COLOMBIA-VENEZUELA: Presagios de difícil relación

El triunfo de Alvaro Uribe en las elecciones presidenciales de Colombia y el asilo otorgado por Bogotá al efímero ex gobernante de facto de Venezuela Pedro Carmona pueden llevar la relación entre los dos países a su peor nivel desde 1987, cuando casi estalló una guerra por conflictos limítrofes.

”El gobierno colombiano ha dado la más cuidadosa consideración a la solicitud (de Carmona) y ha decidido otorgarle asilo diplomático”, señaló la cancillería de Colombia en un comunicado divulgado minutos después de anunciada la victoria de Uribe en la primera ronda de las elecciones presidenciales.

Carmona, dirigente empresarial procesado por rebelión y usurpación de funciones tras autoproclamarse presidente de Venezuela el 12 de abril con el apoyo de altos militares insurrectos, se refugió el 23 de este mes en la residencia del embajador colombiano Germán Bula en Caracas y pidió asilo.

Este lunes, Carmona agradeció al gobierno colombiano por la respuesta a su pedido, a la que consideró ”ajustada” a la tradición ”emblemática y consecuente” de Bogotá ”con la política de asilo”, al tiempo que confió en que Caracas le entregue pronto un salvoconducto.

En cambio, el canciller venezolano Luis Alfonso Dávila deploró la decisión, pues esperaba que el gobierno de Colombia ”hubiese tomado en consideración la gravedad de los delitos imputados a Carmona”. Dávila anunció que estudiará las razones de Bogotá antes de decidir si otorga el salvoconducto.

Sin embargo, Chávez afirmó este lunes, al intervenir en un acto con líderes indígenas de Venezuela, afirmó que su país está obligado ”a respetar la decisión soberana de Colombia”. ”En las próximas horas firmaré el salvoconducto para que se vaya (Carmona), y que le vaya bien”, dijo.

Por su parte, el canciller colombiano Guillermo Fernández de Soto destacó que el asilo a Carmona no significa un aval del intento de golpe de Estado.

”Son dos hechos totalmente diferentes. El presidente” colombiano Andrés Pastrana ”en su momento no dudó en rechazar la ruptura del hilo constitucional en el hermano país”, indicó.

Por otra parte, Chávez y su par peruano Alejandro Toledo fueron los primeros presidentes que telefonearon el domingo de noche a Uribe para felicitarlo por su contundente victoria.

Uribe dijo que la breve charla con Chávez ”se redujo a una conversación de cortesía”, en la cual el mandatario venezolano ”gentilmente” lo ”felicitó”. El asilo de Carmona no fue mencionado.

Chávez y Uribe sostienen posiciones distintas respecto del conflicto colombiano. El presidente colombiano electo triunfó en las urnas tras exhibir intransigencia y promesas de ”mano dura” contra los alzados en armas, a menos que éstos pacten un cese de hostilidedes, en especial de los ataques contra objetivos civiles.

Mientras, Chávez es señalado por sus opositores en Venezuela y por críticos en el exterior, incluidas influyentes figuras de la política estadounidense, de simpatizar y tener vínculos con la guerrilla colombiana.

El presidente venezolano inicialmente criticó, y luego aceptó, el Plan Colombia, formulado por Pastrana con apoyo financiero estadounidense para fomentar la paz y el desarrollo y combatir al narcotráfico.

Chávez insiste en que no apoya a la guerrilla sino la búsqueda de la paz, y se rehúsa a calificar de terroristas a los insurgentes colombianos.

El domingo ”le dije (a Uribe) que estamos dispuestos a continuar apoyando todos los esfuerzos para que Colombia tenga paz y nos integremos de nuevo, como un solo pueblo”, dijo Chávez a los dirigentes indígenas con los que se reunió este lunes.

Uribe ha dicho a la prensa venezolana que, como gesto de buena voluntad de Chávez, espera una ”colaboración absoluta contra el terrorismo y la guerrilla”, y dijo confiar ”en el compromiso del gobierno venezolano para luchar contra los grupos terroristas”.

Más allá de las declaraciones formales, el triunfo de Uribe y el asilo de Carmona constituyen signos de dificultad en la relación bilateral, que ha tenido altibajos durante años pero sin entrar en campos extremadamente delicados desde agosto de 1987.

En esa oportunidad ambos países estuvieron a un tiro de fusil de ir a una guerra, luego de que Colombia colocó su corbeta misilística Caldas en aguas del golfo de Venezuela que, aunque pendientes de delimitación, Caracas reivindica como suyas ”desde tiempo inmemorial”.

Sucesivos gobiernos desde entonces afrontaron controversias, muy ríspidas cuando han involucrado a militares y guerrillas, como cuando en febrero de 1994 una columna del insurgente Ejército de Liberación Nacional de Colombia masacró a nueve infantes de marina venezolanos en un puesto fronterizo fluvial.

Pastrana, quien asumió en 1998, y Chávez, presidente desde 1999, han tenido altercados, zanjados mediante una cumbre binacional en marzo de 2001. Sin embargo, los informes de prensa según los cuales Chávez simpatiza con la guerrilla sembraron desconfianza este año.

Uribe, con fuerte apoyo electoral, respaldo estadounidense y determinación a arremeter contra la insurgencia sin ambigüedades, podría fácilmente chocar con Chávez en un escenario de intensificación del conflicto colombiano y su desborde hacia las fronteras.

Chávez, a su vez, asediado en el frente interno por una concentración de fuerzas opositoras —políticas, de organizaciones civiles, militares, sindicales, religiosas, empresariales y de medios de comunicación— podría chocar también fácilmente ante el vecino que acogió al ex presidente de facto.

Para avivar las sospechas, aún no está claro porqué Carmona, un apacible empresario de 62 años y de complexión menuda, eligió la residencia del embajador de Colombia y cómo pudo ingresar en ella, y si, como parte de un arreglo, usaría a Bogotá apenas como trampolín hacia un tercer país. (FIN/IPS/jz/mj/ip/02

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