El tren de la paz, una iniciativa de la sociedad civil de Sri Lanka para poner fin al conflicto de 19 años con los insurgentes tamiles, es por ahora un mero símbolo, pero en poco tiempo podría significar mucho más.
Los niños de las aldeas y las mujeres que lavan ropa en los arroyos lo saludan al pasar, mientras los cultivadores de arroz levantan la cabeza y miran con curiosidad al colorido ferrocarril en su marcha hacia el norte de la isla.
El tren, pintado con símbolos de paz, viaja hacia la septentrional ciudad de Vavuniya, 250 kilómetros al norte de la capital, Colombo.
La población pronto reconocerá al tren de la paz de Sri Lanka y sabrá lo que simboliza, dijo Sujeevan Perera, director de programa del Neelan Tiruchelvam Trust, el grupo que organizó el proyecto con asistencia financiera de la Agencia Canadiense para el Desarrollo Internacional.
Se trata de una iniciativa alentadora, enmarcada en los esfuerzos del gobierno para poner fin al conflicto étnico que ha costado 64.000 vidas desde 1983.
Desde ese año, los Tigres de Liberación de la Patria Tamil luchan por la independencia del territorio del norte y el este del país en que está establecida la minoría tamil.
Los tamiles acusaron a sucesivos gobiernos conducidos por miembros de la mayoría cingalesa de negar a las comunidades minoritarias igualdad en materia de educación, uso de la tierra y empleo.
Los rebeldes manifestaron su disposición a retirar su demanda de una tierra independiente si el gobierno otorga a los tamiles autonomía suficiente para gobernar las regiones del norte y el este de la isla, donde residen la mayoría de los tamiles.
Desde diciembre está vigente un cese del fuego entre las fuerzas del gobierno y los insurgentes, y ambas partes comenzarán negociaciones de paz el mes próximo en Tailandia.
Aunque hay creciente preocupación por el retraso de cinco meses en el comienzo de las negociaciones, también hay alivio, tanto en la capital como en el interior, de donde proceden la mayoría de los reclutas de las fuerzas armadas.
Muchos aldeanos están agradecidos por la tranquilidad que tienen ahora, porque menos hijos vuelven muertos. Hay alivio en todas partes, explicó Sunil Shantha, un empleado y líder sindical ferroviario que viajaba en el tren de la paz.
Jehan Perera, analista político y activista del Consejo Nacional para la Paz, un grupo privado, afirmó que se salvaron unas 1.500 vidas en los cinco meses transcurridos desde el 24 de diciembre de 2001, cuando los guerrilleros declararon un cese del fuego unilateral.
Normalmente mueren unas 10 personas por día a causa de la guerra. El cese del fuego representa un tremendo logro en cuanto a vidas humanas, destacó.
Aunque los residentes de Colombo son escépticos sobre la duración de la tregua, se sienten aliviados de poder caminar por las calles de la capital sin temor a atentados suicidas u otros ataques de los rebeldes.
Las barricadas fueron levantadas, y los puestos de control reducidos. El último ataque rebelde en el país se produjo el pasado julio contra una base de la fuerza aérea cercana al aeropuerto internacional de Colombo.
El comercio también se reanimó. La multinacional Unilever, que actualmente es la mayor empresa de Sri Lanka, declaró el martes en una reunión empresarial que su facturación en el primer trimestre de este año aumentó 40 por ciento, luego de un desalentador 2001.
La comunidad empresarial, representada por las cámaras de comercio y SriLankaFirst, un grupo de asociaciones empresariales promotoras de la paz, ha sido una fuerza impulsora del actual proceso de paz.
Aunque en el pasado los empresarios eran renuentes a involucrarse en el proceso de paz, arguyendo que no tenían lugar en la política, desde el ataque al aeropuerto del año pasado revirtieron su papel y encabezaron la campaña por la paz.
La comunidad empresarial ayudó a la coalición encabezada por el Partido Nacional Unido a lograr una abrumadora victoria en las elecciones parlamentarias de diciembre.
En los últimos meses, delegaciones de empresarios visitaron la devastada ciudad de Jaffna y discutieron planes para establecer supermercados y hoteles y revivir el comercio con el norte.
Sin embargo, la falta de un movimiento de la sociedad civil amplio, más allá de pequeñas iniciativas como el tren de la paz, es considerada una grave desventaja en el actual proceso.
Debemos crear un movimiento civil fuerte para la paz, como existió en ocasiones anteriores, exhortó Baddegama Samitha, un parlamentario opositor y monje budista del templo de Baddegama, en el sur de Sri Lanka.
Según Samitha, como el proceso de paz estuvo envuelto en secreto, la gente no sabía lo que ocurría y por eso demostró escaso interés.
Hay un vacío público, y eso no es bueno. La participación popular es esencial para el éxito del proceso de paz, destacó el monje, otro pasajero del tren de la paz.
La estrategia del primer ministro Ranil Wickremasinghe consiste en despejar los cuellos de botella antes de llegar a la paz con los rebeldes.
Desde que asumió el poder, el gobierno levantó un embargo económico, permitió el ingreso de alimentos y medicinas suficientes a zonas controladas por los rebeldes y abrió, con el consentimiento de los Tigres, la principal ruta hacia Jaffna, que había estado cerrada por años.
La mayoría de esas medidas eran reclamadas hacía años por los insurgentes. (FIN/IPS/tra-en/fs/js/mlm/ip-pr/02