(Arte y Cultura) MUSICA-CHILE: Las raíces en las notas de un diccionario

Setenta musicólogos, compositores y artistas trabajaron en Chile para el primer Diccionario de la Música Hispana y Latinoamericana, una obra monumental de 10 tomos, ocho de los cuales ya están terminados.

El proyecto, lanzado por el director del Instituto Complutense de las Ciencias Musicales de Madrid, Emilio Casares, permitió que cada país profundizara, descubriera e incluso volviera a escribir su historia musical, explicó Fernando García, del Instituto de Musicología de la Universidad de Chile.

La obra consta de 1.200 páginas distribuidas en 10 volúmenes y contiene más de 27.000 artículos y referencias y unas 5.000 ilustraciones sobre la creación musical clásica y popular en América Latina y España.

”Este es el gran aporte del bicentenario en este campo (musical), porque jamás en nuestro país se había hecho algo así”, destacó García, aludiendo a los preparativos de la conmemoración en 2010 de los 200 años de existencia de Chile como república.

García y el profesor Luis Merino, también del Departamento de Musicología de la Universidad de Chile, convocaron a figuras artísticas y académicas del mundo musical de este país para trabajar y colaborar en la obra.

”Lo importante es que 80 por ciento de los contenidos (del diccionario sobre Chile) son inéditos y la información que ya existía tuvimos que revisarla completamente, lo que nos permitió modificar aquella que estaba errada”, señaló García.

En este diccionario aparecen nuevos escritos sobre figuras señeras de la música chilena durante el siglo XX, como el pianista Claudio Arrau, fallecido en 1991 a los 88 años, considerado uno de los mejores ejecutantes de Ludwig van Beethoven y de Wolfang Amadeus Mozart.

También están Violeta Parra, la cantautora chilena que se suicidó en 1967, consagrada como una de las principales promotoras del movimiento de la nueva canción latinoamericana, y Víctor Jara, el cantante y compositor asesinado por los militares golpistas en septiembre de 1973.

El estudio no discriminó entre la música clásica y la folclórica tradicional o la popular urbana, cuyo estudio académico recién se está abriendo paso en Chile, dijo el profesor García en declaraciones al periódico universitario U-Noticias.

La información del diccionario está organizada en compositores y su catálogo de obras, intérpretes, estilos musicales, festivales, instrumentos, bailarines y coreógrafos, y contiene además referencias sobre archivos y bibliotecas para investigaciones.

Se dice que desde su nacimiento como república, Chile tuvo próceres aficionados a la música. Bernardo O'Higgins, reconocido como el ”padre de la patria”, tenía talento para el piano.

José Miguel Carrera, que encabezó un efímero gobierno en los albores republicanos, no sólo creó el primer periódico del país, ”La Aurora de Chile”, sino también la primera banda de guerra y se le reconocía por su afición al canto.

Manuel Rodríguez, el mítico guerrillero que combatió a los españoles durante el periodo de la Reconquista (1814-1818), solía animar las tertulias tocando la guitarra.

Estos y otros numerosos antecedentes históricos están en los apartados chilenos del diccionario musical, que destaca también la importancia de figuras históricas en la creación musical de este país, como Isidora Zegers, Bernardo Alcedo y José Zapiola.

Entre los 70 colaboradores del diccionario musical en Chile estuvieron los académicos Miguel Claro y María Ester Gredes, así como Margot Loyola, quien con más de 80 años es hoy la intérprete más valorada del folclore campesino.

Los criterios que se aplicaron en toda los países para la elaboración de la obra dieron prioridad a aquellos músicos de carrera destacada, con un número de obras importantes y que hubieran alcanzado reconocimiento internacional.

De esta forma, los lectores del capítulo chileno se encontrarán seguramente, junto a Arrau, Parra y Jara, al bolerista Lucho Gatica o a la cantante de ópera Verónica Villarroel.

Más allá de las figuras y personajes, la investigación realizada para este diccionario en Chile confirma a la música popular como una suerte de crisol, en que se van fundiendo diversas influencias culturales.

”Aquellos que buscan la pureza en la cultura están propiciando su muerte”, sentenció García.

”Somos una especie de sopa hirviendo a la que todo el mundo le echa algo. La mezcla entre lo propiamente americano, lo europeo y lo africano, evidencia tres troncos que en sí ya son un conjunto de una gran diversidad”, explicó el académico.

”Por eso se producen discusiones cuando se habla del origen de la cueca (el baile nacional de Chile). Mientras algunos defienden que es español, otros creen que es árabe”, señaló.

La iniciativa impulsada por Casares desde Madrid tiene una estación de llegada en el monumental diccionario, pero también es un punto de partida para una suerte de movimiento de integración.

”Este proyecto permitió que los musicólogos de América Latina hayan tomado contacto, creándose espontáneamente una red musicológica de la región, aún débil, pero a todas luces enriquecedora”, destacó García. (FIN/IPS/ggr/dm/cr/02

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