Poco se habla sobre el comercio y consumo de droga en Cuba, donde la información al respecto suele carecer de confirmación, pero en casos excepcionales se enciende una luz roja en los medios de comunicación oficiales.
Soy adicto a la marihuana… Incluso he probado el crack y la cocaína en alguna ocasión. Este testimonio, destacado por lo inusual, apareció en la última edición de la revista quincenal Bohemia.
El joven se llama Juan Angel, tiene 28 años y a los 18 comenzó a ingerir psicofármacos mezclados con bebidas alcohólicas. Me han hecho un daño tremendo. Muchas veces he pensado en lo feliz que sería con salir de ellas y de cualquier otro tipo de química, dijo.
Para la madre de otro joven que, como Juan Angel, es atendido por consumo de drogas en un hospital habanero, resulta necesario ampliar la alerta, sobre todo porque al no hablarse del asunto, éste se desconoce. Las personas no pueden ver este problema como algo que nunca las afectará.
A principios de los años 90, comenzaron a surgir versiones sobre consumo de droga y sobre el cierre de determinados centros nocturnos de La Habana en operativos policiales por esa razón. Pero esas afirmaciones siempre han carecido de confirmación oficial, y, por lo tanto, no figuran en la prensa estatal.
Educadores consultados por IPS reconocieron contar con escasa información sobre el uso y abuso de drogas ilegales y psicofármacos legales, sus consecuencias, motivaciones para su consumo, características de los usuarios y sobre qué hacer en casos concretos, ya sea en la familia o en el centro de estudio.
En mi escuela nunca hemos tenido ese tipo de problemas, pero no podemos pensar que vivimos en una burbuja, ajenos a ese fenómeno desgraciadamente tan común en el mundo de hoy. Creo que se debe publicar más cosas sobre esto, comentó un maestro de enseñanza media.
Según las autoridades, el consumo de drogas es un fenómeno incipiente —calificativo con el que coincide la Iglesia Católica— concentrado en La Habana, ciudad de de 2,2 millones de habitantes.
Así también lo indican las cifras disponibles. Sesenta y seis jóvenes, la mayoría estudiantes de institutos preuniversitarios y tecnológicos de la capital, fueron registrados como consumidores en 2000, informó el ministro de Justicia, Roberto Díaz Sotolongo.
Doscientos ochenta personas fueron atendidas por esa causa en centros de salud, agregó el ministro. Es un fenómeno a baja escala, que tenemos bien ubicado y controlado. Se está actuando sobre él, dijo Díaz Sotolongo a fines del año pasado.
Autoridades educativas insisten también en que no se trata de adictos, sino de usuarios ocasionales de algún tipo de droga. Los casos detectados en los últimos tres años resultan ínfimos, declaró a Bohemia el funcionario del gobierno nacional a cargo de inspeccionar las escuelas, Pascual Betancourt.
La mayoría de los estudiantes registrados como consumidores de drogas ingirieron infusiones de vegetales con efectos alucinógenos que no figuran en las listas internacionales de estupefacientes, indicó Bentancourt.
Nuestro tratamiento es eminentemente pedagógico. Los jóvenes se mantienen dentro del sistema de enseñanza y tanto ellos como sus familias reciben una atención adecuada, señaló el funcionario en el informe de Bohemia.
Buena parte de los jóvenes consumidores de estupefacientes no trabajan ni estudian y sus familias cuentan con buenos ingresos, de origen legal e ilegal, según la presidenta del gubernamental Grupo de Expertos en Drogas, de María Esther Ortiz, psicoterapeuta del Hospital Psiquiátrico de La Habana.
Algunos viven en zonas donde existe disponibilidad de alguna droga, sus familiares no tienen bien establecidas las normas sociales y en el barrio puede haber cierta permisividad ante la acción de los expendedores, dijo Ortiz.
Entre las motivaciones para el consumo de drogas van desde la curiosidad inicial y el entusiasmo de algún allegado, hasta creer que su uso mejora el rendimiento escolar y la relación con los amigos.
Eso le puede pasar a cualquiera con dificultades de autoestima y que no tenga claro un proyecto de vida, concluyó Ortiz.
Bajo la consigna de evitar cualquier daño futuro, el gobierno puso en marcha un programa de prevención por el cual se brindó capacitación el año pasado a 100.000 funcionarios de salud, educación y de otros sectores.
El objetivo fundamental del plan es la creación en las comunidades de espacios recreativos, culturales y de comunicación que favorezcan el desarrollo saludable de los jóvenes y la promoción de actividades que desalienten el uso de drogas.
Algunos expertos afirman que la drogadicción fue erradicada en Cuba a mediados de los años 70, si bien tampoco existen cifras que permitan apreciar la magnitud del fenómeno en esa época.
Otros estudiosos son menos tajantes al respecto, si bien aseguran que el consumo de drogas se reduce a una presencia marginal de marihuana y de psicofármacos.
Pero el fenómeno comenzó a resurgir en los años 90, con la apertura de Cuba al turismo internacional y la libre circulación de dólares, que mejoraron el poder de compra de algunos sectores de la población.
Cuba no es país productor ni consumidor de drogas, pero se ubica geográficamente en medio del camino entre los cultivadores del sur de América y los principales mercados consumidores, en Estados Unidos y en Europa.
Fuerzas especializadas que custodian las costas, islas, islotes y cayos de Cuba aseguran que logran impedir buena parte del tránsito ilegal de drogas por las aguas nacionales. Pero las autoridades admiten que uno que otro paquete escapa las barreras policiales y llega al mercado interno.
Se trata de cargamentos denominados recalos, dejados por narcotraficantes en zonas apartadas del archipiélago cubano para que sus socios los recojan y sigan tránsito hacia el norte, o arrojados al agua cuando la tripulación de las embarcaciones o aviones es soprendida por las guardias costeras.
Casi 12.000 toneladas de droga fueron capturadas en 2000 por las autoridades, según el último informe oficial conocido, que, empero, no discrimina esa cantidad entre las diferentes sustancias, ni tampoco qué proporción fue detectada en puertos y aeropuertos.
Las autoridades niegan que exista en Cuba producción de cocaína, pero sí admite la existencia de pequeños cultivos de marihuana, que cuentan con entre 100 y 200 plantas y que, junto con los recalos, que sí incluyen cocaína, constituyen la principal fuente de drogas del mercado interno.
Sus precios van desde poco menos de un dólar el cigarrillo de marihuana, hasta 70 dólares la dosis de cocaína y entre cinco y 10 dólares la de cambolo, la variante cubana del crack, fabricada mezclando cocaína con bicarbonato.
Los vendedores son inescrupulosos. Para acercarse a ellos hay claves, un lenguaje. Empiezas yendo porque alguien te presenta, luego quedas como cliente fijo, contó Juan Angel, el consumidor de drogas entrevistado por Bohemia.
La legislación cubana establece severos castigos para los vendedores, que incluye la pena de muerte, mientras que de los consumidores se encargan varios centros de salud, ya sea para internaciones de desintoxicación o para el tratamiento ambulatorio.
En 2000 estaban encarcelados varias decenas de cubanos y entre 170 y 180 extranjeros, casi la mitad de ellos colombianos, y varias decenas de cubanos, informó el ministro Díaz Sotolongo.
Cada situación tiene su respuesta. Si es un expendedor, debe ser procesado y sancionado con todo rigor. Si es consumidor recibe el tratamiento adecuado, para lo cual están preparadas las instituciones de salud, sostuvo el ministro de Justicia. (FIN/IPS/pg/mj/ip he/02