El último discurso del presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, decepcionó al público nacional y extranjero, porque no anunció ninguna medida para disminuir el riesgo de una cuarta guerra con India, esta vez con armas nucleares.
Cargado de amenazas contra su rival y vecina India, el discurso televisado de la noche del lunes no fue más que una respuesta a las críticas que el régimen militar enfrenta en el ámbito nacional e internacional, según analistas.
El discurso se produjo en medio de presiones de la comunidad internacional para que Islamabad reprima a los extremistas islámicos que India acusa de actos terroristas en su territorio, incluso en la disputada Cachemira.
Pero contra las expectativas de anuncio de alguna decisión importante para distender la grave tensión con India, Musharraf se limitó a pronunciar palabras duras contra su vecino.
Además, Pakistán realizó este martes el cuarto lanzamiento experimental de un misil capaz de portar ojivas nucleares, mientras el canciller de Gran Bretaña, Jack Straw, se encontraba en Islamabad en un esfuerzo diplomático por evitar una nueva guerra en Asia meridional.
Muchos pakistaníes habían alentado falsas expectativas de otro discurso como el del 12 de enero, en que Musharraf anunció una campaña de represión contra los grupos terroristas y jihadistas, un cambio histórico en la política nacional.
Pero no todos los discursos pueden ser históricos, observó el analista político Rahimullah Yusufzai.
Sin fundamento, observadores occidentales e indios dieron por sentado que el general (Musharraf) intensificaría la represión de grupos extremistas islámicos, añadió.
El canciller de India, Jaswant Singh, describió el discurso de Musharraf como decepcionante y peligroso.
Decepcionante porque sólo repite algunas promesas viejas que siguen incumplidas, y peligroso porque con su postura beligerante aumentó en lugar de reducir la tensión, explicó Singh en conferencia de prensa este martes.
India y Pakistán, que actualmente poseen armas nucleares, acumularon en la frontera común un millón de soldados y numerosos equipos militares.
La escalada militar comenzó luego del atentado suicida del 13 de diciembre contra el parlamento indio, que dejó 14 muertos y Nueva Delhi atribuyó a grupos terroristas respaldados por Pakistán.
Además, India acusó a su vecino y rival de haber organizado otro ataque suicida el 14 de este mes contra una base militar en Cachemira, el único estado indio de mayoría musulmana, que ya fue causa de tres guerras con Pakistán desde 1947.
Aunque Musharraf ordenó a los organismos competentes adoptar medidas más duras contra los grupos extremistas que operan en Cachemira, no realizó compromisos nuevos, posiblemente porque no quería dar la impresión de sumisión ante la presión internacional.
Sin embargo, afirmó categóricamente que no hay infiltraciones de pakistaníes a través de la Línea de Control que divide a la región de Cachemira entre India y Pakistán, como acusa Nueva Delhi.
No hay incursiones a través de la Línea de Control. Pakistán no está llevando el terrorismo a ninguna parte, aseguró, en un esfuerzo por mostrar que está cumpliendo su promesa de reprimir al fundamentalismo islámico.
Pero los críticos señalan que el gobierno militar será juzgado por las promesas que cumpla, y no por las que haga.
El discurso (de Musharraf) fue una mezcla de esperanza piadosa y promesas vagas destinadas a engañar una vez más al pueblo y al mundo para perpetuar su mandato, sostuvo un portavoz de la Liga Musulmana, el partido del derrocado primer ministro Nawaz Sharif.
En realidad, Musharraf intentó desviar la presión internacional hacia India, opinó Imtiaz Alam, otro analista político.
El presidente hizo referencia a las violaciones contra los derechos humanos de musulmanes en los estados de Cachemira y Gujarat a manos de fundamentalistas hindúes, y exhortó al despliegue de observadores internacionales.
Su defensa del derecho de los cachemiros a la autodeterminación estuvo destinada a concentrar la atención mundial en ese tema, la manzana de la discordia entre India y Pakistán en los últimos 54 años, observó Alam en su columna en el diario de lengua inglesa The News.
India y Pakistán ya pelearon tres guerras por Cachemira desde 1947, cuando Gran Bretaña dividió el subcontinente según grupos religiosos antes de abandonarlo.
Pakistán nunca aceptó la decisión del gobernador hindú de Cachemira ese año de incorporar parte de la región a India, e insiste en que Nueva Delhi debe cumplir una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que exige un referendo de autodeterminación en ese territorio.
India, por su parte, considera a Cachemira parte integrante del país, no sujeta a ninguna negociación internacional.
Grupos separatistas armados luchan desde 1989 por la autodeterminación de la parte india de Cachemira, en un conflicto que causó la muerte de 30.000 a 60.000 personas, según distintas fuentes.
Nueva Delhi acusa a Islamabad de ofrecer entrenamiento y armas a esos guerrilleros, pero Pakistán afirma que sólo les brinda apoyo moral y diplomático.
Ahora, Musharraf pone énfasis en la represión de la minoría islámica en India para ganar ventaja en las negociaciones bilaterales que comenzarían por invitación del presidente de Rusia, Vladimir Putin, observó Alam en The Nation.
Así mismo, y con el obvio propósito de complacer al público pakistaní, destacó el alto grado de preparación militar de su país en caso de que estalle la guerra con India, a la vez que subrayó el deseo de paz de Islamabad.
En un claro intento por ganar puntos en el área diplomática, aseguró que Pakistán no sería el primero en atacar.
Lo nuevo en el discurso de Musharraf, acosado por pedidos de renuncia de la oposición, fue el anuncio de elecciones generales para el 7 al 11 de octubre de este año.
No debe haber temor a elecciones justas y transparentes, dijo el general golpista, y ofreció disculpas por cualquier error cometido en el referendo del 30 de abril, una consulta plagada de irregularidades por la cual prolongó su mandato cinco años más.
Los principales opositores del régimen militar son el Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) de la ex primera ministra Benazir Bhutto, la Liga Musulmana de Sharif y seis partidos políticos religiosos, todos los cuales boicotearon una consulta de Musharraf sobre la actual situación con India este mes.
Un portavoz del PPP en Islamabad opinó que el único objetivo del discurso de Musharraf fue asegurar al pueblo que el ejército está preparado para la guerra, y lo criticó porque ni siquiera mencionó los esfuerzos de paz de la comunidad internacional.
La nación está más interesada en la paz que en una exhibición de fuerza militar, declaró el portavoz. (FIN/IPS/tra-en/mr/ral/mlm/ip/02