportada desde la capital francesa a Bogotá repartida en tres vuelos diferentes, siempre custodiada por los comisarios, mientras en la Casa de Moneda, propiedad del Banco de la República, varios equipos trabajaron a ritmo para adecuar el lugar y concretar otros trámites.

Uno de ellos fue lograr que se declarara zona franca aduanera a la Casa de Moneda, contigua a la sede del Museo Botero, que guarda una colección de pintura universal del siglo XX donada a la ciudad por el pintor colombiano Fernando Botero, y a la biblioteca Luis Angel Arango.

En ese marco, los corredores de seguros trabajaron a la par de los agentes fiscales y administradores, de la curaduría de la exposición a cargo del Museo de Luxemburgo, de París, y del Museo Nacional de Bogotá, con el de levantar todas las barreras para que los colombianos pudieron acceder a las 106 obras de arte.

Otros problemas a superar fueron la exigencia de Rau de que el dinero recaudado por la exposición itinerante fuera destinado siempre a instituciones de apoyo a la infancia, así como la ley colombiana que obliga al Museo Nacional a ingresar el dinero que recaude a la Tesorería General de la Nación.

Esas dos exigencias fueron reemplazadas por el compromiso del Museo ante Unicef de que un grupo de empresas privadas donarán un monto igual a lo que se recaude en la muestra al Centro de Rehabilitación Integral, que atiende niños y niñas víctimas de las minas antipersonal.

El boleto de ingreso a la exposición cuesta el equivalente a 1,7 dólares, con descuentos especiales para los estudiantes y personas mayores de 60 años. Sólo en la primera semana de inaugurada la muestra fue visitada por 12.800 personas.

Un equipo de 30 estudiantes de sociología, historia, artes plásticas y política fueron capacitados durante seis meses para servir de guía de la exposición.

El propósito es ”ofrecer a los visitantes lecturas desde diferentes puntos de vista, no sólo acerca de los problemas prácticos sino de las relaciones con aspectos literarios y sociales de cada obra”, explicó a IPS Amada Pérez, del departamento de Educación del Museo.

”Creo que la asistencia está muy relacionada con la crisis. La gente quiere ver otras facetas de vivir en este país y el arte oxigena”, agregó.

Por ejemplo, los boletos de entrada a la exposición dan derecho a un curso de historia del arte, a cargo de destacados catedráticos de las universidades de los Andes, Nacional y de Antioquia, de Bogotá y de Medellín.

La afluencia de público al curso no tiene antecedentes en el Museo. En sus dos primeras sesiones sobre el Renacimiento, desbordó la capacidad del auditorio para 280 personas, obligando a las autoridades a instalar circuitos cerrados de televisión en otras salas el museo.

El entusiasmo suscitado por la presencia de la Colección Rau en la capital de un país estigmatizado por la violencia política y social ”muestra que la gente quiere constatar que la vida es mucho más que la guerra”, sostuvo Pérez.

Esa avidez de arte y cultura la han palpado quienes tienen a su cargo la sala didáctica infantil, donde se ayuda a comprender cómo nació la perspectiva en los paisajes, cómo se concibe un retrato, se pinta un bodegón o qué significa una pintura épica.

Por allí pasarán los 4.000 alumnos de las escuelas públicas de la ciudad, para quienes sus profesores ganaron ese derecho al concurrir a un curso preparatorio convocado hace dos meses por el Museo.

El entusiasmo es tan grande que esta vez se puede superar la cantidad de visitantes que registró la exposición de pintura del español Pablo Picasso, por donde pasaron 130.000 personas durante tres meses en 2000, destacó Pérez. (FIN/IPS/yf/dm/cr/02

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