Berket, de 13 años, trabaja desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche en una tienda de comestibles de la capital de Bangladesh, sin un día de descanso, por el equivalente a seis dólares al mes. Pero él se considera afortunado.
Cuando vivía en mi aldea con mis padres, no podía comer tres veces al día, contó el niño, quien ahora tiene comida, vivienda y un poco de dinero a fin de mes.
Las hijas más pequeñas de Moyeen, quien se gana la vida transportando personas en un carro de culí, corrieron una suerte similar.
Moyeen permitió que sus hijas trabajaran como empleadas domésticas en Dacca porque ya no podía mantener solo a su familia de cinco miembros.
No puedo tirar del carro siempre porque tengo problemas respiratorios, explicó. La ganancia mensual de mis dos hijas, de unos 10 dólares, es de gran ayuda para mi familia, dijo.
La pobreza endémica es la raíz del trabajo infantil en Bangladesh, y por eso no hay perspectivas de eliminación rápida de esa práctica que comprende a 7,5 millones de niños y niñas de entre cinco y 14 años, según cifras oficiales.
Mientras persista la pobreza, no habrá posibilidad de erradicar el trabajo infantil de Bangladesh, donde la mitad de los 130 millones de habitantes viven por debajo de la línea de pobreza, y 30 millones están en la miseria absoluta, dijo el líder sindical A. Harun.
Sin embargo, esto no debe ser una excusa para disminuir los esfuerzos por prevenir al menos las formas más riesgosas de trabajo infantil, advirtieron expertos.
Además, agregaron, es hora de que el gobierno establezca un programa integral para combatir este flagelo social.
Peter Stalker, consultor de varias agencias de la Organización de las Naciones Unidas, estimó que los niños trabajadores de Bangladesh no son 7,5 millones sino 13 millones, y quizá otros ocho millones de 10 a 14 años.
Sin embargo, Dacca parece contentarse con los esfuerzos de organizaciones no gubernamentales (ONG) y grupos internacionales que, aunque valiosos, sólo pueden ayudar a unos pocos niños.
El gobierno firmó este año un acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y Holanda para implementar un proyecto de eliminación de las peores formas de trabajo infantil en la capital, entre ellas el trabajo con maquinaria pesada, soldaduras y automóviles.
El proyecto de 4,8 millones de dólares será implementado por cuatro ONG, entre ellas Dhaka Ahsania Mission y Thengamara Mohila Sabuj Sangha, que brindarán educación informal a los niños.
El Programa de Educación para Niños Desfavorecidos les proveerá capacitación y servicios de empleo, mientras el Centro de Integración de Recursos conducirá un programa de microcréditos para que los padres o tutores puedan emprender actividades generadoras de ingresos.
Un elemento esencial del proyecto es la reducción de la dependencia de los padres respecto de los ingresos de sus hijos. En muchos hogares de asentamientos precarios, los salarios de los niños constituyen un tercio del ingreso familiar.
Así mismo, el programa incluye asesoramiento a los empleadores para prevenir que sustituyan a esos niños por otros, así como una campaña de concienciación nacional contra el trabajo infantil.
Sólo 17 por ciento de los niños trabajadores de Bangladesh trabajan en áreas urbanas. El resto lo hace en zonas rurales.
Aunque la Ley de Factorías de 1965 prohíbe el empleo de menores de 14 años, la ley abarca sólo el sector formal, donde se encuentran apenas cuatro por ciento de los niños trabajadores. Además, la implementación de la norma tiene enormes carencias.
Para contrarrestar esta situación, Dacca intenta mantener a los niños en la escuela el mayor tiempo posible.
Desde 1994, el gobierno aplica un programa de Alimentos por educación, por el que casi 1,7 millones de escolares obtienen 15 kilos de trigo o arroz al mes si asisten a 85 por ciento de las clases.
Las autoridades planean ampliar el programa a tres millones de escolares de zonas rurales.
Otro proyecto contra el trabajo infantil, patrocinado por Bangladesh y Suecia y financiado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), se ocupa de niños y niñas de entre ocho y 14 años que asisten a escuelas informales dirigidas por ONG.
Mientras, una medida bien intencionada de un gobierno extranjero produjo más daños que beneficios.
El embargo de Estados Unidos contra los bienes producidos total o parcialmente con trabajo infantil desplazó a miles de niños bengalíes de la industria de la vestimenta a tareas más peligrosas y peor remuneradas, incluso a la prostitución. (FIN/IPS/tra- en/ti/ccb/js/mlm/lb-hd/02