COLOMBIA: FFAA recomiendan resistencia civil contra las FARC

Las Fuerzas Armadas y autoridades municipales de Colombia llaman a la ”resistencia civil” contra las insurgentes FARC, pero la utilidad de esa estrategia es es puesta en duda en el caso de la capital.

El comandante de las Fuerzas Armadas, general Fernando Tapias, dijo a IPS que las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) trasladaron su ofensiva militar a las ciudades, en especial a la capital, luego de la ruptura de sus negociaciones de paz con el gobierno en febrero.

Pero el mayor riesgo en Bogotá que la guerrilla corte la electricidad y obstaculice el abastecimiento de alimentos mediante atentados en las afueras de la ciudad que bloqueen las carreteras, según observadores. Por esa razón, la resistencia civil no lograría en la capital frenar este impacto, afirman.

Alrededor de Bogotá operan siete frentes de las FARC.

La capital, de siete millones de habitantes, parece haberse convertido en un blanco de las FARC aun antes de la ruptura del diálogo. Los atentados en la capital causan ”más impacto” en el público ”por ser eje político y económico del país”, dijo el investigador de la estatal Universidad Nacional Alejo Vargas.

La mejor forma de enfrentarse con la última escalada de violencia, iniciada este mes, es con el apoyo ciudadano, afirmó Tapias.

Muchos creen, erróneamente, que la resistencia civil significa salir con un palo a pegarle a los violentos, pero existen muchas formas de ejercerla que no implican el uso de la violencia, sostuvo el militar.

Lo fundamental, agregó, ”es no aceptar la violencia, es decir 'no estoy de acuerdo con los violentos, los rechazo y por eso aviso las situaciones irregulares a las autoridades”. Eso supone, además, dejar de lado la neutralidad ante el conflicto armado que sufre Colombia.

”Decir 'yo soy neutral' equivale a decir 'maten y secuestren a quien quieran, pero no a mí'”, explicó. Pero ”la agresión de los grupos violentos” se dirige contra toda la sociedad, ”contra ricos y pobres”, observó Tapias.

El 9 de este mes, una mujer vio en Bogotá una situación sospechosa y llamó a la policía, que desconectó un coche bomba contra la sede del gobierno, indicó el militar, para explicar su postura.

Ese mismo día, cuatro petardos estallaron en el centro de Bogotá, ciudad a la que se suponía al margen del conflicto armado, y un camión con una carga explosiva atada a un cadáver obstruyó una vía de acceso a la capital. Dos policías murieron y una menor resultó herida en esa jornada.

Los primeros en aplicar la resistencia civil a fines del año pasado fueron los pueblos indígenas del meridional departamento de Cauca. A comienzos de año, el alcalde de Bogotá, Antanas Mockus invitó a los capitalinos a imitar ese ejemplo.

Para Mockus, resistencia civil significa ”responder con construcción a la destrucción” y no pagar ”con la misma moneda al que ofende”. ”Yo prefiero resistir pacíficamente, con argumentos y construyendo”, agregó.

La resistencia civil implica aceptar que la fuerza pública, respetando los derechos humanos y las garantías que da el Estado social de derecho, sea la encargada de combatir a quienes atacan a la población civil, agregó el alcalde bogotano.

En las facturas de teléfono del mes de marzo, los usuarios de Bogotá recibieron una carta firmada por el alcalde en la que exhortaba a la población a construir la resistencia civil y que incluía instrucciones para salvar vidas y ”mantenernos todos del mismo lado”.

En su misiva, Mockus también pidió la denuncia a las autoridades de hechos sospechosos y recomendó medidas para afrontar alarmas por bombas en lugares públicos, oficinas o viviendas.

La sensación de invulnerabilidad predominante en Bogotá acabó en enero, cuando una bomba en el acueducto que abastece la ciudad y otra que dejó siete muertos, entre ellos una niña.

Hospitales, depósitos de agua y otras instalaciones civiles de la capital lucen desde el 3 de marzo los tres triángulos que advierten —según las convenciones internacionales— que esos lugares no deben ser blanco de ataque.

Fue un acto simbólico dispuesto por el alcalde Mockus, en el marco de su campaña de resistencia civil. Para el funcionario, el silencio equivale a ceder terreno a los violentos.

”La salud es aprender a cuidarnos nosotros mismos, y la resistencia civil es cuidarnos entre todos”, dijo este mes, en un acto en que combinó una jornada de vacunación con un llamado a la resistencia civil.

La policía desactivó el miércoles cerca de un regimiento militar en la septentrional ciudad de Medellín, alertada por vecinos, una bomba de 90 kilogramos de dinamita.

El domingo, una bomba mató a tres personas e hirió a unas 20 en la septentrional ciudad de Barranquilla, frente a un acto del candidato presidencial Alvaro Uribe, quien encabeza las encuestas y que fue un férreo crítico de las hoy rotas negociaciones con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia).

Un comando de las FARC secuestró en la sede del concejo del departamento del Valle, en la occidental ciudad de Cali, donde secuestraron a 12 diputados el día 11.

La escalada había recrudecido el 7 de este mes, cuando en el centro de la ciudad sudoriental de Villavicencio dos bombas dejaron 12 muertos y 67 heridos. Dos días después, la ola se extendió a Bogotá, donde se registraron varios hechos violentos.

La violencia alcanzó tal magnitud que todos los colombianos deberían protestar y decir ”¡no más!”, dijo a IPS el encargado del programa de Seguridad y Convivencia de la alcaldía bogotana, Hugo Acero.

”Lo que hemos tenido es un comportamiento amnésico y muy pacífico. Debemos resistirnos ante cualquier hecho de violencia y resistirnos protestando, indignándonos de manera clara y sin responder con violencia. Eso es lo que buscamos”, sostuvo Acero.

El funcionario cree que, a pesar de la simpatía que despierta la iniciativa de Mockus, aún no están dadas las condiciones para que la población se manifieste masivamente contra la violencia.

La capital no sintió aún todo el peso de la guerra, pero podría sentirlo en breve. ”Existe gran riesgo de quedarnos sin energía y sin gas, riesgos de atentados al transporte público”, enumeró Acero.

Los atentados en Bogotá son atribuidos por las autoridades a las milicias Antonio Nariño de las FARC. Las organizaciones de apoyo urbano a la insurgencia no son tan fuertes en Bogotá como en Medellín y Cali.

La cooperación ciudadana en la capital ha dado resultados positivos en la lucha contra la delincuencia. En este momento operan 5.000 frentes de seguridad ciudadana, la mayoría en las áreas más pobres.

La comunidad se organiza por cuadras, y con redes de comunicación y alarmas alertan a la policía de acciones irregulares.

”Cuidamos que no degeneren en acción ofensiva de las comunidades. Son frentes preventivos” explicó Acero, para quien la mera alarma logró, en muchas ocasiones, disuadir a los delincuentes.

Estos frentes han ayudado también a prevenir acciones terroristas. Las últimas capturas de dinamita y explosivos se lograron por llamadas de ciudadanos particulares.

Una persona alertó situaciones sospechosas en un garaje vecino y a otro le llamo la atención el avance de tres automóviles sin luz avanzando en un terreno baldío. Los explosivos hallados en estos vehículos iba a utilizarse contra el sistema público de transporte capitalino. (FIN/IPS/yf/mj/ip/02

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