La libertad de la opositora Aung San Suu Kyi tras 19 meses de arresto domiciliario rompió el estancamiento entre la oposición y el régimen militar de Birmania, aunque la democratización del país todavía parece lejana.
Mi liberación no debe ser vista como un gran avance hacia la democracia. Que todo el pueblo de Birmania goce de la mínima libertad, ese sería el gran avance, dijo Suu Kyi el lunes, en su primer pronunciamiento público.
En efecto, el fin del confinamiento de la dirigente galardonada con el premio Nobel de la Paz 1991, no significa que el régimen haya decidido conducir el país a la democracia tras 40 años de dictadura militar.
No tengo restricciones de movimientos, puedo ir donde quiera, agregó mientras la rodeaba una multitud al salir de su casa en Rangún. Suu Kyi permaneció recluida en su domicilio entre 1989 y 1995 y desde septiembre de 2000 hasta el lunes.
Su libertad es una medida de confianza que puede al menos crear un ambiente favorable para un verdadero diálogo, dijeron a IPS activistas, analistas y exiliados.
No todo está bien, pero esto es seguramente un nuevo capítulo. No sé cómo describir lo que sentimos, dijo a IPS un periodista exiliado en Tailandia, donde residen miles de birmanos.
El Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo, como se autodenimina la junta militar, indicó que la dirigente podía retomar su actividad al frente de su partido, la Liga Nacional para la Democracia (LND), que obtuvo 80 por ciento de los votos en las elecciones de 1990, ignoradas por el régimen.
Nos comprometemos nuevamente a permitir que todos nuestros ciudadanos participen libremente en la vida de nuestro proceso político, dando prioridad a la unidad nacional, la paz y la estabilidad del país y la región, sostuvo el portavoz gubernamental, coronel Hla Mi.
Los acontecimientos del lunes eran anhelados por muchos birmanos. Pero subsiste la incertidumbre sobre el futuro inmediato y la naturaleza del diálogo reservado entre Suu Kyi y el gobierno, iniciado en octubre de 2000 a instancias del enviado especial de la Organización de las Naciones Unidas, Razali Ismail.
Suu Kyi eludió el lunes los detalles sobre esas conversaciones o el rumbo que tendrán de ahora en más, pero sostuvo que ha concluido la etapa de creación de confianza y miramos hacia adelante.
Como mínimo es un reconocimiento público a su importancia y a su figura política, sostuvo el investigador birmano Tin Maung Maung Than, del Instituto de Estudios de Asia Sudoriental, con sede en Singapur.
De hecho, se trata de un gran cambio. Hasta hace poco, los militares se negaban a reconocer a Suu Kyi y se referían a ella como la esposa de un profesor británico al que negaron, sin embargo, permiso para visitarla cuando aquél agonizaba de cáncer.
Esto crea un ámbito más democrático, que reconoce que las personas que no están de acuerdo con el gobierno no necesariamente deben ser encarceladas. Pero no abriguemos falsas expectativas, advirtió Than.
Debemos esperar para ver en qué se traduce esta liberación, sostuvo por su parte Debbie Stotahard, de la Red Alternativa de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN) sobre Birmania.
La comunidad internacional debe dejar claro que la libertad de Suu Kyi no admite condiciones y debe haber avances en las conversaciones sobre la reforma política y la liberación de todos presos políticos, sostuvo Stothard.
El régimen está preocupado porque la libertad de Suu Kyi dispare un enorme respaldo público a su figura, agregó.
Esta no es la primera vez que el gobierno militar pone en libertad a Suu Kyi, sin que eso constituya un verdadero cambio político.
Al concluir su primer confinamiento en 1995 no se produjo ninguna reforma real. En septiembre de 2000 fue nuevamente puesta en arresto domiciliario cuando desafió la prohibición militar de abandonar la capital.
Aunque Suu Kyi aseguró que su libertad era sin condiciones, muchos exiliados esperan conocer el resultado de las conversaciones secretas.
En muchos sentidos, su liberación no resuelve nada, opinó otro exiliado.
Además de la cuestión de la democracia, existen otros aspectos complejos como los conflictos y la resistencia al régimen de las minorías étnicas, que van más allá del diálogo entre Rangún y la NLD.
Algunos disidentes sostienen que las organizaciones étnicas son frecuentemente marginadas del movimiento opositor y observan con detenimiento la posición de Suu Kyi en la materia.
La dirigente había afirmado hace tiempo que la cuestión étnica debería esperar su tiempo, pues la primera tarea era recuperar la democracia. Muy pocos en la oposición han considerado este aspecto, sostuvo Than.
El primer problema son los militares y la falta de democracia. El segundo es cómo responder a las aspiraciones de las minorías étnicas en un país donde los birmanos constituyen 69 por ciento de la población de 50 millones de habitantes, dijo el periodista exiliado.
Desde 1962, cuando un golpe de Estado militar derrocó al gobierno, Birmania ganó notoriedad internacional por graves violaciones a los derechos humanos cometidas en su territorio.
Pese a las presiones internacionales y a las sanciones de la comunidad internacional los militares no harán concesiones fáciles ni abandonarán el poder sin más ni más, estimó Stothard.
Es posible que el tiempo haya permitido a Suu Kyi y a la junta militar hallar el camino para un diálogo genuino, estimó el experto Kyaw Yin Hlaing, integrante del Instituto de Estudios de Asia Sudoriental.
Algunos sostienen que la dirigente, hija del héroe anticolonialista Aung San, se ha vuelto más diplomática y con una visión más estratégica, por lo que es posible que busque un cambio progresivo en lugar de uno abrupto, conjeturó Kyaw Yin Hlaing.
Otros estiman que los militares pueden estar buscando en el futuro una salida honrosa del poder en lugar de abrazarse a él indefinidamente. Debemos ser pacientes, concluyó. (FIN/IPS/tra- eng/mmm-js/js/dcl/hd/ip/02