El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, comenzó este miércoles una gira por Alemania, Rusia, Francia e Italia para mejorar relaciones que resultaron afectadas por su anterior visita a Europa, hace un año.
Bush, oriundo del meridional estado de Texas, fue llamado el texano tóxico en Europa durante su primera gira, por retirar a Estados Unidos del Protocolo internacional de Kyoto, firmado en 1997 para reducir la emisión de gases que retienen calor en la atmósfera y apoyado por la Unión Europea (UE).
Desde entonces, el presidente ha recibido duras críticas por decisiones unilaterales que irritaron a la UE, y por la forma en que condujo su campaña mundial contra el terrorismo, lanzada tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
Esas decisiones incluyeron la negativa a considerar como prisioneros de guerra a combatientes capturados en Afganistán, el boicot a negociaciones sobre control de armas, el retiro de Estados Unidos del tratado para crear la Corte Penal Internacional (CPI) y nuevas medidas proteccionistas en el comercio agrícola y de acero.
La asesora presidencial sobre seguridad nacional Condoleezza Rice afirmó esta semana que el viaje de Bush es sólo una nueva visita a algunos de nuestros más viejos amigos y aliados más importantes, y una oportunidad de consolidar mejores relaciones con Rusia, mediante la firma un tratado de control de armas.
Sin embargo, otros funcionarios de Washington admiten que el presidente dará prioridad a la mejora de relaciones con gobernantes de la UE.
Es difícil ver qué base queda para una alianza que funcione entre Washington y la UE, sostuvo esta semana en el diario The Washington Post Jeffrey Gedmin, director de la oficina de Berlín del Consejo Atlántico, un grupo internacional de apoyo a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Gedmin enumeró disputas que parecen haber ensanchado el Océano Atlántico, en especial después del 11 de septiembre, y destacó que la integración de la UE refuerza la tendencia al multilateralismo de sus Estados miembros, mientras el gobierno de Bush acentúa el unilateralismo estadounidense.
Los europeos pueden tolerar ser subordinados, pero no ser irrelevantes. La guerra afgana, conducida sin ellos, mostró que la tecnología militar estadounidense del siglo XXI convierte a sus armas en algo obsoleto, comentó el columnista Charles Krauthammer.
Krauthammer se había burlado antes de las protestas europeas contra el retiro estadounidense del Protocolo de Kyoto, la CPI y varios importantes tratados de control de armas, contra el apoyo de Bush al primer ministro israelí, Ariel Sharon, y contra la conducción de la campaña antiterrorista.
En su opinión, Washington libra una guerra por la civilización occidental, aunque los europeos no aprecien eso ni apoyen a Bush.
Otros analistas opinan que Bush mejoró mucho su imagen internacional durante la gira por Europa del año pasado, y también en el periodo posterior a los atentados de septiembre, cuando consultó a gobiernos aliados y a otros de Asia Meridional y Medio Oriente antes de atacar en Afganistán.
Pero si esos avances existieron, se revirtieron desde octubre, cuando comenzó la campaña afgana y Washington desdeñó la oferta de apoyo casi incondicional de sus aliados de la OTAN, con excepción de Gran Bretaña.
El punto crítico fue el informe anual al Congreso de Bush, en enero, cuando el presidente no mencionó a sus aliados europeos, con excepción de Gran Bretaña, y dio a entender que la guerra antiterrorista continuaría contra el llamado eje del mal de Corea del Norte, Irán e Iraq.
La reacción en Europa fue muy negativa, y varios gobernantes de la UE sostuvieron que tanto el discurso de Bush como la doctrina en la cual se apoyó eran simplista y contraproducentes.
Eso provocó a su vez que Washington dijera ¿para qué consultarlos, si no nos apoyan?, comentó el especialista estadounidense en asuntos europeos Philip Gordon, de la Institución Brookings, un grupo de seguimiento de políticas públicas.
La relación empeoró con posteriores disputas comerciales, y debido a importantes diferencias de opinión ante la invasión israelí de Cisjordania, el mes pasado, apuntó Gordon.
Esas diferencias se acentuaron cuando Krauthammer y otros defensores de Washington sostuvieron que las críticas de la UE tenían como base una larga historia de antisemitismo europeo, señaló.
La gratuita exageración de desacuerdos políticos y su transformación en cuestiones morales ha corroído la relación con Europa, alegó.
Insinuamos que cualquiera que se atreva a estar en desacuerdo con nosotros es un inmoral racista y antisemita, que ama a los países malos y apoya al terrorismo, indicó.
Luego decimos: 'Además, queremos que gasten más en la OTAN, que vamos a conducir porque tenemos razón, y no sólo tenemos razón en lo que hacemos, sino también en una especie de sentido cósmico. Ahora, ayúdennos'. ¿Qué reacción podemos esperar de los europeos o de cualquier otro?, añadió. (FIN/IPS/tra-eng/jl/aa/mp/ip/02