DESARROLLO-PERU: Alpacas y vicuñas contra la pobreza

Un experto de la ONU propuso el desarrollo en Perú de la ganadería de camélidos autóctonos —alpacas y vicuñas— y la promoción intensiva de la exportación de su lana para poner fin al hambre de los pastores indígenas que viven en las heladas alturas andinas.

Perú debe anticiparse a los planes de Australia, China y Nueva Zelanda, que en 1991 y 1992 importaron de Perú ejemplares de camélidos para su reproducción masiva, dijo el asesor del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) Antonio Brack, de nacionalidad peruana.

Cuando Lima prohibió la exportación de ejemplares vivos, esos países adquirieron tejidos para lograr, por medios genéticos, mejorar sus rebaños.

Australia, China y Nueva Zelanda ”tienen hoy unas de 300.000 alpacas, sometidas a proceso genético para mejorar la calidad de la lana. Dentro de 10 años tendrán entre 10 y 12 millones, más del doble de las que tiene Perú”, explicó Brack.

El experto presentó su propuesta al Instituto Peruano de la Alpaca y Camélidos y a la Sociedad Peruana de Criadores de Alpacas Registradas, organizaciones que, de aceptar la iniciativa, pedirán asistencia al Estado para implementarla.

Perú produce entre 3.000 Y 4.000 toneladas de fibra de camélidos por año, de las cuales se exporta el 80 por ciento, con un ingreso aproximado a los 20 millones de dólares.

La propuesta de Brack no se encamina únicamente a defender y mejorar la oferta peruana en el mercado mundial de fibras textiles, sino también a mejorar las condiciones de vida de la población que comparte las heladas alturas andinas con los camélidos, uno de los sectores sociales más deprimidos del país.

Noventa y cinco por ciento de las alpacas peruanas está en manos 167.000 familias de familias de pastores, cada una de las cuales tienen 70 animales promedio, según el Instituto Peruano de la Alpaca y Camélidos. Cada familia obtiene unos 600 dólares anuales promedio por la venta de de la lana.

Por encima de los 4.000 metros no hay vegetación ni agricultura, y casi la única actividad posible es la ganadería, pero no la vacuna ni la ovina, dada la escasez, dureza y pobreza de los pastos naturales.

Las únicas reses que subsisten allí son los camélidos oriundos de la cordillera de los Andes: alpacas, guanacos, llamas y vicuñas, parientes de los camellos que habitan en los arenosos desiertos del Medio Oriente, el Magreb y Asia central y de hábitos alimenticios tan frugales como los sudamericanos.

Durante la época precolombina y bajo la colonia española, los camélidos andinos vivían en manadas silvestres y eran cazados por comunidades indígenas en rodeos masivos y rituales una vez al año, con el fin de trasquilarlos y devolverlos a la vida silvestre.

Perú, con casi cuatro millones de alpacas, es el principal criador de esa especie y de vicuñas, Bolivia tiene el mayor número de llamas en tanto que en las sierras del norte de Argentina y en Chile habita la mayoría de los guanacos.

En la segunda mitad del siglo XX, las vicuñas peruanas estuvieron a punto de desaparecer por la acción de los cazadores furtivos, que utilizaban fusiles y metralletas, a veces desde avionetas, para trasquilar a los animales muertos.

Las alpacas han sido domesticadas y viven en cautiverio, mientras las vicuñas viven en reservas protegidas por el Estado. En los primeros años 90, el Estado asignó el cuidado de las manadas silvestres a comunidades indígenas de las alturas andinas, a las que se autorizó la esquila, pero no la faena.

Pero el Estado no promovió la tecnificación de la crianza ni la exporación directa de la lana por parte de los pastores, que dependen de empresas privadas que compran la fibra de alpaca y vicuña. Algunas comunidades recibieron ayuda de organizaciones no gubernamentales para mejorar el teñido y presentación de la lana.

La crianza intensiva de las alpacas y el manejo tecnificado de las vicuñas silvestres en áreas protegidas, así como la selección genética para preservar y mejorar la calidad de lana, es la respuesta que algunos expertos consideran adecuada para la zona más pobre de este país.

Trece de los 25 millones de habitantes de Perú son pobres, pues sus ingresos familiares no cubren el mínimo de sus necesidades de alimentación, vivienda y servicios. Unos 4,7 millones viven en pobreza extrema, entre ellos la mayoría de los pastores de las alturas andinas.

Pero algunos expertos consideran que las estadísticas oficiales deberían crear una franja inferior a la hoy correspondiente a la extrema pobreza, en la que se incluiría a las comunidades de pastores.

”La población campesina que habita en las zonas situadas por encima de los 4.000 metros sobre el nivel del mar viven en condiciones de carencia casi indescriptibles”, dijo el sociólogo Víctor Carrera.

”Lo obtenido por la venta de la lana alcanza a los pastores para comprar los tres artículos imprescindibles: fósforos, sal y patatas. Los fideos son un lujo para los días de fiesta y, por el difícil acceso a las zonas en donde viven, no reciben ayuda social del Estado”, sostuvo Carrera.

”Esa población está prácticamente fuera del Mapa de la Pobreza elaborado por el Instituto Nacional de Estadística, porque su condición de vida es más desventurada aun que la del sector calificado como de extrema pobreza”, aseguró el experto.

El Instituto Peruano de la Alpaca y Camélidos manifestó su preocupación porque la falta de cuidado genético ha desmejorado la calidad de las fibras y el creciente nacimiento de animales ”pintados”, es decir, con manchas oscuras, cuya lana obtiene precios mas bajos en el mercado mundial.

”En los países que están implantando la crianza de alpacas se maneja un cruce selectivo para obtener fibras de lana más finas y, por ende, de mejores precios”, señaló el representante en Lima de Sociedad Peruana de Criadores de Alpacas Registradas, Miguel Luis Bustinza. (FIN/IPS/al/mj/dv/02

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