La izquierda francesa afronta el desafío de la renovación ideológica mientras se prepara para cinco años en los que ejercerá la oposición desde la minoría, tras la clara derrota electoral en las elecciones legislativas del domingo.
La coalición de socialistas, comunistas y verdes que fueron mayoría legislativa desde 1997, y que, de acuerdo con el régimen parlamentarista francés, también ejercieron el gobierno, perdieron 136 escaños, para retener sólo 178 de las 577 bancas de la Asamblea Nacional legislativa.
La izquierda perdió varios bastiones de la clase trabajadora en el norte del país, en distritos electorales alrededor de Lille y París.
Su influencia también cayó en las áreas rurales del este y sudoeste de Francia. Los simpatizantes tradicionales de la izquierda se abstuvieron o dieron su voto a pequeños partidos trotskistas, e incluso a candidatos de derecha y neofascistas.
Entre 1997 y 2002, la economía francesa creció tres por ciento, una cifra muy por encima del promedio europeo, y la izquierda esperaba que estos buenos resultados fueran premiados con votos.
El crecimiento económico alentó la creación de dos millones de empleos en los últimos cinco años. El desempleo se redujo de 13 a nueve por ciento desde 1996, y el poder adquisitivo de los sectores de menor ingreso creció a un ritmo de cuatro por ciento anual.
Pero aun así los partidos de izquierda vieron perder a sus candidatos en las elecciones presidenciales de mayo y abril y en las legislativas de este mes, y afrontan ahora pugnas internas por el poder, reflejo de batallas ideológicas.
La lucha más visible se registra en filas del Partido Socialista, en que el sector de los socialdemócratas modernistas, liderados por los ex ministros Laurent Fabius y Dominique Strauss Khan, se enfrentan con los tradicionalistas, apegados a viejos ideales más recostados sobre la izquierda.
No tenemos que estar más a la izquierda, sino ser una izquierda mejor, sostuvo Fabius, quien promueve para la renovación el modelo del Partido Laborista de Gran Bretaña.
Este sector respalda la reforma del sistema estatal de pensiones mediante la introducción de fondos privados y una importante reducción impositiva para las clases de altos ingresos.
También defienden los objetivos en materia de déficit fiscal fijados por la Unión Europea y las privatizaciones, entre ellas las de empresas de servicios públicos.
Por su parte, los tradicionalistas, liderados por el secretario general del Partido Socialista, Francois Hollande, y la ex ministra de Trabajo y Asuntos Sociales Martine Aubry, han atribuido la derrota electoral a desviaciones neoliberales.
Tenemos que inventar nuevos mecanismos para garantizar que la solidaridad y la fraternidad mantengan el ancla en nuestra sociedad, no renunciar a estos valores, dijo Aubry.
Varios debates informales se celebrarán esta semana para considerar el futuro de la izquierda. Dirigentes socialistas se reunirán este sábado en París, y este domingo lo harán otros del Partido Verde, ex comunistas y representantes de organizaciones no gubernamentales.
Fascinados por su propia doctrina, nuestros modernistas no quieren ver la cruel realidad. En Estados Unidos, la Meca de los fondos de pensión, la privatización en el sector energético y metalúrgico fracasó, y el Estado ha debido intervenir, dijo el economista de la Universidad de la Sorbona Liem Hoang-Ngoc.
Los recortes de impuestos a los contribuyentes de altos ingresos desatarán un sentimiento de injusticia en la clase trabajadora y reducirán los fondos del Estado necesarios para financiar el empleo y la educación, agregó Liem.
La propuesta ocasionaría, de ser implementada, un crecimiento de ahorros improductivos entre las personas ricas y la inversión en activos financieros, que a su vez conduce a la especulación bursátil y a presiones para privatizar servicios públicos, sostuvo el experto.
Otros analistas afirman que sólo la democratización social de los partidos de izquierda puede revivirlos.
Los izquierdistas debemos ser conscientes de que el periodo histórico de la revolución industrial, del socialismo influido por (Karl) Marx y eel colectivismo en todas sus formas ha llegado a su fin, sostuvo el integrante del Parlamento Europeo Olivier Duhamel, profesor del Instituto de Estudios Políticos de París.
Esta conciencia debe conducir a una revolución intelectual y al cuestionamiento de nuestra propia filosofía y acción política, dijo Duhamel.
Pero el legislador teme que los partidos de izquierda simplemente aguarden hasta la próxima elección confiando en que los votantes les devolverán el gobierno.
La posibilidad no es tan lejana para el Partido Socialista, que obtuvo 25 por ciento de los votos y 141 bancas en las elecciones parlamentarias, pero sí para los partidos Comunista y Verde.
El candidato comunista a la presidencia en las últimas elecciones, Robert Hue, perdió en la primera vuelta de abril incluso en el distrito de Argenteuil, cerca de París, donde gozaba de un cómodo liderazgo.
Como candidato presidencial, Hue sólo logró cuatro por ciento de los votos, y quedó incluso detrás de los trotskistas Olivier Besancenot y Arlette Laguillier.
La derrota de Hue también significó una carga financiera para el Partido Comunista, pues el Estado sólo reembolsa los costos electorales a los candidatos que obtengan más de cinco por ciento de los votos.
Hue abandonó el símbolo de la hoz y el martillo en camino hacia la reforma del Partido Comunista, pero no previó un futuro adverso para su fuerza política, que fue la principal de la izquierda en los años 70.
El Partido Verde también está en crisis. Nuestra participación en el gobierno de izquierda entre 1997 y este año fosilizó al partido y desconectó a nuestra dirección de la izquierda real, la de las calles, dijo el dirigente Jean-Pierre Auchan.
Ahora tenemos que volver a nuestras raíces para reconstruir una izquierda alternativa, afirmó. (FIN/IPS/tra- en/jg/ss/lp/mj/ip/02
