La empobrecida población de Rumania es cada vez más vulnerable a enfermedades crónicas, como afecciones cardiacas y cáncer, debido a la desastrosa situación de los servicios estatales de salud.
Aunque la mala atención de salud no es un problema nuevo en el país ni en el resto de Europa oriental, 12 años de democracia no mejoraron el sistema sanitario, que continúa siendo uno de los peores de la región.
La escasez de recursos y la inexistencia de incentivos en favor de la eficiencia son los causantes del deterioro sanitario que padecen 22 millones de habitantes.
«En la última década el Ministerio de Salud nunca recibió más de tres por ciento del presupuesto (el equivalente a 400 millones de dólares), pese a los insistentes reclamos de mayor asistencia. Esto deja a los hospitales sin medicamentos y sin equipos médicos», se lamentó la ministra de Salud, Daniela Bartos.
De hecho, no funciona el mecanismo de financiación mediante el cual empleados, empleadores y Estado aportan fondos a las administradoras de seguros de salud, las que a su vez pagan los servicios a los hospitales.
Por tanto, una o dos veces por año un centro hospitalario se declara en estado de emergencia y aparecen decenas de denuncias de ciudadanos contra la atención médica que reciben, y quejas del personal sobre los bajos salarios.
«He empezado a acostumbrarme a mi pobre salud. Depende de Dios si vivo una hora o un año más», dijo Corina Enescu, de 59 años, quien recibe desde hace dos años tratamiento contra un cáncer de mama en el área de oncología del hospital Fundeni, en Bucarest, la capital.
Enescu se quejaba no por su enfermedad, sino por las condiciones del hospital y la poca sensibilidad del personal médico y de enfermería.
Aunque la Constitución garantiza la gratuidad de la atención médica, sólo la atención de emergencia es gratuita. Todo lo demás, al igual que en muchos otros países ex comunistas, debe pagarse bajo la forma de sobornos, una práctica que deja fuera a buena parte de la población.
El pago «en negro» es casi una norma. Por un examen de rutina, cualquier ciudadano o ciudadana debe asistir al consultorio médico con flores, paquetes de cigarrillos, botellas de whisky o hasta 30 dólares estadounidenses en efectivo.
Pero los verdaderos sobornos se multiplican cuando alguien debe pasar por una internación hospitalaria.
«Aquí hay que sobornar a todo el mundo. Para ser operada tuve que pagar casi 100 dólares sólo al cirujano, sin mencionar los pagos a las enfermeras y el gasto de traer la comida desde mi casa», dijo una mujer que debió pasar por esa experiencia.
La paciente, consciente de que los médicos reciben salarios muy bajos, aceptó pagar esos «aranceles informales», pero le resultó alarmante que las enfermeras reclamaran dinero sólo por cambiar las sábanas de la cama.
La expectativa de vida de la población rumana es de 70 años, siete años menos que en el resto de Europa, y entre los hombres cae a 66 años.
Las afecciones cardiacas y el cáncer son responsables de la mitad de las muertes de los menores de 65 años y de más de 85 por ciento de las muertes de los mayores de esa edad. La mortalidad cardiaca supera los índices europeos.
La mortalidad infantil (19 muertes por cada 1.000 nacidos vivos) es una de las más elevadas de Europa oriental y del resto del continente, mientras la mortalidad materna (41 mujeres muertas cada 100.000 nacidos vivos) es ocho veces superior a la media europea.
En el último decenio, sucesivos gobiernos de izquierda y centro- derecha fueron incapaces de reformar el sistema de salud. El actual primer ministro Adrian Nastase, del Partido Socialdemócrata, prometió una acción urgente para evitar el colapso de la salud y la seguridad social del país.
La prioridad del gobierno, que asumió en diciembre de 2000, es crear una estrategia nacional para la producción e importación de medicamentos, y mejorar la calidad de los servicios médicos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el país carece de una visión común para mejorar las condiciones sanitarias y de una detallada estrategia nacional para alcanzar ese objetivo. Tampoco cuenta con la infraestructur ni con el compromiso necesarios para lograr los cambios, concluyó la OMS. (FIN/IPS/tra- eng/mc/sm/dc/he/02