El reclamo de Bolivia de una salida soberana al océano Pacífico será incluida en las conversaciones que una delegación de La Paz mantendrá la semana próxima en Perú en busca de la mejor oferta para construir una tubería que le facilite la exportación de su gas natural.
La misión boliviana proseguirá luego a Chile, el otro país limítrofe que se interpone en su camino al Pacífico y que le disputa a Perú este acuerdo comercial bilateral.
Bolivia perdió sus costas oceánicas como consecuencia de su derrota en la guerra del Pacífico de 1879 a 1884 contra Chile, país que invadió su territorio con apoyo técnico y logístico de Gran Bretaña pretextando una disputa de comerciantes chilenos del salitre boliviano.
En esa misma guerra, Chile invadió también el territorio peruano, aludiendo al Tratado de Alianza entre Bolivia y Perú y, al finalizar el conflicto, quedó en posesión de las hasta ese entonces provincias peruanas de Tarapacá y Arica.
Así, Bolivia pasó ser un país mediterráneo y la recuperación de una salida soberana al océano Pacífico, aunque sea a través de una franja territorial, es el asunto prioritario y más constante de su política exterior.
Ahora, la instalación de un gasoducto boliviano hacia un puerto sobre el Pacífico, que implicaría la posibilidad para Chile de tener una fuente energética importante y barata para consumo hogareño e insumos para la industria petroquímica, abre una variante geopolítica que La Paz pretende aprovechar.
Perú y Chile compiten para atraer hacia alguno de sus puertos el proyectado gasoducto.
En ese marco, el ministro boliviano de Desarrollo Económico, Carlos Kempff dijo el martes que el país que ofrezca más posibilidades a Bolivia de recuperar su salida marítima, y cobre una menor cantidad de impuestos, será el beneficiado con el proyecto.
Esta factor geopolítico complica así las negociaciones que hasta ahora se habían mantenido en el plano técnico, financiero y económico respecto del gasoducto por el que Bolivia se propone exportar a Estados Unidos sus reservas de gas natural, equivalentes a más de 4.000 millones de barriles de petróleo.
La construcción del gasoducto, una planta de licuefacción en el puerto elegido, la ampliación de las instalaciones de embarque, una flota naviera de transporte y una planta en territorio estadounidense para volver el combustible a su estado gaseoso requieren una inversión de 5.000 millones de dólares.
Chile ofrece el septentrional puerto de Mejillones, el más próximo a la ubicación de los yacimientos bolivianos, mientras que Perú propone el meridional puerto de Ilo, que está ubicado 260 kilómetros más lejos del sitio de producción del gas natural.
Perú no necesita el gas boliviano y, además, ambos países aspiran a ingresar al mercado estadounidense.
Las reservas gasíferas peruanas equivalen a 2.200 millones de barriles de petróleo y se concentran en Camisea, un yacimiento ubicado en la selva amazónica a 500 kilómetros al este de Lima.
Antes de que conocerse la intención del gobierno boliviano de Jorge Quiroga de introducir su reivindicación de salida soberana al océano, el ministro de Energía de Perú, Jaime Quijandría, consideraba posible ganarle esta cerrera por el gasoducto a Chile en base a una oferta tributaria y comercial más atractiva.
Sin embargo, su optimismo no era compartido por expertos independientes, quienes señalaban una serie de indicios respecto de que La Paz ya había adoptado una decisión en favor de la propuesta chilena.
La construcción del gasoducto hacia el septentrional puerto chileno de Mejillones representa un menor costo de 600 millones de dólares que hacia el puerto de Ilo, pero es cuestión de compensar esa desventaja con otros alicientes, y de eso hablaremos en Lima, explicó Quijandría.
Bolivia presentó sus condiciones sólo la semana pasada, y entre ellas se destacan un régimen laboral especial, exoneraciones tributarias y un área de terreno, es decir, una especie de zona franca, propuesta que estamos analizando, informó Quijandría.
Sin embargo, para el ex director de Hidrocarburos peruano Aurelio Ochoa, ese optimismo es excesivo, pues la delegación boliviana vendrá a Lima para cumplir una formalidad.
Esa delegación seguirá luego a Chile para avanzar en los acuerdos que ya aprobaron en principio los presidentes Quiroga, de Bolivia, y Ricardo Lagos, de Chile, en su último encuentro en San José de Costa Rica, aseguró el experto.
Ochoa, hoy director de la empresa peruana Energie Consult, apuntó que la pasividad negociadora del gobierno peruano de Alejandro Toledo ha permitido a Chile tomar la delantera en un tema que se resolverá rápidamente, antes del 20 de mayo.
Es posible que Bolivia mantenga simultáneamente las conversaciones con Perú como estrategia negociadora para lograr más fuerza frente a su interlocutor chileno, precisó.
El mercado más ávido en la actualidad para el gas boliviano y el peruano es California, estado occidental de Estados Unidos, cuya severa crisis energética ha despertado el interés de proveedores de Rusia, Indonesia y Venezuela.
Sin embargo, Bolivia y Perú tienen mejores posibilidades que sus competidores por contar con proyectos de transporte de gas natural más adelantados, pese a que aún no han resuelto varios problemas técnicos y no han conseguido la inversión necesaria.
Esas ventajas llevaron tiempo atrás a que expertos y funcionarios peruanos pensaran en exportaciones conjuntas con Bolivia por el puerto de Ilo, pero esa idea fue desechada por el Consorcio Camisea, la empresa peruana impulsada por la firma argentina Pluspetrol que explotará esos yacimientos.
Quijandría admitió que Pluspetrol ha optado por el puerto de Pisco, 1.100 kilómetros al norte de Ilo y cercano a Lima, porque representa la distancia más corta entre los yacimientos y la costa peruana, además de estar próxima a un mercado local importante.
Se piensa utilizar en nuestro propio país el gas de Camisea, tanto para el consumo hogareño como para la industria petroquímica, pero es obvio que estamos hablando de negocios y el gas irá donde sea más rentable y, si la exportación lo es, así se hará en su mayor parte, agregó el ministro.
Perú considera que su proyecto tiene 18 meses de ventaja sobre el boliviano y está trabajando a marcha forzada en el diseño y preparación del gasoducto, así como en el estudio técnico de las instalaciones portuarias y en la planta de licuefacción, que se comenzará a construir en junio de 2003.
La inversión total que demandaría el proyecto peruano de exportación de gas asciende a 2.300 millones, de los cuales 1.000 millones corresponden a la planta que debe convertir el gas en líquido, para transportarlo en esa condición por barco hasta California.
Quijandría señala que la comercialización del gas de Bolivia y Perú no debe plantearse en términos competitivos, sino buscar la integración y complementación.
Aunque el gas boliviano salga por Chile, podríamos compartir algunos aspectos y gastos, como la flota naviera para el transporte y la planta de conversión en gas en el puerto de destino, puntualizó Quijandría. (FIN/IPS/al/dm/if/02