El deterioro ambiental se acentuó desde la primera Cumbre Mundial de la Tierra, en 1992, y seguirá así al menos 20 años más, aunque se aprecian avances en la materia, señalan expertos en la reunión bienal de la Cepal que finalizó este viernes en la capital brasileña.
Manuel Rodríguez, profesor de la colombiana Universidad de los Andes, opinó que falta mucho para detener esa degradación, pese a que en los años 90 se registraron grandes avances institucionales, como convenciones internacionales y la creación de ministerios de Medio Ambiente.
Colombia tiene un presupuesto de casi uno por ciento del producto interno bruto para programas de protección del ambiente, pero debería destinar entre dos y tres por ciento para que fueran efectivos, dijo a modo de ejemplo el experto. Esa realidad se extiende al resto de América Latina y el Caribe, apuntó.
La globalización agrava los daños ambientales en la región, al provocar el crecimiento de las exportaciones basadas en recursos naturales, como las de productos agrícolas, forestales y mineros, explicaron expositores en esta reunión iniciada el lunes por la Cepal (Comisión para América Latina y el Caribe.
Ese aspecto, además, refleja debilidad económica, ya que en general se trata de productos poco dinámicos en el comercio internacional.
Los países de la región sólo venden dos de los 20 productos de mayor auge en las exportaciones mundiales, observó el secretario general de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el brasileño Rubens Ricúpero.
Rodríguez entiende que se deberían fortalecer los mecanismos que corrijan las fallas del mercado para frenar la destrucción de la naturaleza.
Por ejemplo, los precios inducen a tumbar bosques para vender madera o sembrar la tierra, en lugar de aprovechar de modo sustentable su biodiversidad, que por el momento tiene precios muy bajos o ninguno, argumentó.
Los principios aprobados en la Cumbre Mundial de la Tierra, celebrada en 1992 en Río de Janeiro aún tienen escasa aplicación, observaron especialistas.
El más destacado es el principio que señala las responsabilidades comunes, pero diferenciadas, resistido en especial por Estados Unidos en el caso del llamado Protocolo de Kyoto, que establece metas para la reducción de la emisión de gases causantes del recalentamiento del planeta.
Tampoco se cumple usualmente la premisa de precaución, principalmente por parte de los gobiernos, señaló Rodríguez. Los ambientalistas intentan usarlo para trabar la proliferación de productos transgénicos, también sin éxito.
Sin embargo, el actual proceso de globalización incluye otros aspectos favorables para el ambiente, como los acuerdos relacionados con la reducción de la pobreza, contrapuso René Castro, experto en energía y cambios climáticos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El reconocimiento de la biodiversidad como un bien público global abrió puertas a muchos proyectos de conservación, financiados por operaciones de canje de la deuda externa de países pobres altamente endeudados, como Bolivia, puntualizó Castro.
Otro ejemplo, en que se destacó Costa Rica, son los acuerdos con industrias farmacéuticas, de cosméticos y de perfumes, que pagan por el conocimiento tradicional, generando fondos para la preservación de la diversidad biológica, investigaciones y creación de alternativas a cultivos en crisis.
La necesidad mundial de detener el llamado efecto invernadero abrió también la posibilidad de luchar contra el deterioro ambiental y obtener ingresos en América Latina y el Caribe.
Los ejemplos que más convencen a Castro, por beneficiar a los más pobres de los pobres, son los proyectos energéticos de fuentes limpias en América Central.
En esta región, como en muchos otros países, las necesidades energéticas causaron un retroceso ambiental en los últimos años, debido a la instalación de centrales termoeléctricas impulsadas con combustibles fósiles, observó el experto.
La lucha contra los cambios climáticos permitieron, además, obtener ayuda y créditos favorables, además de aportes tecnológicos, que abarataron el costo de la energía alternativa en varios proyectos centroamericanos, como el que llevó electricidad solar a 100.000 familias pobres, contó Castro.
Pero las voces preocupadas fueron más numerosas que las esperanzadas sobre las perspectivas ambientales del mundo, aunque todos alabaron la iniciativa de Cepal de incluir como prioritaria la dimensión ecológica del desarrollo en su documento final de la reunión.
En este 29 Periodo de Sesiones de la agencia regional de la Organización de las Naciones Unidas se definió el plan de acción para los próximos dos años.
En el texto se señala que los subsidios agrícolas de los países del Norte constituyen un factor de deterioro ambiental, al perjudicar a países en desarrollo de producción más eficiente y obligarlos a realizar cultivos menos sustentables, apuntó Raul Estrada, delegado especial para Asuntos Medioambientales Internacionales de la cancillería argentina.
En el área social, los países de América Latina y el Caribe también afrontan graves problemas y necesitan políticas más activas, según la Cepal.
Ninguna nación de la región alcanzó a universalizar los servicios sociales básicos, como educación, salud y saneamiento, observó la directora regional del PNUD, Elena Martínez.
Un estudio del PNUD indicó que 70 por ciento de las modificaciones en el cuadro de la pobreza en la región se debe al mercado de trabajo, pues la globalización afectó el empleo en la última década.
Los países pequeños son los que más sufren los impactos de la globalización, se quejó Antonio Mercader, ministro de Educación y Cultura de Uruguay.
La llamada fuga de cerebros, usual por las condiciones existentes en países ricos, es además agravada por ventajas ofrecidas a los técnicos más requeridos. Uruguay pierde así muchos profesionales cuya formación le costó de 70.000 a 100.000 dólares, lamentó Mercader. (FIN/IPS/mo/dm/en dv/02