FUTBOL: Globalización amenaza la diversidad de estilos

La diversidad de estilos futbolísticos está en vías de extinción por la globalización expresada en la intensa migración de jugadores y directores técnicos, como queda en evidencia en la Copa Mundial actualmente en disputa en Corea del Sur y Japón.

Las diferencias entre las ”escuelas” europea y sudamericana eran claras en el pasado, pero desaparecieron a partir de los años 70, según Eduardo Gonçalves, más conocido como Tostao, el centrodelantero de la selección brasileña que encantó el mundo y ganó la Copa de 1970 en México.

Los sudamericanos copiaron la preparación física, ”el pragmatismo y la disciplina táctica de los europeos”, quienes, por su lado, asimilaron parte de la habilidad y creatividad sudamericana, escribió Tostao en un comentario enviado desde Corea del Sur a varios diarios brasileños.

Así, quedó ”todo igual”, pues no se perciben diferencias, agregó.

La desnacionalización del fútbol, acelerada desde los años 80, acentuó ese proceso.

De las 32 selecciones participantes, 10 son dirigidas por extranjeros. Incluso la orgullosa Inglaterra contrató al sueco Sven Goran Eriksson como director técnico.

Del total de 736 jugadores inscriptos en la Copa, 48 por ciento actúan en equipos fuera del país natal, la mayoría en Europa occidental. A ellos se suman algunos naturalizados, como Emmanuel Olisadebe, un solitario negro de origen nigeriano entre los rubios polacos.

Los jugadores actualmente se identifican más por sus ”comunidades capilares” que por sus nacionalidades, según el escritor y humorista brasileño Luis Fernando Veríssimo, también enviado por algunos diarios a Corea del Sur y Japón.

Su observación se refiere a los futbolistas que procuran distinguirse por su cabello, largos en el caso de muchos argentinos e italianos, coloridos como los japoneses, totalmente pelados o con cortes al uso de los indígenas estadounidenses mohicanos.

La gran cantidad de goles hechos de cabeza, en la primera fase concluida el viernes, revela que en esta Copa prevalece el estilo europeo. El principal goleador, el alemán Miroslav Klose, de origen polaco, marcó así sus cinco goles.

Muchos comentaristas atribuyeron la inesperada eliminación de Argentina al hecho de que esa selección renunció al estilo sudamericano de juego rastrero, que valora la habilidad individual con fintas y la pelota pasando de pie en pie con precisión y rapidez insinuante.

Mientras los argentinos jugaron a la europea, con la pelota elevada para el cabeceo contra el arco adversario, los ingleses, en el pasado los principales adictos al juego aéreo, triunfan ahora con sus astros Beckham y Owen manteniendo el balón en el suelo.

La tendencia a la uniformidad del fútbol parece apuntar al predominio europeo, según los resultados de esta Copa.

Solo dos países sudamericanos, Brasil y Paraguay, pasaron a octavos de final, con la eliminación de Argentina, Ecuador y Uruguay. En 1998, en Francia, quedaron cuatro y solo Colombia fue eliminada.

Es significativo, también, que la selección paraguaya, derrotada este sábado por Alemania, sea dirigida por el italiano Cesare Maldini.

Lamentablemente para los románticos que añoran la belleza y la ”magia” del fútbol brasileño de 1958 a 1970 y del argentino Diego Maradona, todo parece apuntar al triunfo de un estilo mecánico en que prevalece la fuerza física.

Incluso el fútbol africano, que prometía un juego más alegre, sustituyó la ingenuidad por la disciplina llevada por los entrenadores europeos. Pasó a valerse de la potencia atlética de sus jugadores, incluso abusando de la violencia, como hicieron Sudáfrica y Camerún en esta Copa.

El fútbol sigue así, aunque de forma más moderada, la evolución de otros deportes, al preferir los jugadores altos y de gran fuerza muscular.

Veinte de las 32 selecciones de la Copa actual tienen un promedio de estatura de al menos 1,80 metros. No es grande la diferencia entre los más altos, los alemanes, con 1,85 metros de promedio, y los más bajos, los mexicanos, con 1,77. Es otro factor de homogeneidad.

El fútbol, sin embargo, aún acoge bajitos en algunas funciones. Brasil, campeón de desigualdades sociales, tiene la selección más heterogénea, con algunos jugadores, como el ala izquierdo Roberto Carlos y el mediocampista Juninho, de menos de 1,68 metros.

La reducción de la diversidad tampoco afecta la creciente popularidad del fútbol en el mundo. Pero se trata de una expansión de la industria del espectáculo entre multitudes de hinchas, que solo quieren el triunfo de su equipo preferido, y frustra a los amantes del arte futbolístico.

El fútbol va perdiendo también el carácter, mitificado o no, de identificador cultural de los pueblos. La difundida disciplina alemana, la malicia argentina, la creatividad brasileña, la serenidad británica o nórdica, la furia española y la paciencia asiática no siempre se confirman en la cancha, o ya no son exclusivas. (FIN/IPS/mo/mj/cr/02

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