TRABAJO: Un 1 de Mayo con poco para celebrar

El 1 de Mayo se convirtió en un día de nostálgica celebración, más que de lucha, para los trabajadores del mundo en general, en especial en América Latina.

Por ejemplo, la impotencia de los sindicatos argentinos para defender los mínimos derechos y los ingresos de los trabajadores muestra el extremo a que puede llegar el debilitamiento de un movimiento sindical, otrora poderoso, en las condiciones actuales de la economía mundial.

En tanto, la alianza de la Confederación de Trabajadores de Venezuela con empresarios y militares que encabezaron el golpe de Estado del 12 de este mes contra el presidente Hugo Chávez, quien retomó el gobierno dos días después, parece subvertir la lucha de clases, dividiendo los trabajadores de ese país.

La pérdida de fuerza y de rumbos del movimiento sindical se acentuó con el avance de la globalización económica y el aumento generalizado del desempleo, el trabajo precario, la informalidad y la economía ilegal.

En la defensiva por todas partes, muchas centrales de trabajadores se limitan a resistir la flexibilización de las leyes, que amenaza anular derechos que se consideraban definitivamente adquiridos, como vacaciones, garantías contra despidos injustificados y reducción de salarios.

Esas llamadas ”reformas laborales” son una exigencia de la competencia intensificada en el mundo por la apertura de los mercados. Hay que reducir costos, argumentan los empresarios y gobiernos.

En los países en desarrollo, como los latinoamericanos, la competitividad se basa principalmente en el bajo costo de la mano de obra, es decir en la rebaja de salarios y derechos para enfrentar las ventajas tecnológicas, de infraestructura y financieras de los países industrializados.

Los avances tecnológicos, organizativos y de gestión de las empresas se suman al proceso para reducir empleos.

El Día Internacional de los Trabajadores parece así condenado a no celebrar nuevas conquistas ni un movimiento en ascenso sino sólo de lucha para limitar el descenso, mientras no se aclaran nuevos caminos.

El pleno empleo, que podría devolver algún poder a los sindicatos, es cada día más una ”utopía conservadora”, un sueño del pasado, señaló el senador brasileño Eduardo Suplicy, del Partido de los Trabajadores, al defender la renta básica como un derecho de todos, vitalicio y no condicionado al trabajo.

Otro reflejo político del grave deterioro del mundo del trabajo fue la sorprendente derrota del candidato socialista, Lionel Jospin, en las elecciones presidenciales del domingo pasado en Francia.

El ultraderechista Jean-Marie Le Pen superó a Jospin y disputará la segunda vuelta presidencial el 5 de mayo con el conservador Jacques Chirac.

Así, los últimos triunfos de la derecha en varios países de Europa amenazan el bienestar social logrado en más de dos siglos de luchas obreras.

En Italia, el primer ministro Silvio Berlusconi trata de promover una reforma laboral que provocó, como reacción, una huelga general el 26 de abril.

Pero en América Latina hay mucho más por conquistar que para conservar. Es una región en la que conviven administradores de empresas que están entre los mejor pagados del mundo al lado de millones de trabajadores sin ningún derecho.

Así, en Brasil se celebra este sábado el Día del Trabajador Doméstico, dedicado a los 5,3 millones de empleados y empleadas del país. Sin embargo, 3,9 millones de ellos trabajan en la informalidad y, por tanto, están excluidos del sistema previsional, advirtió el Ministerio de Previsión Social.

También las autoridades de este país liberaron el año pasado del trabajo en régimen de esclavitud a 2.062 personas, según la Comisión Pastoral de la Tierra, un organismo de la Iglesia Católica.

Esos esclavos modernos estuvieron en su mayoría sometidos a condiciones inhumanas, impedidos de dejar las haciendas rurales y atados a sus patrones por deudas inventadas, en especial en áreas amazónicas.

Además, sólo un tercio de la población económicamente activa de Brasil trabaja en el sector formal de la economía, lo cual dificulta organizar un sistema de seguridad social viable a largo plazo, distribuir con justicia la carga impositiva, reducir la desigualdad e, incluso, medir con precisión el desempleo.

Las estadísticas oficiales indican que el desempleo abierto brasileño llegó a 7,1 por ciento este mes.

Sin embargo, una entidad gubernamental, asociada a un centro de estudios intersindical, asegura que en la región metropolitana de Sao Paulo la desocupación efectiva llegó a 19,9 por ciento, lo cual equivale a casi 1,9 millones de personas.

La realidad es similar en la mayoría de los países de América Latina, en especial en Argentina que afronta el colapso de su economía y por consecuencia el mundo laboral está en franco retroceso.

Como bien dice Caetano Veloso, cantautor brasileño, en la región ”todo está en construcción y ya es ruina”. Por eso , el Día Internacional de los Trabajadores ya no celebra el presente ni el futuro, sólo está presente la nostalgia. (FIN/IPS/mo/dm/lb/02

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