ALIMENTACION: Magra cosecha

La única forma de juzgar la segunda Cumbre Mundial de la Alimentación que finalizó este jueves en la capital de Italia, será por sus resultados futuros, pero el pronóstico no es alentador para 800 millones de personas que padecen hambre.

Los 182 gobiernos que tomaron parte en la conferencia de cuatro días, convocada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), debieron afrontar la realidad de los compromisos no cumplidos de la primera cumbre, celebrada en 1996.

Por tanto, lejos de formular nuevos propósitos, los delegados se limitaron a renovar la meta de reducir a la mitad el número de desnutridos del mundo en 2015.

El mapa humano del hambre se reduce a razón de seis millones de personas por año, en especial en China y Asia sudoriental. Pero ese progreso debería abarcar a 22 millones de personas por año, si la comunidad internacional quiere alcanzar en 2015 la meta establecida.

Tampoco hubo muestras relevantes de voluntad política para tratar asuntos polémicos como los subsidios agrícolas del Norte industrial, a los que los países en desarrollo atribuyen parte de sus dificultades para salir de la pobreza.

El Sur en desarrollo acusa además a las naciones industrializadas de alimentar el doble discurso cuando instan al libre comercio que no practican.

Unas 700 organizaciones no gubernamentales, reunidas en un foro paralelo en Roma, criticaron a la cumbre por promover la biotecnología y los intereses privados de esta industria.

”Estamos comprometidos a estudiar, compartir y facilitar el uso responsable de la biotecnología para satisfacer las necesidades del desarrollo”, sostiene la declaración final de la segunda cumbre, marcando un cambio sustancial del documento de 1996, que no se pronunciaba al respecto.

”Lucharemos para detener la ingeniería genética, y exigiremos el fin de la incorporación de organismos genéticamente modificados en los alimentos y la asistencia alimentaria”, dijo la activista Srojeni Rengam, de la Red de Acción contra los Plaguicidas (PAN), con sede en Malasia.

El impacto de la cumbre fue escaso. Sólo dos jefes de Estado o de gobierno del Norte industrial participaron, el primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, y el presidente del gobierno de España, José María Aznar, en ejercicio de la presidencia rotativa de la Unión Europea.

Esto echa por tierra la esperanza de importantes compromisos futuros o proyectos innovadores en la materia.

Los jefes de Estado tienen que gobernar y no pueden pasar días enteros en conferencias internacionales, dijo Berlusconi durante la rueda de prensa final de este jueves, posiblemente fatigado por la asistencia de una serie de conferencias internacionales.

Poco antes, el presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, dijo a la agencia de noticias Reuters que consideraba una vergüenza la falta de participación de otros jefes de Estado y gobierno.

”Supongo que es porque no juzgan importante que 800 millones de personas padezcan hambre en el mundo. Creo que refleja una preocupación insignificante por la vida humana”, sostuvo Mbeki.

Para las organizaciones no gubernamentales el resultado de la conferencia constituye un paso atrás. ”Este nuevo plan de acción mantiene el error de prescribir la medicina equivocada y recetas dañinas que sólo empeorarán la situación”, sostuvo Rengam.

Un documento presentado por el foro paralelo el jueves asevera que, ”lejos de analizar y corregir los problemas que han hecho imposible avanzar durante los últimos cinco años hacia la eliminación del hambre, este plan de acción repite los errores” del pasado.

La Cumbre actuó según una agenda predeterminada y el martes, segundo día de sesiones, los participantes aprobaron una declaración que sólo los compromete a los compromisos de 1996.

La declaración no avanza en ninguno de los objetivos anteriores, y tampoco incorpora el derecho a la alimentación, un aspecto impulsado por muchos actores que procuran avanzar hacia el concepto de ”soberanía alimentaria”.

El documento apenas insta a actores sociales y gubernamentales a ”efectuar contribuciones voluntarias al Fondo Fiduciario de la FAO para la Seguridad Alimentaria y a otros instrumentos voluntarios”.

El borrador de la declaración incluía un código internacional de conducta sobre el derecho a la alimentación, pero Estados Unidos y otros países lo rechazaron, por temor a las consecuencias jurídicas de suscribir un texto de ese calibre.

Finalmente, los países acordaron ”pautas voluntarias” para asegurar el derecho a la alimentación adecuada, que deben ser elaboradas por la FAO y los sectores interesados en un plazo de dos años.

Del mismo modo, el Plan contra el Hambre, redactado en forma conjunta por el economista de la Universidad de Harvard Jeffrey Sachs y la FAO no logró abrirse paso, pese a que intentó fijar un costo realista al objetivo de terminar con el hambre.

Sachs estimó que se necesitan 24.000 millones de dólares, y propuso una financiación conjunta de gobiernos nacionales y donantes.

Es posible que el Plan contra el Hambre sea llevado a la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, que se celebrará entre el 26 de agosto y el 4 de septiembre en la ciudad sudafricana de Johannesburgo.

En Sudáfrica podrá lograr mejor comprensión la propuesta de la seguridad alimentaria como indicador primario del desarrollo social. (FIN/IPS/tra-eng/fh-gh/js/lp/dcl/dv/ip/02

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