La televisión cubana difunde un curso sobre la importancia nutritiva de los vegetales, con la intención de vencer la resistencia de una población que siempre prefiere un buen bistec a un plato de verduras.
No me convence. A mí no den ensaladitas ni juguitos de fruta. Lechón asado y cerveza es lo que me gusta, dijo a IPS el mecánico de automóviles Manuel Valdés. Sus preferencias son las del cubano promedio.
Bajo la consigna Llénese de vida, consuma vegetales, el programa de 36 horas de clase, a razón de una cada domingo de mañana, incluye desde un breve esbozo histórico sobre el origen de la agricultura hasta novedosas recetas.
Coles al ajillo, berenjena a la parrilla, col china en salsa agridulce, flan de maíz tierno, papas al orégano, remolacha a la naranja, zanahorias en tentación, ensalada de plátano a la menta o de maíz y piña figuran entre las decenas de propuestas vegetarianas del curso.
Así mismo, la televisión brinda consejos para cultivar y luego conservar verduras y hortalizas, pero, ante todo, mucha información sobre los beneficios de una dieta variada y, al mismo tiempo, equilibrada.
No existe alimento que por sí solo aporte todos los nutrientes que el organismo necesita. El comer no es sólo un placer, es también satisfacer las necesidades nutritivas para un correcto crecimiento y desarrollo, indica el documento guía del curso.
El programa intenta cambiar costumbres alimenticias muy arraigadas en los más de 11 millones de habitantes de Cuba, habituados al consumo excesivo de grasas, sal y azúcar.
La mesa de una familia cubana se considera bien servida cuando incluye carne de res o cerdo acompañado de arroz, frijoles y un plato de alguna vianda (tubérculo) frita o regada con mojo, una salsa de ajo pasado por aceite a la que se añade mucho limón.
Los expertos aseguran que detrás de tan sabroso menú y de malos hábitos alimenticios, como concentrar la principal comida diaria en la noche, se agazapan los motivos principales de muerte por enfermedad en Cuba.
Las tres primeras causas de muerte en el país son las enfermedades cardiacas, el cáncer y los problemas cerebrovasculares, que concentran 60 por ciento de las defunciones.
Las autoridades confían en transformar, a través de la educación, los malos hábitos transmitidos de padres a hijos, y hasta comenzaron a inaugurarse restaurantes vegetarianos que en breve estarán presentes en cada uno de los 19 municipios de la capital, de 2,2 millones de habitantes.
A mis tres hijos los he acostumbrado desde chiquitos a comer mucha fruta y toda clase de vegetales, comentó Consuelo Jiménez, asidua comensal del primero de esos establecimientos, instalado en un antiguo local de comida china.
El restaurante unos 40 platos, entre caldos, cremas, ensaladas, dulces, distintas preparaciones de arroz y pastas, además de jugos e infusiones. Cada comensal se sirve sus propios platos a gusto.
La comida es buena, pero me gasté en el almuerzo más de lo que gano en un día, se quejó otro comensal, que dijo ganar unos 350 pesos mensuales, equivalentes a menos de 15 dólares en las casas de cambio estatales.
Expertos en nutrición alertaron que la oferta de los mercados y los precios demasiado altos marcan diferencias en la alimentación entre unos hogares y otros, pero no los gustos y hábitos de los jóvenes.
Muchos estudiantes universitarios prefieren gastar su dinero en chicharrones (piel de cerdo frita) y jugos sintéticos, en lugar de fruta, y creen además que no han saciado su apetito si no ingieren carne, según una encuesta.
A la vez, estudios sobre la dieta habitual cubana han reflejado una reducida ingestión de frutas y vegetales, además de la escasa diversidad en su selección y hábitos inadecuados de manipulación, almacenamiento y cocción.
Los expertos insisten en que la dieta ideal es abundante en frutas, vegetales y granos, pero moderada en azúcar y grasas, baja en sal y con límites en el consumo de alimentos curados, ahumados, horneados y fritos.
A su vez, el gobierno cubano espera asegurar una producción variada y estable tanto en el área rural como en los cultivos urbanos.
Los agricultores urbanos produjeron el año pasado 2.360.180 toneladas de hortalizas y condimentos frescos, según cifras oficiales, cifra que se espera elevar a tres millones este año.
La crisis económica de los años 90, que sobrevino luego de la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista, originó una drástica reducción en el consumo de alimentos.
A mediados de esa década, la ingestión diaria descendió hasta 1.863 calorías y 46 gramos de proteína. Esas cantidades representan 74 y 61 por ciento, respectivamente, de las necesidades reconocidas como básicas.
Ese fenómeno repercutió en la salud de la población, al punto que el déficit acumulado de vitaminas, sobre todo las del complejo B y algunos aminoácidos esenciales, al que se atribuye el recrudecimiento de las enfermedades neurológicas desatado en 1993.
En la segunda mitad de los años 90, la ingestión se había elevado a 2.400 calorías y 65 gramos de proteína diarios, cifras aún inferiores a las necesidades básicas. (FIN/IPS/pg/mj/dv he/02