COMUNICACION-CHINA: Entre el amor y el odio a Internet

El gobierno comunista de China, temeroso de elementos subversivos que aprovechen el anonimato de Internet, endureció la represión en la red, aunque también la presenta como plataforma para transformar el país en una potencia económica.

La represión consiste en inspecciones sorpresivas de sitios web y la clausura de ”cibercafés”, o cafeterías que ofrecen servicios de Internet. Como resultado, unos 2.200 de los 2.400 cibercafés de Beijing funcionan ilegalmente, informó el periódico China Daily.

En todo el país hay unos 200.000 bares o cafeterías que brindan servicios de Internet y 17.000 fueron cerrados por actividades ilegales, según medios de prensa oficiales.

No obstante, millones de chinos procuran acceder a la red y los cibercafés siguen floreciendo, tras puertas y ventanas cerradas para evitar a la policía, ignorando toda norma de seguridad.

La relación de amor y odio entre el gobernante Partido Comunista y la cultura cibernética quedó en evidencia el fin de semana, cuando un incendio arrasó un atestado cibercafé de la capital y mató a 24 jóvenes.

La única puerta del local estaba trabada y las ventanas bloqueadas con rejas de hierro, presuntamente en un intento del propietario por evadir redadas policiales.

Lanjisu, el café en cuestión, funcionaba sin permiso del gobierno. Situado en Haidian, el distrito universitario de Beijing, el bar atraía a jóvenes que navegaban en la web en busca de noticias sobre el campeonato mundial de fútbol o de juegos electrónicos.

”Es época de exámenes en las universidades, hace calor y muchos de nosotros no podemos dormir hasta tarde”, dijo Xiao Hong, un estudiante de la Universidad de Beijing que frecuenta los cibercafés de Haidian.

”Los locales de Internet abren hasta tarde y son baratos”, agregó.

La respuesta del gobierno a la tragedia del fin de semana fue rápida y extrema: ordenó cerrar todos los cibercafés de la capital, admitiendo en forma implícita que sus esfuerzos por controlar el uso de Internet han sido inútiles.

En abril, Beijing anunció su segunda gran represión de Internet en poco más de un año y prohibió los cibercafés en edificios residenciales y áreas cercanas a oficinas gubernamentales, además de intensificar la vigilancia del contenido de los sitios web.

La campaña tiende a ”limpiar el ambiente de Internet” antes del próximo congreso quinquenal del Partido Comunista en octubre, que realizará una renovación radical de la dirigencia, declaró a la prensa el ministro de Seguridad Pública, Jia Chunwang.

Jia prometió castigo para todos los delitos por Internet, que según el gobierno amenazan la seguridad nacional y la estabilidad social.

Pero mientras las autoridades tratan de imponer límites electrónicos y legales al uso de la red, promueven la alta tecnología y el comercio por Internet como forma de impulsar el crecimiento económico nacional.

El gobierno está convencido de que la transformación de China en una potencia económica depende de Internet. El propio presidente Jiang Zemin es un ferviente creyente en el poder de la informática.

Las nuevas autoridades que el 16 Congreso del Partido Comunista elegirá el próximo otoño boreal compartirán probablemente esa visión, dado que entre ellas habrá tecnócratas como el actual vicepresidente Hu Jintao y el viceprimer ministro Wen Jiabao.

People's Daily, el periódico oficial del Partido, se vanaglorió en abril de que ”la población de China conectada a Internet superó a la de Japón”.

El diario citó una encuesta de la empresa Nielsen/NetRatings según la cual en el primer trimestre de 2002 había 56,5 millones de usuarios de Internet en este país de 1.200 millones de habitantes.

Se trata de un notable crecimiento con respecto a los 22,5 millones de usuarios registrados a fines de enero de 2001, destacó el diario, que colocó la población china conectada a Internet en el segundo lugar mundial después de Estados Unidos, con 166 millones.

Sin embargo, apenas 5,5 por ciento de los hogares chinos tienen conexión a Internet, porque la mayoría no pueden adquirir una computadora personal.

Por esa razón, los cibercafés se multiplicaron como hongos en la capital y otras grandes ciudades en los últimos años, para abastecer a un público sediento de noticias y entretenimiento.

Por tan sólo tres yuanes o cuarenta centavos de dólar la hora, los chinos pueden visitar de manera anónima cualquier sitio habilitado que deseen y tratar de burlar a los cibercensores para acceder a sitios bloqueados.

Pese a sus promesas de apertura en la era de Internet, el gobierno continúa bloqueando el acceso a medios de prensa occidentales, sitios como el del proscripto movimiento espiritual Falung Gong y todo otro sitio cuyo contenido sea considerado ”políticamente sensible” por el Partido Comunista.

Es improbable que esto cambie incluso cuando los líderes de la antigua generación abandonen sus cargos en los próximos meses, porque los nuevos defenderán con igual firmeza la autoridad suprema del Partido Comunista.

La reciente ola de represión demostró que cualquiera, desde activistas por la democracia hasta practicantes de pornografía y miembros de Falun Gong, puede ser blanco de la represión.

En mayo, el gobierno acusó de subversión a cuatro intelectuales luego de detenerlos en marzo por utilizar Internet para organizar un grupo de discusión sobre reforma política, según el Centro de Información para los Derechos Humanos y la Democracia, de Hong Kong.

Pero la mano dura de Beijing para controlar Internet podría frustrar los esfuerzos del gobierno por mejorar su imagen cuando falta poco para una transición clave de liderazgo, como quedó demostrado con el último incidente en el café Lanjisu. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/mlm/ip ic/02

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