INDIA-PAKISTAN: Nadie escucha a activistas antinucleares

Nadie en Asia meridional, la región del mundo que corre mayor riesgo de una guerra atómica, parece tomar en serio a los activistas antinucleares.

El candidato a presidente de la oficialista Alianza Nacional Democrática de India y arquitecto del sistema estratégico de defensa nacional, Abdul Kalam, recomendó a los pacifistas que ”vayan y hagan algo” por el arsenal nuclear al otro lado del océano Atlántico y dejen al gobierno decidir por el suyo.

En opinión del aspirante a presidente y ex asesor en ciencia y tecnología del primer ministro Atal Bihari Vajpayee, India y Pakistán no llegaron a la guerra el mes pasado gracias a que ambos países, vecinos y rivales, poseen armas nucleares.

La distensión de la escalada militar ocurrió luego de la intervención diplomática de Gran Bretaña y Estados Unidos. Pero ”si no tuviéramos armas nucleares, habríamos llegado a la guerra”, dijo Kalam en una conferencia de prensa ofrecida el 19 de este mes, un día después de la presentación de su candidatura.

Esa es precisamente la ”teoría de la disuasión” que los activistas antinucleares de ambos lados de la frontera indo- pakistaní intentan rebatir sin éxito.

”La competencia nuclear de India y Pakistán, todavía vigente, resalta el peligro de un conflicto nuclear devastador en Asia meridional”, señaló el miembro fundador del Movimiento Indio para el Desarme Nuclear (MIND) Achin Vanaik, que 18 de este mes reclamó medidas para reducir el riesgo nuclear.

La mayor dificultad para los grupos antinucleares como MIND, que está integrado por destacados científicos, médicos y periodistas, es que los gobernantes, la gente común y los medios de comunicación no parecen tomarlos en serio.

En la conferencia de prensa que ofrecieron el martes, Vanaik y otros miembros de MIND fueron calificados de ”grupo marginal de lunáticos” por un periodista de la televisión.

Es que muchos están convencidos de que la posesión de armas nucleares traerá la paz a India y Pakistán. La soberanía de la región de Cachemira es el principal motivo de disputas desde la independencia de ambos países, hace 55 años.

Como Vanaik y los pacifistas pakistaníes han subrayado en reiteradas ocasiones, las pruebas de armas nucleares que ambos estados llevaron a cabo en 1998 no les impidieron enfrascarse el año siguiente en una feroz guerra no declarada en la localidad de Kargil.

Esa región se encuentra junto a la denominada ”línea de control”, que divide la Cachemira pakistaní de la controlada por India. La mayoría de la población india practica la religión hindú, en tanto que en Pakistán, al igual que en Cachemira, predomina el Islam.

El entonces presidente de Estados Unidos Bill Clinton (1993- 2001), cuya intervención logró poner fin al conflicto de Kargil cuando amenazaba convertirse en una guerra nuclear, dijo en 2000 que Asia meridional era el ”lugar más peligroso de la tierra”.

”La evidencia es indudable. Desde las pruebas nucleares de 1998 hemos presenciado dos enfrentamientos claros”, dijo este mes a la revista india Frontline el físico nuclear pakistaní Pervez Hoodbhoy, uno de los más destacados de su país.

”Ahora sabemos que durante la crisis de Kargil, el ejército pakistaní, sin conocimiento del (entonces) primer ministro Nawaz Sharif, movilizó su flota de misiles atómicos”, dijo Hoodbhoy, entrevistado en la Universidad Quaid-e-Azam, en Islamabad.

Pakistán está hoy gobernado por el entonces jefe del ejército, Pervez Musharraf, quien dio un golpe de Estado contra Sharif.

”Presumimos que” en 1998 ”los indios también estaban en estado de máximo alerta nuclear”, agregó Hoodbhoy.

Los historiadores registrarán la guerra de Kargil como la primera provocada en los hechos por el arsenal atómico, sostuvo el científico.

”La posesión de armas nucleares dio a Pakistán un falso sentido de confianza y seguridad, alentándolo a ingresar en la aventura en Cachemira e iniciando la guerra”, aseveró.

La campaña antinuclear fue mucho más fuerte en India que en Pakistán, a juzgar por las protestas en las principales ciudades del país tras los ensayos de 1998, dijo Hoodbhoy.

”Desearía que nosotros (los pakistaníes) pudiéramos movilizar siquiera una fracción de aquella. India tiene una sociedad civil más dinámica y vibrante que la nuestra”, estimó.

Sin embargo, el activista indio Vanaik aseguró que los activistas antinucleares suelen soportar acusaciones de antipatriotismo e ingratitud a los gobernantes que trabajan por asegurar la pertenencia de India al exclusivo club de las potencias nucleares.

Por ejemplo, Kalam sostuvo que ”en los últimos 3.000 años India fue invadida, invadida e invadida por portugueses, holandeses, afganos”. Y ”cuando estos muchachos (los invasores) blandían armas de fuego, nosotros blandíamos espadas”.

”Cuando el vecino de India (Pakistán) tenía armas nucleares, el país no podía darse el lujo de hacer 'tapas'” (dedicarse a la meditación religiosa), agregó.

Kalam sostuvo que el programa nuclear del país se apega a ”principios y doctrinas” según las cuales el Estado se compromete a ”no usar primero” este tipo de armas.

Con o sin doctrina, la historia de la guerra fría entre Estados Unidos y la desaparecida Unión Soviética demostró que los riesgos son considerables, sostuvo el pacifista Rath Satyajit, integrante de MIND.

”Sólo entre 1977 y 1984, hubo 20.000 falsas alarmas, 1.000 de las cuales fueron lo suficientemente graves como para poner en máximo alerta bombas y misiles”, dijo.

El mundo estuvo en repetidas ocasiones al borde del desastre, pese a los miles de millones invertidos por Washington y Moscú en sistemas de control. ”La situación entre India y Pakistán es mucho, mucho peor”, afirmó Rath.

Los activistas de MIND creen que el riesgo de una guerra nuclear en Asia meridional es el más grave que vive el mundo desde la crisis de los misiles soviéticos en Cuba, en 1962, en parte por lo primitivo del armamento indio y pakistaní.

”La primera generación de armas de ambos países carece de salvaguardas adecuadas, como llaves de autorización y explosivos no sensibles” que inicien la reacción nuclear en una bomba, dijo Vanaik.

Los dos vecinos poseen una débil cultura en materia de seguridad, y su proporción de accidentes es 10 veces superior al promedio mundial.

Los principales accidentes en ambos países fueron causados por negligencia. Ese fue el caso de un escape de cianuro en una fábrica de plaguicidas, ocurrido en 1984 en la central ciudad india de Bhopal, que causó la muerte de 3.000 personas.

Los mismo ocurrió en la tragedia del Campamento Ojhri, en la septentrional ciudad pakistaní de Rawalpindi, donde la explosión de un depósito de municiones mató a más de 1.000 personas en 1987. (FIN/IPS/tra-eng/rdr/js/mlm/dcl/mj/ip/02

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