POBLACION-BRASIL: Envejecimiento acelerado lleva a caos social

El rápido envejecimiento de la población de Brasil hace prever un caos social en el futuro, considerando que el sistema de previsión ya afronta un grave déficit.

El censo realizado en 2000 indica que 8,6 por ciento de los 170 millones de brasileños tienen más de 60 años, una participación muy inferior a la de países de Europa occidental y Japón, que supera 20 por ciento.

Sin embargo, el crecimiento de esa franja de población de Brasil es el doble del que registran países industrializados y se calcula que en menos de 40 años llegará a 16 por ciento, el promedio actual de Estados Unidos, que para alcanzar ese porcentaje demoró más de 70 años.

Esa es otra posible tragedia de los países en desarrollo señalada en la Conferencia Mundial sobre Envejecimiento, organizada la semana pasada en Madrid por la Organización de las Naciones Unidas.

Los cambios poblacionales del Sur empobrecido son más acelerados que en los países ricos, lo cual agrava sus problemas económicos y sociales.

Las perspectivas parecen más graves, porque en las economía más débiles los gastos con los ancianos serán proporcionalmente mucho más elevados.

Esa situación ya se sufre en Brasil, donde la atención social de los mayores de 60 años requiere nueve por ciento del producto interno bruto (PIB), mientras los países de la Organización para Cooperación y Desarrollo Económico destinan 7,4 por ciento en promedio y Estados Unidos sólo 4,4 por ciento.

Pero los altos gastos brasileños se deben a ”una confusión entre previsión y asistencia social”, que son materia de un solo ministerio, explicó a IPS el economista Raul Velloso, considerado uno de los mayores expertos en cuentas públicas del país.

El Ministerio de la Previsión y Asistencia Social registró el año pasado un déficit previsional de 12.800 millones de reales (5.450 millones de dólares), que equivale a uno por ciento del PIB. Eso se debe en gran parte a los gastos asistenciales de personas que no contribuyeron al sistema, observó el economista.

En Brasil tienen derecho a la jubilación millones de mujeres al llegar a los 60 años y de hombres a los 65 años, sin necesidad de que hubieran aportado parte de sus ingresos a la seguridad social. Un ejemplo de ello son los trabajadores rurales y variados pensionistas.

Velloso comentó que la previsión en sí misma, excluida la asistencia, presenta cuentas equilibradas, pero eso no es tranquilizador, pues debería presentar superávit en la actual fase demográfica del país.

La natalidad cayó acentuadamente en las dos últimas décadas en Brasil, reduciendo la participación de niños en la población. En consecuencia, la edad media de los brasileños aumentó de 21,7 años en el censo de 1991 a 24,2 años en 2000.

El censo también indica que se acentuó la mayoría de jóvenes y adultos nacidos en las décadas del 50 al 70, periodo de alto crecimiento demográfico.

La población en edad activa, conformada según las estadísticas oficiales por personas de 15 a 64 años, aumentó de 60,45 por ciento de los brasileños en 1991 a 64,55 por ciento en 2000.

Ese dato muestra que hay menos dependientes, o sea niños y ancianos teóricamente mantenidos por los activos, respecto de la cantidad de personas activas.

Son condiciones ventajosas que desaparecerán cuando estalle la llamada ”bomba reloj” demográfica, es decir cuando los adultos actuales se conviertan en dependientes y sean sustituidos por los niños y niñas de hoy, en proporción desventajosa.

Esa amenaza es aún lejana, ya que ocurrirá dentro de algunas décadas, tiempo que Brasil debería aprovechar para solucionar el déficit previsional y prepararse para un futuro de más dependientes y menos contribuyentes, observó Velloso.

El gran obstáculo para alcanzar esa meta es que la mayoría de los trabajadores brasileños se desempeña en la economía informal, están desocupados o son demasiados pobre para contribuir al sistema, apuntó el experto.

Además, Velloso observó que la asistencia social agrava el problema, al estimular esa exclusión y quitarle sentido a la contribución.

Ampliar la economía formal y reducir el desempleo es la solución, pero eso depende de un fuerte crecimiento económico, sostuvo.

El envejecimiento de la población, en sí mismo, no significa una decadencia económica, según José Pastore, profesor de economía del trabajo en la Universidad de Sao Paulo. Cuatro millones de los 14,5 millones de personas con más de 60 años trabajan y son remunerados en Brasil.

Esos trabajadores mayores crecen rápidamente, doblando cada seis años, y, junto con los simplemente jubilados, crean un gran mercado de productos y servicios adecuado, que se van abaratando por el aumento de escala. Por lo tanto, no se los puede considerar ”un peso muerto” en la economía, argumentó Pastore.

Esos mayores de 60 años aún trabajadores activos representan un quinto de la demanda en las agencias de turismo y tienden a ampliar esa participación, como en servicios de salud, sociales y educación, generando más empleos en esas áreas.

Estados Unidos, por ejemplo, ya trata de importar numerosos profesionales que cuidan ancianos, ante la explosiva expansión de la demanda, añadió Pastore. (FIN/IPS/mo/dm/pr/02

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